Esta entrada tiene un carácter meramente informativo, nada de morboso. La necesidad me surge porque en el momento de enfrentarme al aborto espontáneo me han ayudado las experiencias de amigas y conocidas, sobre todo del mundo 2.0, donde es más fácil llegar a más número de personas en el mismo tiempo. Antes de poder hablar con todas ellas busqué en internet acerca de los procedimientos médicos para la expulsión de todo lo que alberga el útero ya que tenía que decidir en 1h qué opción quería, y si bien del legrado pude encontrar sitios serios que me ayudaron, de las pastillas lo que encontré mayoritariamente fueron webs para la interrupción voluntaria del embarazo. Por un lado no me ofrecían ningún tipo de información certera acerca del proceso y sobre qué podía esperar de él, y para colmo me venía abajo viendo casos de mujeres que por decisión personal no querían seguir adelante con su embarazo cuando yo acababa de perder el bebé que tanto deseaba.
Muchos estaréis pensando que para resolver las dudas están los médicos, y estamos de acuerdo. Ante todo, preguntad, preguntad y por si acaso, volved a preguntar. No os quedéis con ninguna duda porque es una decisión importante la que vais a tomar. Pero puede ser que os pase como a mí: recibí respuesta a casi todas mis preguntas, menos para una que para mí era fundamental. Lo comentaré un poco más adelante. Primero quiero ir introduciendo el tema.
Voy a intentar presentar datos e información real, a parte de mi experiencia personal. Escribo esta entrada con el documento de información que me dieron en el hospital de La Paz, en Madrid, es decir, con datos médicos reales.
No voy a descubrir nada nuevo pero quiero recordar que el aborto espontáneo en el primer trimestre de gestación es una patología que afecta aproximadamente al 15% de embarazos que ya han sido diagnosticados, es decir, que hay también pérdidas antes de que la mujer sepa que está embarazada (la típica frase uy, se me ha retrasado la regla 12 días muchas veces es un embarazo que no ha cuajado), pero son eliminados naturalmente por el organismo. Por tanto estamos hablando de algo que es muy frecuente, aunque este hecho no lo haga menos doloroso. Si os pasa no os asustéis ni os torturéis pensando que algo va mal con vuestro cuerpo, porque no es así.
Quiero puntualizar que para casos más especiales, como un embarazo ectópico, los pasos a seguir y el tratamiento no tienen nada que ver con lo que yo estoy relatando aquí. Y que hay otros casos de aborto espontáneo en los que el cuerpo lleva a cabo el proceso de evacuación sin necesidad de ningún tratamiento.
Normalmente la señal de alarma la da un sangrado, que puede ser más o menos abundante. El mío, como ejemplo, fue muy muy leve, apenas un manchado. Sin embargo hay otros casos en que el aborto se diagnostica en una ecografía rutinaria de control. Y en otros muchos casos más este sangrado es una simple señal de alarma para que la mujer embarazada guarde reposo. Tras tomarse la vida de un modo más calmado y tras unos pocos meses más, la mujer tendrá entre sus brazos un precioso bebé. Así que si comenzáis a sangrar no os pongáis nerviosas, porque muy probablemente no sea más que un susto.
Ante un aborto espontáneo hay que tomar decisiones bastante rápidas, incluso teniendo que aparcar momentáneamente la parte emocional que se te viene encima para poder pensar racionalmente, porque en el hospital te van a dejar solamente un rato para decidir cómo quieres ser tratada. Está claro que hay que expulsar todo lo que está albergando el útero en ese momento, que son el embrión, sangre, y algún producto más. Para esto hay dos métodos, aunque tras hablar con varias amigas he visto que a muchas de ellas no les ofrecieron la posibilidad de elegir y directamente le impusieron uno de ellos.
1) El legrado: es quizá el método más empleado hasta la fecha. Requiere ingreso en el hospital y el uso de anestesia (a veces general, a veces es solamente sedación). El dato importante es que, aunque es una técnica muy sencilla y breve (dura entre 30 minutos y 1 hora) y si todo va bien el alta te la pueden dar incluso el mismo día, no deja de ser una intervención quirúrgica, lo que quiere decir que implica una serie de riesgos. Entre el 6 y el 8% de legrados se complican. Que este dato tampoco asuste, porque una complicación puede ser simplemente que queden restos y por tanto haya que repetir el legrado. Aunque puede darse alguna complicación más seria, muy ocasionalmente. Con esto no pretendo asustaros, sino que tengáis la información necesaria que me dieron a mí para poder decidir. Repito que estos datos los estoy sacando directamente del consentimiento informado que me dieron a mí en el hospital.
Este procedimiento suele requerir la dilatación del cuello uterino en muchos casos y los productos del embarazo son retirados con material quirúrgico o bien mediante aspiración. En ocasiones, aunque no es lo habitual, se suele necesitar un segundo legrado para terminar la limpieza del útero, como ya os he comentado antes.
2) Las pastillas: es un tratamiento alternativo que busca evacuar el contenido uterino sin usar técnicas invasivas, aunque no siempre se consigue. Solo se puede usar hasta la semana 13 de gestación y en embarazos de un solo embrión.
Para saber si se está en condiciones de llevar el tratamiento se realizarán análisis de sangre. El procedimiento consiste en introducir en la vagina una dosis de prostaglandina. En mi caso se usó misoprostol. Esta sustancia provoca contracciones y dilata el cuello del útero de modo similar a como las provoca la oxitocina cuando llega la necesidad de inducir el trabajo de parto al final del embarazo, aunque según me explicó una de las médicas que me atendió, no por el mismo mecanismo, ya que el útero no es sensible a la oxitocina hasta el final del embarazo.
Tras haber colocado las pastillas en la vagina la mujer podrá irse a casa, donde se llevará a cabo todo el proceso. Si os dicen que si os encontráis bien os podéis ir a trabajar (a mí me dijeron esto) mi opinión es que no hagáis ni caso. Esto es un proceso que hay que llevar en la tranquilidad e intimidad del hogar. Es conveniente que se esté acompañado de un adulto, por la parte física y por supuesto por la parte emocional que implica este proceso. Como media se tarda unas 6h-12h en expulsar los restos tras la administración de las pastillas. No os desesperéis si ha transcurrido este tiempo y no habéis conseguido el objetivo. Yo expulsé todo en el hospital mientras esperaba a recibir la segunda dosis, 48h después, que es lo que me hicieron esperar a mí. Tened en cuenta que al fin y al cabo el cuerpo también intentará expulsarlo por su cuenta. Así que calma y no penséis que las cosas no están sucediendo cuando deberían.
A los 3 días de haberse administrado la dosis de pastillas se realiza un control para comprobar si se ha procedido a la evacuación total. Si no es así se puede poner una segunda dosis (si no se quiere recurrir al legrado). En esta ocasión se dejan 5 días para ver si el cuerpo logra limpiarse. En caso de no haber logrado la evacuación ya no se dará una tercera dosis, sino que la opción definitiva será el legrado.
Estas pastillas logran su objetivo tras la primera dosis en un 50% de los casos. Tras la segunda dosis se logra una efectividad total del 80%, es decir, que de las mujeres que requieren la segunda dosis el 60% logra el objetivo.
Lo que sentirá la mujer en este proceso será similar a lo que sentiría en una expulsión espontánea: cólicos y sangrados. Los dolores son fuertes y en mi caso me recomendaron tomar ibuprofeno y paracetamol de manera alterna, y he de decir que gracias a ellos pude soportarlo todo perfectamente. Es cierto que en el momento de las expulsión los dolores fueron mayores, pero en mi caso particular similares a esas reglas tan fuertes que a veces algunas tenemos. Y me dijeron que si por el motivo que fuera no soportaba el dolor, que acudiera al hospital que me podrían algo por vena. No van a dejar (o no deberían) que paséis dolores gratuitamente.
Yo reconocí perfectamente que se acercaba el momento definitiva, pues aunque en mi embarazo anterior no dí a luz, sino que tuvo que ser cesárea, recordaba las palabras de muchas mujeres que sí habían pasado por un parto y hablaban de las contracciones que empiezan desde los riñones. Cuando empecé a notar sobrecarga y algo de dolor en esa zona entendí que el momento de la evacuación estaba próximo. No os asustéis, solamente aseguraos de estar acompañadas en un aseo de un sitio tranquilo donde podáis llevar el proceso de la manera que sea más fácil para vosotras, donde podáis llorar o gritar o comportaros como os salga en ese momento, que son unos instantes duros sobre todo emocionalmente, no os voy a engañar. Quiero repetir que los dolores fueron totalmente tolerables porque estaba tomando los analgésicos, así que no os angustiéis tampoco en este aspecto, aunque está claro que cada uno tiene un umbral del dolor diferente.
Es necesario vigilar el sangrado que acompaña la expulsión. En mi caso no fue nada exagerado ni preocupante, quizá porque llevaba dos días sangrando previamente, pero hay que vigilar que no sea excesivo, en cuyo caso habría que acudir inmediatamente al hospital. Es habitual que tras la expulsión el sangrado dure unos 9 días más. En ocasiones puede aparecer algo de fiebre o diarreas. Para esto último se precisa mucha hidratación; no os olvidéis de beber agua abundantemente en estos casos. La fiebre será controlada por la analgesia que estamos recibiendo.
Para mí hay un factor muy importante del que no se habla en los papeles y es el factor psicológico. Yo me planteé si sería capaz de aguantar psicológicamente en casa esos días de expulsión y si vería algo que pudiera traumatizarme. Y así retomo la pregunta que en mi caso se quedó sin respuesta. La chica que me atendía en ese momento me dijo que no podía decirme ya que ella no había pasado por esto. No me pareció una respuesta adecuada pues creo que como médico sí debe saber qué se espera ver. Imaginaos si cada médico que es capaz de describir los efectos secundarios de la quimioterapia fuera porque previamente ha pasado una sesión de quimio... Quiero hablar de esto porque para mí era el punto que me haría decidirme por un tratamiento u otro. Al final yo sí miré porque quería estar segura de que el proceso estaba acabando, y os puedo decir que no se ve nada que se pueda asemejar a un bebé ni nada que pueda traumatizaros. Solamente un coágulo grande y cae tan rápido que no da tiempo a fijarse en nada. Si a mí me hubieran dicho esto desde el principio no hubiera dudado en tomar las pastillas, pero me atemorizaba mucho el no soportarlo psicológicamente. Y no fue hasta cuando conocí las experiencias de otras personas cuando supe que podría sobrellevarlo. Por eso lo he querido compartir aquí. Diré que sé de gente que directamente optó por el legrado porque eran conscientes de que no podría enfrentarse a este proceso de expulsión. Pero he de reconocer que finalmente para mí el hacerlo así fue una ayuda en el plano psicológico: creí que pasar por el proceso natural del cuerpo (aunque forzado por las pastillas) me ayudaría a entenderlo y aceptarlo porque estaría siguiendo los pasos que la madre naturaleza nos había proporcionado para superar estos casos. Y así fue. Pero cada uno es un mundo, y creo que para tomar una decisión que se adecue a vosotras debéis plantearos dos cosas importantes:
- los pros y contras físicos de una intervención como un legrado, frente a un tratamiento no invasivo.
- la resistencia anímica que tenéis (nadie se conoce mejor que vosotras) para sobrellevar la expulsión por el propio cuerpo.
Y una cosa
muy importante: a mí me dijeron en el hospital que tras las pastillas al día siguiente podía ir a trabajar porque era como una regla. Partiendo de que no es así dada la carga emocional que supone la interrupción involuntaria del embarazo, y desde un caso
ligth como el mío, que no me causó dolores grandes ni un trauma
extra y en el que el sangrado fue menor que en una regla, puedo decir que
son necesarios unos días de recuperación. Al día siguiente fui a trabajar, porque así me lo dijeron, y a media mañana mis compañeros me tuvieron que llevar a casa porque me dio una flojera muscular considerable, fruto del cansancio y de la tensión de los días vividos. Y en el ambulatorio fueron dos médicos diferentes los que me dijeron que necesitaba unos días de descanso. Así que si optáis por las pastillas, que no os hagan el lío, que no hay necesidad de hacerse las fuertes. Que bastante gordo es por lo que estamos pasando.
La respuesta a la pregunta de si lo podría sobrellevar psicológicamente junto a la que me dieron cuando pregunté que qué proceso iba a tener más recuperación (no me apetecía nada estar demasiado tiempo de recuperación, y a esto me respondieron que si lo que quería era cogerme la baja), me hizo pensar que aunque entiendo que los médicos tienen que separarse un poco del problema para no volverse locos, hay ciertas frases que tienen que evitar. ¿No sería necesario algún curso para ayudarles? Me da también que deben de estar algo presionados desde arriba para no conceder bajas y demás... porque todo el rato no hacían más que decirme que al día siguiente podía seguir con mi vida normal... Así que aprovecho, como mi amiga Anya de
Perdida en Sebastopol y que estos días ha tenido que pasar por algo similar pero más duro aún, para pedir que se cuide la sanidad pública, que es un pilar fundamental de nuestra sociedad. Que se destinen recursos tanto económicos para mantenerla como de medios para formar al personal. Que es un beneficio para todos. No seamos tontos.
Y que mucho ánimo si estás leyendo esto porque estás en esta situación. Oirás que la gente te dice que mejor así, que si ha pasado es porque habría algún problema cromosómico, que no influye en un futuro embarazo... y seguramente todas estas palabras
tan ciertas no sirvan para nada y no te quiten la tristeza. Pero es que es normal sentirse triste. Hay que pasar por el duelo.
Llora.
Desahógate.
Date tiempo, que todo se cura.
No se trata de olvidar, porque yo no voy a olvidar nunca a mi Garbancito, pero aprenderás a aceptarlo y seguirás viviendo con un montón de alegrías que llegarán en el futuro.
Fue el tiempo que pasaste con tu rosa el que la hizo tan importante.
(El Principito, Antoine de Saint-Exupéry)
Imagen tomada de majmajest.com
Aprovecho para agradecer a todo el mundo el apoyo que me ha dado estos días, unas personas contando su experiencia y ayudándome a enfrentarme a esto de la manera más práctica posible, otras con palabras de buena voluntad y llenas de cariño que han ayudado a curar el alma. Amigas "en directo", amigas virtuales, mamás tuiteras, mamás blogueras... No os nombro a todas porque es alucinante la cantidad de gente que se ha preocupado por mí estos días. Todas habéis sido fundamentales para ayudarme a superar esto y esta entrada no es más que el reflejo de todo lo que me habéis dado.
¡Gracias!