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Un nacimiento respetado

miércoles, 25 de marzo de 2015

Pues la segunda ya está aquí. Ha sido un embarazo muy diferente del que apenas he contado nada, pero es que sentía que lo quería llevar dentro, muy interiorizado. Y el hecho de contarlo me iba a impedir esta introspección que tanto necesitaba.

Quería ir paso a paso, conduciendo mi embarazo hacia un parto soñado, buscando los profesionales adecuados que me iba a llevar a él, y puedo decir que lo conseguí. Estaba muy escarmentada de mi parto anterior, que no fue tal, sino cesárea, porque me indujeron el parto a lo bestia y sin darme tiempo a dilatar. Cuando consideraron que ya habían esperado lo suficiente (estamos hablando de 4 horas) decidieron hacer cesárea, y yo, que era una auténtica pardilla, pasé por el aro. En su momento no le di mayor importancia, llegando incluso a pensar que si no llega a ser por esa cesárea mi bebé no hubiera nacido sano. Pero vas leyendo, te informas, conoces gente... y las cosas empiezan a sonarte muy raras, hasta que un par de profesionales te miran con cara rara cuando les cuentas cómo fue aquello... eso fue la corroboración de que el nacimiento de Mollete no había sido llevado de la manera correcta.


Pero esta vez fui poniendo desde el principio los cimientos para que eso no volviera a ocurrir, para intentar tener el parto y el trato deseados. Y he tenido la suerte de contar en mi camino con profesionales como la copa de un pino. Por un lado realicé la preparación al parto en Más Natural, donde comprendí la importancia de ser conscientes de que la mujer sabe parir y es capaz de hacerlo sin la necesidad de intervenciones médicas, siempre y cuándo estemos llevando un embarazo en salud. Sales de allí sabiendo cómo quieres que sea tu parto y qué cosas no quieres que estén presentes; con confianza en ti misma y en tu bebé; con información clara de para qué sirve cada procedimiento o fármaco, de modo que puedas decidir si lo quieres o no; conociendo cómo opera cada hospital de tu región... en definitiva, sales de allí fuerte e informada. Y es que la información es poder, y te permite llevar el embarazo y el parto como tú deseas. Cuando comencé el curso yo sabía qué no quería aunque tampoco tenía claro qué era lo que quería. Sabía que no quería una inne-cesárea (benditas cesáreas cuando ocurre algo, que nadie me malinterprete, y hoy por hoy lo digo con conocimiento de causa), sabía que no quería que hicieran cosas sin informarme o sin preguntar... y a medida que escuchaba a Cristina (directora del centro Más Natural) y conocía más y más sobre cómo funciona el cuerpo en el proceso del parto, mi mente fue trazando el plan de cómo quería mi parto: intentaría que fuera natural. Estaba preparada para ello.


Así como elegí a conciencia dónde hacer la preparación al parto, la elección de ginecóloga me llevó también su tiempo porque no encontraba a nadie que me convenciera, pero cuando llegue al CV de Ana Suárez y a su web supe, instantáneamente, que era ella con quien quería dar a luz. Trabaja en la Unidad de parto natural del Hospital Nuevo Belén, de modo que la elegí porque sabía que una persona que trabaja en parto natural no haría sobre mí y mi bebé intervenciones innecesárias: cualquier decisión que tomara sería porque no quedaría más remedio. Cuando llegué a ella solo buscaba respeto. Pero cuando decidí que quería un parto natural me alegré infinitamente de estar en sus manos.


El tercer apoyo fue el de tener un seguimiento semanal con Pilar, enfermera que se está preparando como doula y que además es amiga, que me iba informando de alimentos saludables, hablábamos de mis miedos, sentimientos, me aportaba información rigurosa... me ayudaba a ir canalizando todo lo que iba surgiendo en mi embarazo para que yo pudiera llegar a la solución que me convencía a mí, no a ella. No me comió la cabeza ni me incitó a comerme la placenta. Simplemente ha estado ahí, en cualquier momento, que es mucho.

Después de un camino de meses, decidí que quería un parto natural y con la posibilidad de dilatar y dar a luz en el agua. Tuve que pagar a parte porque esto no lo cubren los seguros privados. Tras mucho pensarlo y hablarlo con mi marido decidimos hacerlo porque era algo muy importante para nosotros, sobre todo el sentirnos seguros en el parto, y al fin y al cabo era una de esas experiencias únicas en la vida.

Mi parto soñado casi se tuerce en un par de veces a lo largo del embarazo: primero porque parecía que padecía polihidramnios, cosa que luego no fue así; y después porque el bebé parecía que venía enorme. Y con una cesárea previa había que pensárselo. Pero finalmente nos dieron luz verde, aunque tuvieron que inducirme el parto en la semana 40+3 porque si la peque seguía creciendo el riesgo por la cicatriz previa crecía. No entraría en los estándares de un parto seguro y por tanto no podría dar a luz en la unidad de parto natural, sino que pasaría a la línea hospitalaria convencional, aunque tratándose de mi ginecóloga se trataría de un parto 100% respetado. A mí me daba miedo una inducción por mi experiencia anterior, pero Ana Suárez me explicó cómo sería, diciéndome que no tendría nada que ver con lo que me sucedió la otra vez. Y puedo decir que así fue.


Un miércoles por la mañana me pusieron dentro del cuello del útero un pequeño balón hinchable que se llena con suero una vez colocado. Es un método mecánico con el que se consigue ir madurando el cuello del útero, aunque yo ya lo tenía blando, y es muy recomendable para casos de cesárea previa. Pero había que seguir preparando el cuello para que la oxitocina funcionara bien. De hecho mi ginecóloga me explicó que uno de los motivos por los que la inducción anterior había fallado era porque yo iba verde, como ellos dicen, con el cuello duro y cerrado, y me pusieron directamente oxitocina, lo que condenó la inducción al fracaso desde el principio. Con el balón colocado comenzaron inmediatamente las contracciones cada 5 minutos, pero aunque molestas, no eran demasiado fuertes. De hecho me pude ir a casa y estar un rato con mi enana mayor. A las 12 horas, ya por la noche, volví al hospital, me quitaron el balón y me pusieron un tampón de prostanglandinas.

Para ponerme este tampón ya me ingresaron en planta y pasé toda la noche con él puesto. A la mañana siguiente ya empezamos con la oxitocina y bajé a la unidad de parto natural, donde iba a estar sola y tranquila. Todo el proceso del día anterior fue llevado por una única matrona, Lucía. Tengo que destacar que el trato personalizado e individual influye positivamente a que le proceso del parto se lleve con tranquilidad, confianza, intimidad y seguridad. Estoy convencida de que ayuda a que se desarrolle correctamente. A la mañana siguiente hubo cambio de turno y estuve todo el día con otra matrona, Sara.

La unidad de parto natural consta de tres habitaciones de parto. En ellas hay una cama articulada, que te permite ponerte incluso en vertical, un sillón, un reproductor de música, una liana para estirar, balón de dilatación, bañera de dilatación y baño con ducha amplia para que puedas entrar con la pelota si te apetece. Mi idea era aguantar sin epidural todo lo que pudiera, porque la vez anterior me la pusieron demasiado pronto (no estaba ni de 2 cm) y había aprendido que una administración temprana puede detener el proceso de parto. Y yo no quería arriesgarme a eso. Así que allí estaba yo: moviéndome sobre la pelota con una manta eléctrica sobre los riñones, pasando a la piscina, saliendo de nuevo, moviéndome y cantando. Esto me lo explicaron en Más Natural, que abrir la garganta ayuda a dilatar y a sobrellevar el dolor. La verdad es que no lo recordaba, pero me salió solo para sobrellevar mejor el dolor de las contracciones. No hacía respiración abdominal porque no conseguía mantener un ritmo adecuado sin sentir sensación de ahogo, pero el cantar con una nota grave la letra O me ayudaba a soportarlo. Y mientras no cantaba me repetía una y otra vez un mantra que Cristina nos había enseñado en el curso: Yo confío, yo permito, yo me entrego, yo me abro. Durante todo el rato acompañada solo por mi marido y Sara. Nunca podré agradecerle lo suficiente a Sara todo el apoyo que fue, en los momentos más duros, apoyándome mucho, cuidándome y diciéndome lo bien que lo estaba haciendo. A mi marido por supuesto también, pero cuando una persona que no conoces se porta así, pues te deja especialmente agradecida. Sé que es su trabajo, pero eso no implica que lo vaya a hacer así de bien necesariamente. Todos conocemos experiencias que indican todo lo contrario.


Ya por la tarde estaba dilatada de 6cm, pero con la oxitocina las contracciones comenzaban a ser insoportables. Quizá si no hubiera llevado 36h con todo el proceso lo habría podido aguantar, pero estaba cansada, así que le pregunté a Sara qué le parecía si me ponía la epidural, en cuanto a posibles interferencias con el proceso, y me dijo que perfecto, que no iba a parar el proceso. Mi ginecóloga, que había venido a verme un par de veces para ver cómo estaba, vino también en ese momento y me dio un beso en la frente mientras me decía que había aguantado mucho más de lo que ella se imaginaba que podría aguantar con la oxitocina sintética. Sus palabras, sus sonrisas, me dieron fuerzas para seguir adelante. Me pusieron la epidural no sin una bronca de la anestesista: que si para qué había esperado tanto, que para qué sufrir, y que ahora me iba a costar mucho quedarme quieta mientras me pinchaba... Sara intentaba meter baza, relajar la situación y explicar que cada una pide la epidural cuando quiere, a lo que la anestesista le cortó con un "estoy hablando yo". Fue realmente desagradable. Creo que debería haberse quedado callada porque su trabajo es venir y pincharme (hay que reconocer que esto lo hizo estupendamente), pero si no va a decir nada que ayude, mejor callada.

Pero al poco de ponerme la epidural vimos que  las pulsaciones de la peque bajaban a 60 en cada contracción. Sara empezó a sospechar que venía con al menos una vuelta de cordón. Hay muchos niños que vienen con vueltas de cordón y no pasa nada, se les retira cuando van a salir y listo, pero a la peque le bajaban demasiado las pulsaciones y le impedía terminar de bajar. Y lo primero era la salud de mi hija, no quería arriesgar ni lo más mínimo. Por lo que, tristemente, tuvieron que hacerme cesárea. Pero esta cesárea fue respetada. Incluso mi marido pudo entrar conmigo al quirófano y la peque estuvo encima de mí un rato mientras me cosían. Debido a que tenía algunas "consecuencias" de la cesárea anterior tardaron en cerrarme más de la cuenta y como dejaba de ser una situación de normalidad le pidieron a mi marido que subiera al cuarto a hacer piel con piel con la peque mientras terminaban conmigo, y en cuanto estuve lista me subieron para reunirme con ellos. Me pusieron a la niña encima y se agarró al pecho con una facilidad que me dejó asombrada. ¡Con lo que le había costado a la mayor!


Solo puedo decir que, aunque el final no fue el que yo había soñado, mi hija sí vino al mundo como yo había estado luchando y soñando que fuera: con respeto y amor. Por eso animo a todas las mujeres a que piensen cómo quieren que sea su parto, qué quieren y qué no quieren, para disfrutarlo al máximo. La gente me dice que vaya pena que haya terminado en cesárea después de lo que pasé, pero de pena nada, porque ha sido una experiencia maravillosa, brutal. He disfrutado cada minuto; he aprendido mucho y me he conocido mejor; he conocido mis límites y he descubierto una fuerza de la que no era consciente; he conectado con mi yo mamífero, eso que a alguna presentadora no le gusta. Y tengo que agradecérselo a los profesionales que se han cruzado en mi camino, que me han permitido vivir la experiencia más hermosa e intensa de mi vida.