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150 palabras: Nuestras mañanas (niebla, sombra, instantes)

lunes, 28 de octubre de 2013

Ya está aquí el otoño y se nota, porque muchas mañanas amanecemos con una niebla baja que da al barrio un halo de magia.

Camino del coche Sofía va pisando las hojas, que crujen con cada uno de sus pasos, y aunque no vemos hacia dónde nos dirigimos, poco a poco empieza a vislumbrarse nuestro destino.

La luz de las farolas hace que la sombra de Sofía entre la niebla esté distorsionada. ¡Parece un animal mitológico! Le gusta compartir esos instantes con mamá, que sigue siendo una niña. Para ellas es como estar inmersas en una gran nube de algodón muy puro, sobre el que se podrían tumbar a dormir si no fuera porque por las mañanas hace frío.

La niebla se deposita sobre los cristales de los autos y las pequeñas gotitas les dan los buenos días desde fuera cuando por fin están las dos calentitas dentro del coche.

Imagen de mpancorbo (CC-BY)


Mi bolso es bastante aburrido...

viernes, 25 de octubre de 2013

He querido unirme a otra iniciativa de Terenya ya que me ha parecido muy original. En esta ocasión vamos a ver qué lleva cada una en el bolso con la finalidad de conocernos un poco más. Vaya de antemano que mi bolso es un rollo, pero espero que no os quedéis con la idea de que yo también lo soy. No es nada especial y trato de llevar siempre pocas cosas, porque no soporto cargar con mamotretos. Por tanto esto ha lugar a que no salga nada ni sorprendente ni divertido de él. Me congratularé, por tanto, si alguna termina de leer esta entrada. Me pensaré el daros algún premio...

He seguido la lista de Terenya y se me ha ocurrido un apartado más. Allá va:

1) La sorpresa. Eso que encontramos y nos saca una sonrisa: cualquier cosa que sea de mi hija, pero habitualmente no aparece nada suyo. Si acaso algún chupete, que nunca usa y por tanto desconozco cómo ha acabado ahí, o algún par de calcetines suyos que a veces sí que meto porque considero fundamental llevar los pies calentitos... Por ejemplo, en verano me dan miedo los aires acondicionados. En momentos de crisis la pequeña luce un look total-guiri con sandalias y calcetines. Manías de madre, porque que yo tenga a menudo los pies fríos y lo pase mal no quiere decir que a ella le pase lo mismo. Pero como es una sensación taaaan desagradable ella va a tener que ir tapada con calcetines de cuello vuelto hasta que aprenda a expresarse y emitir sus propias opiniones.

También me sacan una sonrisa mis llaveros de friki: un soldado imperial (manco ya, el pobre), recuerdo de mi curso de verano en Askov (Dinamarca), y Snape, que no tiene cara ya el hombre...


2) Lo útil. Aquello que siempre llevamos "por si acaso": un paquete de pañuelos de papel. No falla que si lo llevas no lo necesitas, y si te lo dejas en casa empiezas a soltar agüilla continuamente, si no es tu niña la que va con dos velas que ya quisiera la Catedral de Santiago para sí.

3) Lo imprescindible. Nunca te puede faltar y necesitas cada día. Si no lo llevas, te mueres: el móvil, porque en realidad no vivo atada a nada. Pero el móvil sí que lo uso cada día y no hablo de la parte meramente social, sino para organizar el día con el padre y el abuelo de la criatura, por si me llaman de la guarde, y esas cosas de primera necesidad. Soy el centro de coordinación. Si hay una catástrofe mundial y me llaman a mí se lo dejo resuelto en dos patadas. Pero me imagino que como os pasa a todas vosotras, ¿o acaso me equivoco? Debo matizar que no muero si no estoy con él: al contrario, disfruto del día a tope. ¡Ojalá no existieran estas ataduras!

4) La chorrada. Siempre lo llevas y nunca lo necesitas: un espejito. ¡Pero si no me maquillo! ¿Para qué demonios lo quiero?, ¿alguien me lo puede explciar? Pues porque es taaaaaan mono. Y quién sabe si en algún momento puede serme útil porque me quede perdida en el monte y necesite hacer una fogata. Entonces sacaría mi espejito y trataría de concentrar los rayos del sol sobre un montón de paja o maderitas para encender un fueguito y sobrevivir hasta que me encuentren. Es buen plan, ¿no? (ya, ya sé que no es el espejo adecuado para ello, pero por intentarlo...)


5) Lo soñado. Suspiras por llevarlo dentro: pues nada, porque como he dicho al principio detesto llevar bolso y llenarlo de cosas. Así que más bien yo diría: lo que suspiras por dejar fuera: ¡¡¡TODO!!!

6) Eso friki, raro, extravagante... una batería de repuesto para el móvil. Idea de Papá Mollete y es una de las mejores cosas que puedo llevar. Ocupa poco y puede sacarte de más de un apuro. Fundamental para sobrevivir en la jungla de asfalto.


7) ... ¿Algo más que he olvidado?,  ¡eso!! lo que siempre o casi siempre olvidamos. Pues si supiera qué es creo que me acordaría de meterlo... así que como se me olvida pues no tengo ni idea de qué es... Pero venga, me voy a esforzar y voy a decir un cacao de labios. Es pequeño, útil y es verdad que muchas veces surge la necesidad de usarlo y no lo llevas... ¡Viva Murphy y la madre que lo trajo al mundo!

Y esta es de mi propia cosecha:

8) Lo que detesto llevar pero lo necesito: la agenda. Es una monada, de El Principito, y me encanta. Pero no el llevarla, porque ocupa mucho espacio. Ahora, el correcto desarrollo de la semana depende de ella, así que no puede faltar. Un petardo, ufffff.



Y esto es todo amigos. No huyan desesperados, por favor...

La maternidad de la A a la Z: P de presión

jueves, 24 de octubre de 2013

Esta misma mañana (por ayer) comentaba que no tenía ánimo para escribir una nueva entrada, quizá por no haber comenzado la semana con muy buen pie. Tampoco me llegaba la inspiración como otras veces, así que estaba abocada al fracaso: sin entrada para el diccionario, a parte de que hace mucho que no escribo de manera libre. Hay algo que me tiene bloqueada.

Pero esta tarde de pronto ¡ZAS!, me vino la inspiración: presión. Tampoco es que porque me haya venido la palabra esté yo muy creativa. Es una breve reflexión, pero aquí la dejo.

¿De qué presión hablamos? ¿Por qué me vino de pronto? Esta semana mis horarios han sido un caos porque he tenido 3 médicos de mi padre y otro mío, y he tenido que estar haciendo encaje de bolillos para cumplir mis horas semanales en el trabajo. Gracias a Dios tengo mucha flexibilidad en ese aspecto y puedo hacer cada día como me convenga cumpliendo sólo un par de condiciones. Pero no tengo muchas posibilidades de dejar a Mollete al cargo de otras personas, así que cuando todos los planes se agotan toca llevarse a Mollete al trabajo, a buscar terremotos por el mundo. Al principio esta idea no me seducía en absoluto porque tenía que concentrarme con una niña terremoto (nunca mejor dicho) dando vueltas a mi alrededor, cogiéndolo todo y pidiendo brazos, justo el día en que tenía que resolver una cosa importante en la que llevaba anclada bastante tiempo. ¡Menuda presión pensar que tenía que sacar adelante mi trabajo a la vez que echar un ojo a la peque! Llevaba toda la mañana atascada en el mismo paso, sin encontrar la salida, y mira tú que es cuando la peque altera mi tranquilidad laboral cuando veo la luz y resuelvo de un plumazo un par de cosillas que tenía pendientes. ¡Bendita presión! A partir de ahora me la voy a traer al trabajo todos los días ;)


A raíz de eso me he dado cuenta de que yo funciono mejor así. Me pasó también el lunes: sola en casa con la niña durante 3 horas. Ella tenía que jugar (y siempre lo quiere hacer conmigo, por ahora aguanta sola muy poco aún), tenía que hacer la cena, mi comida para los dos días siguientes, ducharla y darle de cenar. ¿Pero cómo me va a dar tiempo a todo esto con Mollete pidiendo su ratito? ¡Es imposible! Pero es que tengo que hacer esas comidas y la niña tiene que jugar, no le voy a negar su tiempo conmigo. ¡Qué presión! Pues de nuevo, todo un éxito. Me dio tiempo a todo, de sobra, y la comida hasta quedó rica y todo.

Así que, desde que soy madre, funciono estupendamente bajo presión. Antes más bien me colapsaba, lo veía todo imposible y comenzaba un dolor tan intenso de cabeza que me llevaba a pensar que mi existencia no tenía sentido (sí, así de trágica me quedaba al final de todo). Eso terminaba conmigo metida en la cama si tenía la oportunidad y con el cerebro fundido. ¡Pero he mutado! Lo que no se es si será algo pasajero o perenne... Verde todavía no me he vuelto, ¿no?

150 palabras: el calor del invierno (mundo, puño, luz)

domingo, 20 de octubre de 2013


A Sofía le gustan las mañanas de invierno, en las que el frío parece clavarse en las mejillas coloradas cuando estás a la sombra, cuando el vaho sale de tu boca y juguetón empieza a cristalizar en el aire, y en las que llevas las manos cerradas en un puño para calentarlas porque no recordaste coger los guantes al salir de casa.

Pero no a todo el mundo le gusta el invierno. Sofía lo disfruta mucho. Le gusta salir a la terraza las mañanas de los domingos, que es cuando el Sol parece estar más generoso, y si se está quieta bajo su luz nota cómo su calor entra por la cabeza a su cuerpo, y se lo recorre de arriba a abajo. Un hormigueo que le va llenando de vida, le devuelve la energía y la confianza en sí misma. Es una de las mejores terapias que pueda existir.




150 palabras: los guías (ojos, agua, secreto)

domingo, 13 de octubre de 2013

Ssssssshhhh...es un secreto, así que no se lo digas a nadie: Sofía los ha visto.

Sí sí, hace ya unos días. Mamá le había hablado de ellos e incluso ella misma los presentía a menudo a su alrededor. A veces se le erizaban los pelos de la nunca cuando pasaban sigilosamente por detrás de ella, y una sensación de frío le cosquilleaba por todo el cuerpo, desde los pies hasta la cabeza.

La primera vez que los vio tuvo que frotarse los ojos porque no estaba segura de lo que estaba viendo. Incluso se echó agua en la cara por si acaso se hubiera quedado dormida. Pero nada de eso sirvió, era verdad: allí estaban, frente a ella, sonriendo y tendiéndole una mano.

Nuestros guías están a nuestro lado para protegernos, ayudarnos y acompañarnos en nuestra vida. Pero la mayoría de la gente no sabe escucharlos y desaprovecha su compañía.




La maternidad de la A a la Z: Q de quesos.

jueves, 10 de octubre de 2013


En realidad de lo que yo quiero hablar es de los pies mi niña. Pero dado que la Q se me resiste y culebrea entre las teclas del ordenador para que no la coja, he decidido tenderle esta trampa para acabar con ella.

Y es que en realidad, con 19 meses y pico, los pies de Mollete ya han empezado a ser quesos en toda regla, casi como los de los mayores. Ya no tienen aquel tamaño pequeñito, casi de Nenuco, que cabía en tu mano. Podías cerrar tus dedos entorno a ellos y aún así seguía quedando hueco. Esos pies eran para mí signo de la fragilidad del recién nacido. Algo que en el futuro va a ser fuerte, que le va a sostener en la vida y le va a permitir correr y cambiar de rumbo cuando así lo desee. Pero que al principio son un mero adorno que les cuelgan al final de las piernas. Que están fríos muchas veces, pero que otras tantas tienen ya una pátina de sudorcillo que hacen que se te escapen de las manos. 

Unos piececillos que cuando los apoyas en tus mejillas se cierran por reflejo y te pellizca levemente, como si fuera un monillo. Pies con dedos en miniatura, que parece que se los hayan pegado uno a uno en el pie: podrían ser obra del mejor escultor del mundo, tallados con detalle y colocados cuidadosamente en el sitio preciso. Pero no están quietos: aunque no saben usar los pies aún, los dedos se mueven, para arriba y para abajo; se cruzan y se estiran. Son pies que piden a gritos que les beses y les pegues mordisquitos, aunque los pies de adultos te provoquen rechazo.


Y luego esos piececillos empiezan a convertirse en quesos, en pinreles. Ya sostienen firmemente esas piernas regordetas. ¡Incluso hay días que empiezan a tener aroma propio! Te funquelan los tachines, que decía mi abuelo ( Inciso; ¿sois conscientes de la de préstamos que el caló ha dado al español?: pirarse, fetén, chola, molar, camelar... A mí es que estas cosas me apasionan, jajaja.). Les ves grandes, como peanas, y fuertes, pero los muy pillos siguen pidiéndote besos a todas horas. A ella le gusta que juegues con ellos y tú estás deseando hincarles el diente.

Esos pinreles ya sostienen a la persona, que ha empezado a desarrollarse como tal, que empieza a caminar por la vida con su propio genio, personalidad y humor. Con una manera de ser tan propia que a veces me desconcierta. Sus pies la van a llevar por la vida y espero que lo hagan de manera sabia y firme. Que en el camino que tienen que recorrer aprenda a decidir siempre por ella misma, siendo capaz de valorar lo que tiene frente a sí, crítica con lo que se le presenta. Y que ante todo sea buena, que respete siempre a los demás.


Si tu supieras dónde te pondría la colilla...

martes, 8 de octubre de 2013

Me he prometido a mí misma que no llenaría esta entrada de desahogo de palabras malsonantes, que es lo único que me sale por la boca en este momento. Palabras de indignación al malnacido que se dedica a tirar colillas a la calle por la ventana. A este ser despreciable en particular y a todos los malparidos que también lo hacen. No solo es un acto incívico, sino peligroso. Ayer le cayó encima una colilla a mi ahijada mientras paseaba con sus padres por la calle. Su madre, a parte de preocupada por su hija, lo estaba por el carro que yo le había prestado que se quemó un poco en el lateral, pero eso es lo de menos. Esa colilla pudo quemarle la piel a la Pequeña P, pudo provocarle quemaduras leves, o prender y provocar un problema mayor. Podría haber caído en su ojo y dejarla ciega, por ejemplo. Afortunadamente a la niña no le pasó nada, pero a mí se me llena el corazón de dolor, el alma de indignación y en mi boca se atropellan las palabras para calificar a este energúmeno, a este cafre, que no es capaz de pensar en los demás porque su cráneo está hueco y la única neurona que tiene y que le sirve para tirar la colilla a la calle hace eco entre esas paredes vacías.

Y la impotencia que me queda de no poder decirle cuatro cosas bien dichas...