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Una cenita en vacaciones: restaurante El Cazurro (Cantabria)

martes, 12 de agosto de 2014

Esta entrada nada tiene que ver con la maternidad, pero creo que merece la pena dar a conocer este sitio porque es estupendo. Y como aún quedan días de vacaciones por delante, quizá alguien pueda aprovecharlo.

Yo, como auténtica Reina de las Nieves que soy, no puedo con el calor, y siempre que puedo me escapo al norte en verano. Tengo predilección por Cantabria porque pasé allí los veranos enteros durante casi 20 años de mi vida y de alguna manera puedo decir que me he criado allí. Me encantan las temperaturas, la comida y las playas. Es otro concepto de playa, quizá, porque recuerdo ir incluso los días de lluvia, y me lo pasaba igual de bien.

Ya por aquellos tiempos había un sitio al que íbamos a menudo a cenar que se llamaba El Cazurro. Por aquel entonces era un sitio bastante humilde, sin pretensiones, pero que hacía una comida para chuparse los dedos. Además estaba en un pequeño acantilado con una playa al lado, de modo que o bien podías ir a comer después de una mañana de playa, o bien ir a cenar para disfrutar de la maravillosa puesta de sol. Recuerdo comer muy ricos bocartes, bonito, maganos y pescados a la plancha. De postre siempre un calipo de lima-limón, y bueno, de cola cuando llegó la novedad. Ahí descubrí también las maquinitas del juego ese de explotar unas bolas que iban botando y había que reventarlas, el Pang. Para mí aquello era tecnología punta y cosa de mayores. Ya veis, así es la mirada de un niño... ¡Y después de cenar jugaba al Quién es quién con la hija del dueño!


Hubo un tiempo en que dejamos de ir a Santander por cuestiones laborales, pero el año pasado regresamos y decidimos volver a cenar a El Cazurro, con mucho miedo de lo que podríamos encontrarnos, entre otras cosas porque con el tiempo tendemos a idealizar las cosas buenas. Lo cierto es que ya no lo llevaba el hombre que lo regentaba cuando era niña. Ahora el local está mucho más cuidado, muy bonito puesto. Lo lleva un grupo de gente joven. No sé de qué se conocen, pero desde luego desde fuera parecen un grupo de amigos que han decidido embarcarse en esta aventura de llevar un negocio. Son todos gente muy simpática y los cocineros que tienen son muy buenos profesionales.


Han creado un ambiente cuidado y tranquilo, muy muy agradable. Ideal para ir en familia o también para una cena romántica. Predomina el color blanco, que personalmente me encantan, porque me da paz, que es lo que busco cuando estoy de vacaciones. Puedes entrar también a tomarte simplemente un café con tarta sentado en las sillas de mimbre junto a los ventanales mirando al mar, olvidándote de todo por un rato.


La carta no es muy amplia, pero las cosas que tienen están deliciosas: almejas, croquetas de chipirón en su tinta, langostinos a la plancha, pulpo, quesos del país, maganos encebollados, rabas... y suelen tener pescado fuera de carta, que suelen ser bonito, jargo o lubina, por lo menos las veces que yo he ido. Ya no puedo tomar un calipo de postre, pero hacen unas tartas riquísimas (a destacar la de zanahoria) y un arroz con leche para chuparse los dedos.

Desde el comedor, si tienes suerte, puedes disfrutar de unas vistas maravillosas. Es conveniente reservar, porque se llena. Y si reservas de los primeros te ponen las mejores mesas. Los jueves tienen música en directo, lo que es un punto más a su favor. Para saber quién toca cada semana se puede visitar su cuenta de Facebook, aquí.


No está lejos de El Sardinero de Santander, a unos 15-20 minutos. De verdad que si estáis por la zona os recomiendo que no os perdáis este sitio y disfrutéis de una agradable cena con comida bien rica y vistas maravillosas.