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Si tu supieras dónde te pondría la colilla...

martes, 8 de octubre de 2013

Me he prometido a mí misma que no llenaría esta entrada de desahogo de palabras malsonantes, que es lo único que me sale por la boca en este momento. Palabras de indignación al malnacido que se dedica a tirar colillas a la calle por la ventana. A este ser despreciable en particular y a todos los malparidos que también lo hacen. No solo es un acto incívico, sino peligroso. Ayer le cayó encima una colilla a mi ahijada mientras paseaba con sus padres por la calle. Su madre, a parte de preocupada por su hija, lo estaba por el carro que yo le había prestado que se quemó un poco en el lateral, pero eso es lo de menos. Esa colilla pudo quemarle la piel a la Pequeña P, pudo provocarle quemaduras leves, o prender y provocar un problema mayor. Podría haber caído en su ojo y dejarla ciega, por ejemplo. Afortunadamente a la niña no le pasó nada, pero a mí se me llena el corazón de dolor, el alma de indignación y en mi boca se atropellan las palabras para calificar a este energúmeno, a este cafre, que no es capaz de pensar en los demás porque su cráneo está hueco y la única neurona que tiene y que le sirve para tirar la colilla a la calle hace eco entre esas paredes vacías.

Y la impotencia que me queda de no poder decirle cuatro cosas bien dichas...