Pues la imagen de hoy tampoco tiene mucha historia... pero es lo que toca: lo que hoy llevo puesto. Ahí está. Camiseta verde, pantalones vaqueros y bailarinas blancas. Y a correr, que hoy hay mucho trabajo y parece ser que por la tarde visita al IKEA, que me muero por tener un par de sillas y una mesa en mi miniterraza y poder salir a disfrutar de la noche veraniega, que yo creo que es lo único que me gusta del verano...
Reto fotográfico de 30 días. Día 1: autorretrato.
domingo, 30 de junio de 2013
Últimamente me he encontrado por todas partes con retos fotográficos: en Pinterest, Instagram, Facebook... unos duran un mes, otros hasta un año... No creo que tengan ninguna finalidad en concreto salvo pasar un buen rato y dar a conocernos un poco más.
A mí me encanta la fotografía, lo que no implica que sea buena fotógrafa. De hecho soy una manta, mis fotos son normales y si salen bonitas es porque ese día la luz era genial o por casualidades de la vida. Pero yo lo paso bien y disfruto viendo buenas imágenes, de las que espero aprender algo. Así que, ahora que vienen por delante algunas semanas de vacaciones, he pensado que quizá sea un buen momento para apuntarse a uno de estos retos.
He optado por uno de un mes porque creo que es algo alcanzable. El reto de un año me parece bonito pero muy poco realista, y a mí me gusta acabar lo que empiezo. Y bueno, quién sabe: si este me resulta sencillo de acometer, quizá pueda lanzarme más adelante a uno de un año.
Las fotografías no son libres, sino que tienen que centrarse en la temática que se indica en cada día en concreto. Os presento el reto tal y como lo encontré en Pinterest (me llevó al blog de Little Bennet):
Cada día iré publicando la fotografía que toque. Hoy es el turno de un autorretrato. Así que acá va:
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Día 1. Autorretrato. |
150 palabras: Las flores que ya no olían (sobre, baile, maleficio)
¿Qué maleficio había conseguido que las flores dejaran de oler? Ni siquiera la
lavanda que Sofía guardaba en un sobre conservaba su aroma de verano. Sabía que los indios tenían un baile con el que conseguían que comenzara a llover. ¿Habría también
un baile para recuperar el olor de las flores?
Hizo una corona de flores que se
puso en la cabeza, y comenzó a bailar entorno al rosal de su abuela Consuelo.
Le ofreció el baile a Flora, la diosa romana de las flores, porque pensó que
era la única capaz de arreglar el problema. Tarareaba una melodía alegre y
suave que incitara a las flores a perfumar de nuevo el aire. Bailaba dando
ligeros saltos, moviendo los brazos de un lado para otro. Daba vueltas sin
parar, totalmente entregada al baile. De pronto un suave olor a azahar vino
flotando en la brisa. Flora había recibido el recado.
La maternidad de la A a la Z: C de conciliación
jueves, 27 de junio de 2013
Hoy, por caprichos del destino, van a unir sus caminos el carnaval de
La maternidad de la A a la Z y el movimiento de #Mareafucsia, que este
viernes estará dedicado a conciliación, que es una palabra que está muy de
moda. Hace unas semanas ya escribí una entrada al respecto (¿Conciliación? Me suena la palabra... pero ahora no sé de qué...). Aquella estaba escrita desde
el cabreo más profundo que me movió ese día a desahogarme dándole a la tecla.
Hoy, sin embargo, intentaré hacer un análisis más objetivo de la situación. Y seguramente me repetiré en muchas cosas, pero creo que es necesario aprovechar que este viernes 28 de julio la Marea fucsia revolucionará la red con su particular oleaje.
Según la RAE, la conciliación es
la acción y efecto de conciliar. Esto no nos aclara mucho. Sigamos a ver qué
nos dice acerca de conciliar. Tiene varias acepciones, pero creo que la que nos
interesa en el día de hoy es la siguiente:
Conformar dos o más proposiciones
o doctrinas al parecer contrarias. Poner de acuerdo [a dos o más personas entre
sí] y hacer compatibles [cosas opuestas entre sí].
Sí, efectivamente, este es el
punto: conformar dos facetas contrarias, es decir, el trabajo y la vida
familiar. Hacerlas compatibles. Bueno, y ahora es cuando os ha entrado la risa, ¿no?
Desde luego que hay leyes, como
ya he comentado en otras entradas, que supuestamente promueven esta conciliación,
pero creo que casi todos hemos experimentado en nuestras propias carnes la
imposibilidad de una conciliación real.
Para empezar tenemos el tema de
las guarderías: las públicas no se las dan a casi nadie (por lo menos en
Madrid). A la Pequeña P no le han dado plaza, su madre cobra 750€ y su padre
está en el paro. Sí, claro; él se puede encargar de ella mientras no trabaje,
pero ¿acaso no tiene derecho a intentar buscar un empleo? Las privadas son muy
caras. El precio varía mucho dependiendo de la zona en que vivas. En la mía por 275€ al mes
encuentras aparcamientos de niños, tal cual. Si quieres un sitio decente del
que fiarte, con un proyecto pedagógico, ya tienes que desembolsar 575€. ¿Es
esto normal?
Dentro de la administración general
del estado (AGE) la cosa no cambia. Yo tengo que estar muy agradecida de que en el
ministerio en el que trabajo haya una guardería, de grandísima calidad, y a un
precio estupendísimo. Pero siempre hay peros, y en este caso es el horario. Desde la
misma AGE se promueve la conciliación, incluso con temarios en las oposiciones,
y se les llena la boca con este tema, pero luego a la hora de la verdad van y ponen un horario de guardería
más corto que el horario de trabajo de sus empleados. ¿Alguien me puede
explicar esta incongruencia?
Sigamos hablando de la AGE: su
jornada de verano. Que sí, que lo sé, que es maravillosa… bueno, pero yo soy de las que piensa que las cosas, cuando se hacen, hay que hacerlas bien: tengo que trabajar al día 6.5h pero solo me dan 7h para
hacerlas. Es decir, no tengo margen de maniobra si tengo que llevar o recoger a
mi hija de la guardería, porque tardo en llegar desde mi centro de trabajo a la
guardería (como todo hijo de vecino, supongo), y no cubro ese trayecto con esa media hora de “flexibilidad”. Y el
horario de la guarde es el que es, no se adapta a mi jornada de trabajo. ¿Por
qué no dejan más margen, como en invierno, para hacer el horario? Que cada uno
se apañe como mejor le venga para poder atender tanto a su trabajo como a su
familia, mientras se cumpla con las obligaciones laborales.
¿Y qué hay de las vacaciones de
verano y esa manía de las empresas de no dar un poco de flexibilidad? Muchos
padres se tienen que coger las vacaciones de manera separada para poder hacerse cargo de sus hijos durante todo el período estival en que no hay guarderías ni escuelas, pero si las
empresas obligan a coger las vacaciones exclusivamente en agosto no se puede lograr un solape temporal adecuado para solucionar este problema de los niños en casa. Porque no todo el mundo tiene dinero para pagar a quien dejar a cargo de los hijos, o no todo el mundo tiene abuelos, y aunque los tuviera, la solución no es pasarle la pelota a ellos.
¿Qué me contáis de la obligación a gastar una hora ¡e
incluso 2! para comer? Esto supone dilatar la jornada laboral por la tarde, de modo que cuando
llegas a casa tus hijos están ya medio acostados: la otra parte de la pareja es
la que se ha hecho cargo de todo, y tú has perdido un buen rato de estar con
tus hijos. Y bueno, si la familia es monoparental, ya apaga y vámonos, directamente...
Y seguro que hay mil ejemplos
más, pero no quiero hacer de esta una entrada infumable. Solo hacernos reflexionar
un poco, aunque creo que no somos precisamente nosotros, los padres blogueros,
los que necesitamos reflexionar sobre este asunto, porque lo vemos la mar de claro. Y los que deben pensar más acerca de este tema no quieren o no se dan por aludidos. Pero sí que estoy convencida de que está en nuestras manos hacer presión y obligar a mejorar las condiciones. Porque esto es una auténtica vergüenza.
Tiramisú
martes, 25 de junio de 2013
Hoy nos ponemos golosonas... y mira que
yo no lo soy mucho, pero sé reconocer cuando algo está rico y bien
hecho. Y ese es el caso del tiramisú que hace mi amiga María José.
Un tiramisú ligero, con sabor, equilibrado, que no empalaga ni a
café ni a licor... He probado muchos tiramisús, y la mayoría van
escasos de mascarpone y exceso de bizcochos, y con demasiado café y Amareto, que van chorreando creando una mezcla asquerosilla sobre el plato. Hombre, si te
gusta no hay problema, pero creo que en una receta con tantos
ingredientes lo bueno es saber alcanzar el equilibrio entre los
sabores, y no que unos maten a los otros. Y esta receta, que le dio
una compañera de gimnasio a mi amiga, es de esas. No me atribuyo,
por tanto, el mérito de la receta. Pero quiero compartirlo porque
seguro que esto hace que el mundo marche mejor, ¿que no? :D
Así que lo primero son los
ingredietes:
- ½ Kg de queso mascarpone. El que sea. Se puede encontrar en casi todos los súper, por lo menos cerca de mi casa. A mí me gusta especialmente el de Galbani, pero funciona cualquiera, por supuesto.
- 80 gr de azúcar moreno
- 4 huevos
- 24 bizcochos de soletilla. Este es otro clásico que se encuentra en cualquier parte.
- 1 taza de café muy fuerte
- 1 vaso pequeño de Amareto
- Cacao amargo y virutas de chocolate
¿Y cómo juntamos todo esto para que
parezca un tiramisú y no una tortilla francesa? Pues más fácil,
imposible:
Lo que yo haría en primer lugar es
hacer el café, para que luego se vaya enfriando hasta alcanzar la
temperatura ambiente. Lo reservamos mientras se enfría.
Separar las yemas de las claras.
Mezclar el queso mascarpone con las yemas y el azúcar moreno. A mí
me gusta dejar reposar un rato porque el azúcar se disuelve y
entonces la mezcla queda mucho mejor. A continuación, y en otro recipiente, se montan las
claras a punto de nieve con una pizca de sal. Ya sabéis eso que
dicen las madres: las claras están montadas cuando le puedes dar la
vuelta al cacharro y no se caen. Pues eso: paciencia. El siguiente
paso es echar las claras, con suavidad y cuidado, a la mezcla anterior
de yemas, azúcar moreno y mascarpone. Para mezclarlo bien remover
con suavidad siempre de arriba a abajo, para que las claras no “se
desmonten”. Si lo hacéis así, sigue entrando aire y ayuda a que se
mantengan.
Retomamos el café, y pasamos los
bizcochos por el amareto y el café. Cada cual al gusto: si quieres mucho
sabor, que empapen bien. Personalmente, me gusta que sepan a café y
licor pero no que quede todo empapurciado y que vaya chorreando, como
te lo encuentras en muchos restaurantes. Y recordad que el amareto es
un licor fuerte...
Vamos colocando en un recipiente una
capa de bizcochos y a continuación una de la mezcla del mascarpone.
Luego colocamos una segunda capa de bizcochos y echamos encima el
resto del mascarpone. Por encima espolvoreamos el cacao amargo ayudados de
un colador, y alguna virutilla de chocolate amargo que habremos
rallado previamente.
Recipiente, el que sea. Da igual, que
de ahí va a ir a la nevera a reposar unas 4 horas antes de comer.
Más fácil, imposible. Ahora cada cual
que busque su punto de equilibrio de cómo le gusta que sepa.
A papá Mollete no le gustan ni el café
ni el licor, así que probé a pasar los bizcochos por leche que
había hervido previamente con unas vainas de vainilla. A ver, no es
lo mismo, pero está rico. Y es una solución para los que no les
gusta el café ni el licor, pero sí el resto del postre. Pero seguro que se os ocurren otras mil alternativas. Por ejemplo, pasar los bizcochos en leche con cacao... ¡me lo apunto!
150 palabras: sin nada que se interponga en su vida
lunes, 24 de junio de 2013
Sofía es así: un
terremoto que sigue adelante pase lo que le pase. Ayer se dio un buen
golpe. No sabemos cómo, pero oímos un quejidito. Al ir a ver qué
ocurría allí estaba ella, con una sonrisa de oreja a oreja aunque
un hilillo de sangre salía de su nariz. Le daba igual, podía con
todo. A mamá le vinieron a la mente recuerdos de cuanto era pequeña:
a ella sí le impresionaba la sangre, y era normal que se partiera el
labio haciendo el bruto al jugar. Pero Sofía es de otra pasta: cae,
se levanta y sigue. Si se da un golpe en la cabeza, se rasca con la
mano y a otra cosa mariposa. Me gusta ver que lucha por conseguir lo
que quiere, que nada se interpone en su camino. Espero que mantenga
siempre esta actitud ante la vida y le ayude a ser feliz.
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