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La maternidad de la A a la Z: H de huir

jueves, 28 de noviembre de 2013


Hay que ser fiel a los principios. Todo el mundo tiene derecho a cambiar de opinión, porque crecemos como personas, maduramos y conocemos cosas nuevas. Pero eso no es lo mismo que cambiarse la chaqueta cuando vemos algo que no nos conviene o no es como esperábamos. Es una de las ideas que defiendo en mi vida y que quiero inculcarles a mis hijos: que hay que ser fiel a uno mismo y a sus pensamientos, defenderlos con uñas y dientes y saber hacerles frente a ellos y a sus consecuencias cuando llega el momento.

Fue difícil enfrentarse al aborto. No quiero seguir dándole vueltas al asunto porque os vais a hartar, pero quiero pararme a reflexionar sobre la riada de pensamientos y sentimientos que se desencadenaron esos días y que tuve que colocar para seguir adelante con mi vida. Y es que en ese momento quise huir de lo que yo siempre había pensado y defendido. Huir para seguir caminando por mi vida sufriendo lo menos posible.

Ya he comentado muchas veces que aunque sólo tuviera 2 meses de gestación, para mí Garbancito ya era mi hijo. Le quería y hacía planes con él. Le imaginaba en mis brazos el día de su nacimiento, me fijaba en su color de piel y en sus movimientos torpones de recién nacido. Oía su llanto, me gustaban sus ojitos cerrados y sentía su calor en mi cuerpo. Pero de pronto, cuando me dijeron que su corazón no latía, tuve que buscarme las herramientas para enfrentarme a su pérdida. Y ¿sabéis qué? Que por un momento mi mente quería escudarse en que sólo era un feto, no una persona. No quiero juzgar en absoluto a los que piensan así, no se trata de eso. Sólo quiero pararme a entender qué le pasó a mi cabeza para querer huir del pensamiento que siempre había defendido y que es que para mí, desde el momento de la concepción, estamos hablando de una persona. Se lo dije a mi marido al salir del hospital; que estaba confundida porque no sabía cómo me debía sentir respecto al bebé. Qué sentir por él. Creo que estaba buscando inconscientemente huir del dolor negando la realidad y lo que para mí hasta ese momento era un hecho indiscutible. Pero no es excusa y me avergüenzo de haber pensado así. Y le pido perdón a mi niño.

Y me costó. Tenía miedo. Tuve que pelear conmigo misma para hacerme entender que siempre he sido fiel a mis ideales. Que siempre he defendido apechugar con sus consecuencias, fueran las que fueran, y que no podía comportarme así sólo por no querer pasar un mal rato. Al final con el tiempo y más serena en casa, mi cabeza se centró de nuevo, y volví a ser yo misma y no la mujer asustada que no quería enfrentarse a la pérdida de un bebé tan querido. Reasumí mis ideas, las acepté y lidié con las consecuencias que acarreaban en un momento como ese. Y creo que ha sido la mejor decisión que he podido tomar, no sólo por ser coherente conmigo misma, algo que creo que es fundamental, sino porque me ha ayudado a superar este bache. Claro que llorado y he sufrido. Mucho. Pero lo he superado yendo por el camino que es fiel a mí misma y respetando a Garbancito. He ido por el único camino que en el futuro me va a dar la paz y la serenidad de haber hecho las cosas correctamente.