Esa es una pregunta que nunca me ha
quitado el sueño, la verdad. De hecho, cuando me quedé embarazada
no quería leer nada de nada. Bueno, sobre el embarazo algo sí, pero
solo acerca de cuándo el bebé va teniendo bracitos, ojos, y ese
tipo de cosas. Vamos, para tener un leve conocimiento de cómo iba
cambiando. Pero no quería saber nada acerca de maneras de educar o
proceder con los hijos. Eran muchas las amigas que con su mejor
intención me recomendaban tal o cual libro, porque a su
hermana/amiga/prima le había encantado o le había solucionado la
papeleta. Y la verdad es que podría haber ido aceptando los consejos
y dejarlos pasar, pero hala, como soy más chula que un 8, les decía
que gracias, pero que no los iba a leer. Argumentaba, y lo sigo
creyendo, que esto de ser padres es algo natural que se lleva dentro.
Sobre todo para la madre, por una cuestión de la naturaleza humana y
que no dejamos de ser animales. Así que confiaba poderosamente en mi
instinto animal y en mi sentido común para sacar la situación
adelante. A ver, tan difícil no podía ser. Aunque a veces me
amilanaba pensando que eso lo decía porque veía el asunto desde
fuera, pero oye, después tener el niño en tus brazos cambia
considerablemente la situación.
Y nada, así llegué al día de
mi parto programado, porque era la semana 41+3 y la señorita no daba
señales de querer salir a conocer a sus padres. Si por ella fuera,
ahí dentro seguía... Tristemente, el parto acabó en cesárea. Pero
bueno, tampoco me quita en absoluto el sueño, porque lo importante
es que estamos las dos bien.
Efectivamente, nuestro instinto nos
permitió llevar la situación con total normalidad. Obviamente nos
pasó lo que a todo hijo de vecino cuando llegas a casa con el bebé:
¿y dónde pongo yo ahora esto? ¿Qué hago con ella? Pero con total
naturalidad las preguntas iban siendo respondidas. La gente nos decía
cuánto nos iba a cambiar la vida, muchos con cara compungida, como
si nuestra vida se acabara... y sí, es cierto que me cambió la
vida: ¡soy más feliz que nunca!, pero por lo demás... nos vamos
adaptando a nuevos horarios, pero hemos tenido la suerte de tener una
niña buenísima que nos ha permitido seguir con nuestra vida más o
menos como hasta antes de nacer ella. Obviamente no podíamos
llevarla a un concierto de rock, pero eso solo duraría hasta que
aguantara más horas sin pecho. Pero por lo demás, daba igual el
plan : allá que nos íbamos en pack ella y yo, y lo pasábamos
estupendamente. Empiezo a creer, por otro lado, que estos niños
buenísimos no son fruto de la casualidad, sino de unos padres que se
toman la situación con tranquilidad (hombre, salvo niños que tengan
algún problema, claro está). Pero desde luego, esto se confirma con
todas las familias que conozco : a padres tranquilos, niños “buenos”
que permiten una vida feliz en familia, haciendo un montón de cosas.
Cuando uno de los padres ya empieza a sentirse un poco desbordado...
la cosa se tuerce. Hablo desde mi experiencia, por supuesto. Y aún así, creo que hay muchos casos de niños que son "buenos" y sus padres se empeñan en que son terribles y que su vida es un martirio y bla bla bla... y en realidad son simplemente niños y lo que sucede es que los padres "no se atreven" a hacer cosas con ellos. Por tanto el problema no es de los niños; es de los padres, que les falta ser un poco más echaos palante. ¡Así que ánimo! Todos nos hemos metido en algún fregao por lanzarnos a todo... pero es divertido : )
Pero a lo que iba es a qué tipo de
madre soy. Pues en esta evolución natural que he sufrido, me he dado
cuenta de que soy amante de la crianza natural, o con apego, o como la quieran llamar. Ahora que me he
definido es cuando he decidido leer al respecto, tanto a favor como
en contra, y no ha hecho sino reforzarme en las teorías que de
manera natural había ido adquiriendo. Me gusta que mi hija viva
enganchada a la teta, que duerma con sus papás, que esté en brazos
y reciba besos y achuchones. Que no esté sometida a castigos
constantes para aprender a hacer las cosas o qué no debe hacer.
Fuera ese método de aprender a dormir porque no te queda otra,
llores lo que llores. ¡Bendito colecho! La niña descansa, descansan
los padres, y come cuando quiere. Ya comenté en otra entrada que
alucinamos el día que probamos a ponerla en la cuna y durmió toda
la noche del tirón. Bueno, pues no se volvió a repetir, jajaja. ¡Y
yo encantada! Porque aunque durmamos un poco más apretados, la tengo
a mi lado, y no hay nada que me ayude más a descansar por las
noches.
Obviamente, cada uno es muy libre de
elegir cómo educar y convivir con sus hijos. Y yo siempre respetaré todas y cada una de esas maneras, ¡faltaría más! Solo
quería compartir qué tipo de madre he resultado ser yo de manera
natural, sin haberme dejado influir de entrada por nadie. ¡Y lo
contenta que estoy con ello!