¡Aquí estamos de vuelta! Tras un mes de agosto sin dar casi señales de vida, relajando cuerpo y mente, volvemos a la actividad de la mejor manera posible: con las 150 palabras de Marta, de Diario de algo especial.
En verano, las agujas del reloj de Sofía se movían más
lentamente. Por lo menos a ella el día le cundía mucho más. Aunque la que
realmente aprovechaba el tiempo era la abeja, que en un momento construía un panal. Las abejas le caían bien, no como las avispas, porque hacían miel.
Un día descubrió unos panales paseando por el bosque e
intentó acercarse a verlos. Se metió entre unas zarzas y se arañó un poco las
piernas. Para colmo se enganchó el pantalón y unos cuantos hilos quedaron
colgando. Mejor no tiraría de ellos ¡no fuera a volver a casa sin pantalones! Dio
media vuelta. Le pediría a mamá que la acompañara otro día.
Su mami le explicó que era mejor no molestar a las abejas
mientras trabajan, porque podían enfadarse. Como a Sofía tampoco le gustaba que
la molestaran cuando estaba concentrada decidió que respetaría a las abejas.