A la sociedad le gusta, de manera general, decorar.
Le gustar ORNAMENTAR a los niños y sobre todo a los bebés. Los adornamos cual
árboles de navidad. Seguro que todos hemos visto niños que hemos pensado: ¡pero pobre criatura! ¿A dónde la
llevarán así? Y yo soy la
primera pasada de rosca, no adornando a los niños, que no me va mucho,
pero quizá poniéndole ropa muchas veces que por no pecar de cursi y recargada
peca de todo lo contrario y la pobre parece de las fuerzas armadas...
Lo que me parece más light es el tema de
los pendientes. En parte quizá porque es algo completamente incorporado a
nuestra cultura y estamos acostumbrados a ellos. Y por otro lado también porque es
algo pequeño y discreto que pasa más desapercibido.
Cuando nació Mollete yo quería hacerle
agujeros, en parte porque pensaba en mi caso: si mis padres no me los hubieran
hecho, yo de mayor no me habría agujereado las orejas porque soy una cagada de
la vida. Sí, lo reconozco: una CAGADA. Soporto vacunas, inyecciones y vías sin
problemas. Pero no que me agujereen de manera gratuita. Así que yo estaba
empeñada en hacerle los agujeros por si resultaba que Mollete salían tan cagona
como la madre (os puedo adelantar que por ahora no tiene pinta). Papá Mollete,
por su parte, no quería hacerle agujeros, exponiendo que fuera ella quien lo
decidiera. A mí no me convencía mucho este alegato y decidí que ya que ahora
recomiendan esperar 3 meses antes de hacerlos (dicen que si no puede no quedar centrado el agujero), dejaría pasar ese tiempo sin
discutir a ver si para entonces se le había pasado la cabezonada y le poníamos
los pendientes a Mollete.
Imagen tomada de bebes2.com
Y pasó todo lo contrario: ahora que veo esos
preciosos lóbulos intactos soy yo la que no quiere tocárselos, hasta llegar al
punto de que me parece una salvajada. Y pensaréis: ¡menuda exagerada
extremista! Pues mira, sí, eso es lo que me parece. Me parece bien que la gente
se los haga si les apetece, pero no que se los hagan por defecto a los niños. Quiero educarla en el respeto a los demás dando ejemplo de que le respeté a ella.
Por supuesto respeto a los padres que deciden hacerlo. En definitiva, mi hija, por el
momento, se va a quedar con las orejas libres de decoración. Pero como os
comentaba, los pendientes una vez puestos no me parece que queden feos, ni
exagerados, ni fuera de lugar (salvo si son los del oso de Tous, ¡no puedo con él! Es que parece que tiene amigdalitis o que se ha puesto silicona en los pechos, no me digáis...). De hecho, como madrina le he regalado unos pendientes a mi ahijada...
Ahora, hay otras cosas que de verdad me
parecen crímenes ornamentales. Por ejemplo, esos pobres bebés a los que visten
como bebés antiguos, con unos trajes que podrán ser monísimos (a mí la mayoría
tampoco me lo parecen, aunque reconozco el gran trabajo que suelen llevar
detrás) pero que a incomodidad no les gana ningún otro. Los bebés me dan mucha
grima porque parecen muñecos de porcelana o las Mariquita Pérez de nuestras madres.
Lo que me parece ya el súmmum es cuando les cascan la capota, sea invierno o
verano, vayan a una boda o de paseo al parque… El bebé, indefenso, no puede
escaparse ¡¡¡Y ZAS!!!, capota al canto. A mí, con esto, ya me da el yuyu
definitivo…
Imagen tomada de inmamariquita.galeon.com
Pero para mí, lo peor de lo peor, son las
cintas esas para la cabeza que se han puesto tan de moda. Suelen ser anchas,
entiendo que para que se agarren mejor, y a menudo llevan un lazo o una flor a
modo de repollo. No se sabe si el bebé lleva un huerto en la cocorota o si le
han abierto la cabeza en un accidente… Y hombre, algún bebé precioso se salva…
Pero señores, aunque seamos amantísimos padres, orgullosos de sus bebés, lo
cierto es que no todos los bebés son bonitos. No solo no todos no son guapos,
sino que hay muchos feos (y eso que desde que soy madre tiendo a ver bonitos
bebés que en condiciones normales vacía de hormonas me parecerían feos de
verdad). Si encima a estos pobres bebés les plantas semejante adorno en la
testa, el susto que se llevas uno es grande…
Incluso esta niña tan bonita no puede evitar el efecto repollo.
Imagen tomada de www.etsy.com
Y lo que sí que no me gusta nada, pero nada nada nada, son esas sesiones de fotos que se han puesto de moda en las que se adorna a los niños como si fueran mayores, o con elementos nada acordes a su edad. No dudo en absoluto de la calidad de las fotografías, porque seguramente los que las han hecho sean unos grandísimos profesionales, pero la estética no me gusta nada de nada. Yo soy más de captar al bebé tal y como es. No hay nada más grandioso que la belleza de los niños por el mero hecho de ser eso, niños. Os recuerdo la sesión de fotos que me hizo mi amiga Sara Lobla. Son este tipo de fotos las que a mí me parece que encierran más belleza y más verdad. Aprovecho y le agradezco una vez más su dedicación aquella tarde, ¡y todo por amor al arte!
Imagen tomada de articulo.mercadolibre.com.ar
Como ejemplo, este tipo de imágenes son las que a mí me gustan para captar quién es mi hija y tener un bonito recuerdo que no solo me parezca bello, sino que me remueva todo mi interior y rememore esos momentos fantásticos que compartimos juntas...
Así que desde aquí lanzo un grito de
auxilio, una petición de ayuda, en nombre de todos esos bebés indefensos que no
tienen la culpa de lo desequilibrados que estamos sus padres (¡yo la primera,
ojo!)