Después de casarme no tuve que
soportar durante demasiado tiempo las típicas preguntas de ¿y para cuándo el
bebé? porque me quedé embarazada en seguida. Con lo cual, eso que me evité.
Pero después de nacer Mollete… ay, amigo, la cosa ha cambiado. Es muy frecuente
que la gente me pregunte que para cuando el hermanito. Y esto me genera
sentimientos encontrados.
Por un lado entiendo que la gente
más cercana quiera saber si nos apetecería tener otro niños y en tal caso si
vamos a esperar o no. Supongo que es una pregunta como otra cualquiera, como que si hemos empezado a mirar colegios para la
peque. Pero después de tener el aborto y de ver amigas a las que les está
costando quedarse embarazadas incluso teniendo que recurrir a técnicas de
reproducción asistida, me doy cuenta de que a veces no reparamos en que esa inocente pregunta puede hacer daño.
A unos porque les esté costando
mucho. Mucha gente se angustia, lo pasa mal hasta llegar a obsesionarse.
Dejemos al margen si es mejor no obsesionarse, que eso ya lo sabemos todos y la
típica frase que te dicen de conozco a una amiga que se quedó justo cuando dejó
de pensarlo es tan cierta como inútil. Pero las personas en esa situación pueden estar pasándolo mal y que alguien venga a
preguntarles esto puede que solo agrave el malestar.
Así se ponen algunos cuando les hacen esta pregunta.
Y luego hay gente que simplemente no quiere tener que soportar esa pregunta una y otra vez porque el hecho de estar casado o tener pareja estable no implica que
se desee tener descendencia. Y todos sabemos que cuando la gente se pone
pesadita con algo puede llegar a quemar a cualquiera, incluso aunque quieran
ser amables a la hora de contestar. Todo tiene un límite.
Yo ya he optado por no preguntar.
Vamos, si se está metido en una conversación de esa temática quizá sí, claro.
Entiendo que ahí puede ser una pregunta natural. Pero no pregunto del modo en que muchos
te lo espetan en plan: ¡Hola! ¿Cómo estás? ¡Cuánto tiempo! ¿Y aún no habéis
ido a por el segundo?
Así que intento tomármelo con
paciencia y contestar amablemente aunque les diga la verdad. Pero es cierto que
muchas veces la pregunta se hace pesada y revuelve sensaciones que no apetece
tener en ese momento. Creo, definitivamente, que deberíamos de andar todos con
un poco más de tacto, por si las moscas… Por lo menos ser conscientes de que esa pregunta puede sentar mal si desconocemos la situación de la otra persona.