Muchos ya sabéis que no estoy pasando un buen momento con la despedida de Garbancito. Otros pensaréis que qué hago preocupada por el blog, y no es eso. El viernes en urgencias empecé a escribir para evacuar tensiones y angustias, y una vez más el destino quiso que las palabras de las 150 palabras cuadraran con mi vida, como ya ocurrió con el accidente de tren. Así que lo he usado como terapia y como homenaje, porque para mí Garbancito es una parte muy importante de mi vida y le quiero.
Que me perdone todo aquel que no lo vea adecuado, pero yo necesitaba empezar a sanar mi dolor, y esto me ayuda mucho.
Aprovecho para agradecer todo el apoyo tanto "en directo" como virtual, porque cada palabra y cada experiencia me están ayudando a pasar esto, que aún no ha terminado, de una manera más llevadera. Sois estupendos, todos vosotros. ¡Gracias de todo corazón!
El día está gris; amenaza lluvia constantemente. Sin tiempo para coger la bolsa de juguetes de Sofía, salimos de nuestro hogar camino del hospital porque hay un ligero manchado. Asombrosamente estoy calmada, pero algo triste. No sé qué pasará, pero yo ya le he cogido cariño a Garbancito. En el fondo creo que no pasará nada grave, pero también es cierto que desde el principio del embarazo tengo una sensación extraña. Me encuentro incómoda porque siento que hay algo raro.
Finalmente Garbancito se ha ido. Estoy rota de dolor. Ya era mi hijo. Ya le echo de menos. Sé que lo voy a querer siempre, que nunca le olvidaré y que tendrá un hueco en nuestras vidas. Compartimos poco tiempo, pero suficiente para dejarnos esta huella tan grande.
Eras uno más de la familia desde que supimos que venías en camino. Te vamos a querer siempre, trocito de mi corazón.