Hoy no puedo comenzar de otra manera que no sea haciendo referencia a Miriam, nuestra anfitriona de esa casita morada que nos acoje siempre con un abrazo. Son unos días duros para ella y desde aquí quiero mandarle un abrazo grande, mullido y cariñoso. ¡Ohana, amiga!
La palabra que he elegido hoy es zenit. En parte porque sigo con mi empeño de quitarme las letras difíciles, pero lo cierto es que siempre me gustó. Estuvo muy presente a lo largo de mi carrera. Yo soy física y me especialicé primero en astrofísica y luego en geofísica (se ve que me daba pereza comenzar a trabajar). Cuando estudiaba las asignaturas de astrofísica era muy común hablar del zenit, que la RAE define como (bueno, en realidad te remite a cenit o cénit, pero la primera vez que lo vi escrito fue con Z y me sedujo: ¡una palabra que puedo escribir con z cuando corresponde con c! ¡qué chulo!):
1. m. Astr. Intersección de la vertical de un lugar con la esfera celeste, por encima de la cabeza del observador.
Imagen tomada de www.elcielodelmes.com
Bueno, no puedo afirmar categóricamente que esté en el momento más alto y más importante de toda mi vida, porque espero que me quede mucho por vivir, pero desde luego hasta ahora yo lo siento así. Estoy haciendo lo más maravilloso que una persona puede hacer: educar y criar a su hijo. Y me siento grande, gorda y alta, por el orgullo que me da ser madre de mi hija; por el amor que me da cuando echa sus brazos y me pide que la coja; por la dulzura con la que me acaricia cuando mama. Y por supuesto quiero más, me encantaría tener otro polluelo si a la madre naturaleza le parece bien. Supongo que entonces sentiré que he alcanzado un nuevo techo.
Y muchas veces, en esta materno-tarea, estoy más perdida que un pulpo en un garaje: son ya 18 meses pero sigo siendo novata y primeriza. Cada vez confío más en lo que hago y en mí misma, pero no faltan ocasiones en las que un consejillo es bienvenido. En esos casos suelo recurrir a mis amigas, pero en otras tantas ocasiones me siento y miro hacia arriba (de nuevo el zenit) buscando la mirada de mi madre, un susurro celestial que me dé pistas de por dónde ir. En ocasiones, aunque esté mirando al cielo, tengo la mirada perdida, desenfocada, porque estoy evocando e imaginando cómo se habría enfrentado ella a esa situación. Y normalmente acabo llorando, y paso de mirar al cielo a mirar al suelo (en astronomía el punto opuesto al zenit es el nadir, que es otra palabra que me parece preciosa, y que quiere decir homólogo), como si el mirar hacia abajo fuera a protegerme de las miradas curiosas, cuando en realidad nadie va a verme llorar, porque en estos momentos de búsqueda de inspiración suelo estar sola.
Así que ha quedado demostrado: el zenit es un lugar muy importante para una madre. Por supuesto, en cuanto tenga ocasión, esa madre colocará en el zenit, por todo lo alto, a sus hijos y sus hazañas, porque ellos son los más grandes, los más guapos y los más listos. ¿Que no?