Me llega una y otra vez la foto del niño sirio muerto en una playa de Turquía. Ha naufragado como otros tantos sirios, como otros tantos emigrantes. Lo más lamentable, como otros tantos niños. Parecemos anestesiados a las oleadas de tragedias que cada día suceden en el mundo y que se asoman por la pantalla de nuestro televisor a la hora de las noticias. Y necesitamos una imagen tan fuerte como esta, tan trágica, para hacernos despertar por al menos un rato. De pronto recibimos una bofetada en toda la cara y en toda la conciencia. ¿Qué está sucediendo, por favor? ¿Cómo puede permitirse esto?
Lo sé. Ninguna vida vale más que otra. Pero no es justo que los niños sean víctimas de las decisiones y malas políticas de unos adultos corrompidos, obsesionados por el poder y la riqueza. Los niños tienen derecho a vivir y a crecer sanos y felices. ¿Quiénes somos nosotros para cortarles así la vida?
Imagen original de Daria Nepriakhina |