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La maternidad de la A a la Z: Q de quesos.

jueves, 10 de octubre de 2013


En realidad de lo que yo quiero hablar es de los pies mi niña. Pero dado que la Q se me resiste y culebrea entre las teclas del ordenador para que no la coja, he decidido tenderle esta trampa para acabar con ella.

Y es que en realidad, con 19 meses y pico, los pies de Mollete ya han empezado a ser quesos en toda regla, casi como los de los mayores. Ya no tienen aquel tamaño pequeñito, casi de Nenuco, que cabía en tu mano. Podías cerrar tus dedos entorno a ellos y aún así seguía quedando hueco. Esos pies eran para mí signo de la fragilidad del recién nacido. Algo que en el futuro va a ser fuerte, que le va a sostener en la vida y le va a permitir correr y cambiar de rumbo cuando así lo desee. Pero que al principio son un mero adorno que les cuelgan al final de las piernas. Que están fríos muchas veces, pero que otras tantas tienen ya una pátina de sudorcillo que hacen que se te escapen de las manos. 

Unos piececillos que cuando los apoyas en tus mejillas se cierran por reflejo y te pellizca levemente, como si fuera un monillo. Pies con dedos en miniatura, que parece que se los hayan pegado uno a uno en el pie: podrían ser obra del mejor escultor del mundo, tallados con detalle y colocados cuidadosamente en el sitio preciso. Pero no están quietos: aunque no saben usar los pies aún, los dedos se mueven, para arriba y para abajo; se cruzan y se estiran. Son pies que piden a gritos que les beses y les pegues mordisquitos, aunque los pies de adultos te provoquen rechazo.


Y luego esos piececillos empiezan a convertirse en quesos, en pinreles. Ya sostienen firmemente esas piernas regordetas. ¡Incluso hay días que empiezan a tener aroma propio! Te funquelan los tachines, que decía mi abuelo ( Inciso; ¿sois conscientes de la de préstamos que el caló ha dado al español?: pirarse, fetén, chola, molar, camelar... A mí es que estas cosas me apasionan, jajaja.). Les ves grandes, como peanas, y fuertes, pero los muy pillos siguen pidiéndote besos a todas horas. A ella le gusta que juegues con ellos y tú estás deseando hincarles el diente.

Esos pinreles ya sostienen a la persona, que ha empezado a desarrollarse como tal, que empieza a caminar por la vida con su propio genio, personalidad y humor. Con una manera de ser tan propia que a veces me desconcierta. Sus pies la van a llevar por la vida y espero que lo hagan de manera sabia y firme. Que en el camino que tienen que recorrer aprenda a decidir siempre por ella misma, siendo capaz de valorar lo que tiene frente a sí, crítica con lo que se le presenta. Y que ante todo sea buena, que respete siempre a los demás.