Una
brisa pasó entre las cabezas de Sofía y Elena. Incluso las despeinó
un poco. A continuación un portazo como de metal, de una puerta
pequeñita. Se miraron porque no entendían nada.
Al
ratito, un tintineo, golpecillos contra un cristal. Se volvieron a
mirar sabiendo que algo pasaba.
Se
levantaron y siguieron el curso de la primera brisa perturbadora.
Repararon en un farolillo colgado de la pared. Brillaba, pero hacía
tiempo que no tenía ni vela ni bombilla. Además se movía,
originando aquellos ruidos cristalinos. Querían mirar dentro, pero
colgaba demasiado arriba. Sofía, la más alta, se subió a un
taburete para poder llegar, y no se podría haber imaginado nunca lo
que encontró: ¡¡un hada!!