A Sofía le gustan las mañanas de
invierno, en las que el frío parece clavarse en las mejillas
coloradas cuando estás a la sombra, cuando el vaho sale de tu boca y
juguetón empieza a cristalizar en el aire, y en las que llevas las
manos cerradas en un puño para calentarlas porque no recordaste
coger los guantes al salir de casa.
Pero no a todo el mundo le gusta
el invierno. Sofía lo disfruta mucho. Le gusta salir a la terraza
las mañanas de los domingos, que es cuando el Sol parece estar más
generoso, y si se está quieta bajo su luz nota cómo su calor
entra por la cabeza a su cuerpo, y se lo recorre de arriba a abajo.
Un hormigueo que le va llenando de vida, le devuelve la energía y la
confianza en sí misma. Es una de las mejores terapias que pueda
existir.