No habían entrado nunca en un
desván. Aquel olía a pasado, papel y madera. La luz del sol entraba cálida por
la ventanuca. Sobre el rayo solar se veían danzar ligeras motas de polvo que no
sabían dónde posarse definitivamente.
Al fondo había una caja de cartón grande, entreabierta, con una letra grabada sobre la tapa: S. Sofía y Elena no pudieron
aguantar la curiosidad y la abrieron con mucha delicadeza para no romperla. Descubrieron dentro un hermoso vestido blanco.
Sofía decidió unilateralmente que
esa S se refería a su nombre y que por tanto el vestido le pertenecía. Lo más
curioso de todo es que efectivamente era de su talla.
En cuanto lo tuvo puesto le
vinieron a la cabeza una sucesión de imágenes nítidas de paseos por la orilla de un
río, tardes pintando en el jardín de aquella casa… ¡era un vestido mágico! ¿Qué
más le contaría?