Venga, va. No me mintáis. En el
fondo os gusta esa sensación de estar en todas partes, de ser supermadres. Mola. Es guay. Farda mucho. :D
Es de esas capacidades con las
que parece que no nacemos. O mejor dicho, de las que no somos conscientes hasta
que somos madres. De pronto un día se despierta dentro de ti. Hasta entonces
parecía imposible salir del trabajo y estar a tiempo en la guarde. Pero has llegado on time. A veces parece que vas a casa tarde para duchar a la enana y darle de cenar, pero
aún así te da tiempo a pasar por la tienda a comprar yogures y a pasar un rato
agradable con ella antes del baño. En realidad es como estar en varios sitios a
la vez porque si no, no se explica que te haya dado tiempo a hacer tantas
cosas.
Pero las situaciones que más me
gustan son en las que estás con amigos que no tienen hijos y que no solo no están acostumbrados a tener el radar atento,
sino que no se imaginan en absoluto ese potencial ubicuidatorio que tienen dentro (venga a inventarme palabras, que es gratis, oiga). La situación es como sigue: estás
en una cena en casa de una amiga. Tú eres la única con churumbel a cuestas.
Mientras mantienes una interesante y sesuda conversación con tu amigo Joaquín sobre los avances de su investigación en
Boston, tu radar materno detecta (sin perder ni un ápice de la conversación) que la comandante Mollete avanza sigilosamente
entre las filas enemigas y que está apunto de alzarse con el trofeo situado en
la estantería de la dueña de la casa, que te va a invitar a su boda y como quieres asistir a ella mejor no romperle nada no vaya a ser que te retire la invitación ; ) En el último momento tu brazo se estira
cual Inspector Gadget y le quitas el jarrón de la estantería antes de alcanzar
la gloria, lo colocas más arriba y sigues tu conversación como si nada hubiera
pasado. A lo que tu amigo, un tanto flipado, añade: “¡Vaya reflejos! Eso ha
estado bien”. Minipunto para el equipo de las madres.
Imagen original de nosgustaelrosa.wordpress.com
Comentaba antes que un buen día
descubres que tienes esta capacidad de la ubicuidad. Si descubres que la tienes es porque lleva algún tiempo dentro de ti... ¿Pero cuánto lleva latente? Esta
capacidad ya la teníamos claramente siendo pequeñajos. Es una habilidad guadiana: aparece y desaparece a su
antojo. Os ha pasado fijo: tener a tu hijo al lado. Situación controlada. El
rabillo de tu ojo trabajando al 200%, vigilando que la enana siga sentada
coloreando donde tú la dejaste. Parece que sí. Te giras a coger un boli para
anotar unas cosas y de pronto… ¿¿¿¿dónde se ha metidoooo???? Efectivamente,
está en otro lado preparada para su siguiente fechoría.
Así es, queridos. Parece que la
ubicuidad es una capacidad innata en el ser humano, pero que pasa por
diferentes etapas permaneciendo latente en un período intermedio de tu vida.
Pero para ubicuidad, la de los
juguetes… Por lo menos en mi casa, que parece un campo de minas. El juguete que
sabes que está en el salón resulta aparecer en el cuarto de la peque cuando vas
a buscarlo. ¿Cómo es posible? Estos son los misterios de la maternidad.