Mientras se comía una manzana
roja y brillante, mamá le contaba a Sofía que, mientras estaba embarazada de
ella, empezó a nacer un volcán en la isla de El Hierro. Mamá siempre había
soñado con poder ver de cerca el nacimiento de un volcán, o una bonita erupción;
sentir el calor de un río de lava corriendo a sus pies, percibir cómo la
madre Tierra nos sigue diciendo que está muy viva aunque la tratemos mal y
queramos acabar con ella. Cuando se enfada nos lo hace saber, con la intención
de que empecemos a tratarla con más cariño. Pero algunas personas son muy
tercas y no quieren escuchar.
Al final, mamá no pudo ir a ver
nacer al volcán, aunque todos sus compañeros de trabajo fueron, porque lo más
importante era cuidar de la barriguita donde vivía Sofía. Lo primero era, y
siempre será, la seguridad de su hija.