Imagen original de Alexandra Abreu |
Llega por tercera vez la necesidad de plantearse cómo quiero que sea el nacimiento de mi cuarto hijo. Cada vez la situación es más compleja y cada vez yo estoy más informada, lo que me hace tener más cosas en cuenta resultando complicado tomar una decisión final que satisfaga cada matiz que quiero considerar.
Hace unos años la sociedad médica no se planteaba que una mujer que hubiera dado a luz por cesárea pudiera para después por un parto vaginal. Al inicio, las incisiones eran verticales a lo largo del útero hasta el fondo uterino, que es la zona que más fuerza ejerce durante el parto, pero poco a poco la técnica fue mejorando y actualmente, salvo en casos de emergencia, la incisión se realiza en la parte baja y de manera horizontal, lo que hace que el sangrado sea menor porque el músculo es más fino, y disminuyendo el riesgo de la rotura uterina. De este modo se empezó a considerar que una mujer con una cesárea previa sí pudiera parir vaginalmente, aunque lamentablemente este avance no fue considerado por todos los médicos. No obstante, la mujer seguía condenada a una tercera cesárea si ya había tenido dos previamente.
Pero afortunadamente se ha seguido trabajando, y varios estudios muestran que el hecho de tener dos cesáreas en lugar de una, sólo hace aumentar ligeramente el riesgo de rotura uterina. Además, una rotura uterina no tiene que ser necesariamente que te estalle el útero, que yo creo que es lo que todas nos imaginamos cuando nos hablan de esta rotura. Solo un pequeño porcentaje de las roturas uterinas tienen un desenlace fatal. Como dicen Ibone Olza y Enrique Lebrero Martínez (ambos médicos, no pensemos que estoy citando a dos iluminados de la vida) en su libro Nacer por cesárea, el riesgo de rotura es de un 0.47% (y de esas ya hemos dicho que solo un pequeño porcentaje son catastróficas), pero nadie te dice que tienes el 99.53% de posibilidades de que salga bien. Si hablamos de más de una cesárea este riesgo se sitúa en torno al 1%. Como se hacen a diario de manera casi rutinaria, las tratamos con cierta banalidad, sin acordarnos de que es una cirugía mayor. Sin obviar que la recuperación de un parto vaginal es siempre mejor, que la probabilidad de que te quede tocado el útero y esto influya en tu fertilidad tras una cesárea existe, y ese tipo de cosas.
Imagen original de Irene G. Ruiz |
Además siempre es importante comparar y no tomar tan solo el valor absoluto del riesgo. Es decir, el riesgo de rotura uterina es tanto, pero ¿y si lo comparo con el riesgo de complicaciones en una tercera cesárea? Muchos médicos omiten este dato, porque no interesa. Pero es que el riesgo de que suceda alguna complicación en una operación es mayor que esa posibilidad de rotura uterina. O, si pensamos en el bebé, resulta que en el 2% de las cesáreas el bebé sufre cortes durante la intervención. Así que, ¿qué es mejor, intentar un parto vaginal tras dos cesáreas (lo que se conoce como PVD2C) o enfrentarse directamente a una tercera cesárea? Bueno, está claro que cada una decide, y que el miedo es muy libre. Pero lo lamentable es que muchos profesionales médicos aún no se han enterado, aunque tanto la Organización Mundial de la Salud como la Sociedad Española de Ginecología y Obstetricia recomiendan el PVDC incluso si se tiene más de una cesárea anterior.
Cuando estás buscando un PVD2C te informas mucho. Mucho. Tú no quieres hacer locuras tampoco, que está en juego tu vida y la de tu hijo, pero tampoco que te tomen por idiota y te manejen como les convenga a otros. Incluso cuando encuentras un profesional que te gusta y que parece que camina en tu misma dirección, sabes que siempre entra en juego la variable de ¿y si te atiende otro médico de su equipo?. y es que, lamentablemente, aunque la teoría dice que un equipo se mueve bajo las mismas directrices y protocolos ¿cuántas hemos experimentado que nos hayan dicho cosas contradictorias? De modo que siempre queda la duda de qué pasará... parece que todo depende de quién te toque en el hospital.
Imagen original de Domingo Cáceres |
Esta duda me ha hecho plantearme si me quiero quedar donde estoy, con una ginecóloga en la que confío plenamente, pero con otra de su equipo que parece que no se ha enterado de qué va la historia del parto natural, y en un hospital donde la UCI de neonatos no es de mi agrado (esto lo valoro porque mis dos niñas anteriores tuvieron la bilirrubina alta y la peque estuvo ingresada bajo la lámpara casi dos días, y el personal de la UCI no facilitó en absoluto la instauración de la lactancia materna, que incluso es beneficiosa para superar este problema de la ictericia del recién nacido), o por el contrario buscar un hospital con una cesárea respetada, donde no nos separen ni un momento, y con una UCI totalmente acorde a mis principios de establecimiento del vínculo y de la lactancia materna. Este hospital tampoco está libre de ¿y si depende de quién me toque? ¿Y si la separación o no de la madre y del bebé depende del anestesista que me asista? Tengo que asumir que elija lo que elija siempre me quedará esa duda. Así que tendré que intentar decidirme en función de los otros aspectos: ¿un parto respetado o una UCI que me gusta? Cuando el nacimiento es respetado y es bajo el intervencionismo, es menos probable la necesidad de tener que usar una UCI. ¿Pero y si me voy al de la UCI que me gusta por si las moscas, y luego no hace falta y encima me llevo una raja extra, con lo que eso supone, y no precisamente estéticamente hablando?
Estoy hecha un lío. Un verdadero lío. Tengo 3 meses por delante y no sé por dónde voy a salir...