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Niña perdida en un centro comercial

martes, 1 de marzo de 2016

Toda mi vida llevo pecando de excesiva en temas de seguridad. Algunos dirían que incluso de paranoica. Cuando era una jovenzana que salía hasta altas horas de la madrugada temía el momento de volver a casa. Si iba en metro, pasaba un mal rato desde la boca de metro hasta el portal. Miraba para todos lados, apretaba el paso y andaba a mucha velocidad. Incluso algunas veces iba por el centro de la calzada para evitar sustos innecesarios de sombras en rincones o portales. Mis soportales no me daban tampoco ninguna seguridad, con la gran colección de columnas que tenían. Y entraba al portal deprisa y corriendo y pendiente de todo. Si llegaba en taxi no lo pasaba mejor, porque desconfiaba de todo el mundo, incluido el taxista.

Pasaron los años paranoicos y fui madre. Traté de no ser excesiva con mis hijas, y la verdad que en cuestión de evitarles caídas, sustos o malos ratos, no peco de exagerada. Se tienen que caer y les ayudaré a levantarse; se tienen que asustar y estaré a su lado para superarlo... pero reconozco que sigo sin fiarme de nadie. Y llamadme loca, pero cuando digo de nadie es DE NADIE. Pensad en el extremo y acertaréis. Y ahora podéis llamarme loca, exagerada y todo lo que se os pase por la cabeza.



A pesar de mi excesiva precaución, de mis neuras, de mi atención... a pesar de todo esto, el domingo se me perdió mi hija mayor. Estábamos en la cola de un cine en un centro comercial. Su padre volvió al aparcamiento a dejar los abrigos y me quedé con ella y la beba. Mollete jugaba a mi lado mientras yo hacía la cola con Punkita al lado. Yo, como siempre, mil ojos. Mi ojo izquierdo ya casi tiene la capacidad de girarse él sólo para no perder ripio (me siento un poco Ojoloco Moody en estas ocasiones). Llevábamos ya un rato, la cola avanzaba poco y me echo a la derecha a ver qué pasa... vuelvo a mi posición y mi ojo izquierdo vuelve a la vigilancia. Y Mollete no está. Calma. A pesar de todo, como me conozco, trato de mantener la calma: estará jugando al otro lado de la cola y no la veo. No está. Bueno, pues habrá ido un poco hacia atrás, si han sido 4 segundos... no está. Miraré en la tienda de caramelos. Nada. ¿Y en los recreativos? Tampoco. Aquí ya empiezo a ponerme nerviosa porque la niña no está en ninguno de los sitios lógicos que llaman la atención de los peques. Pregunto a unas trabajadoras de Alcampo que estaban fumando en un descanso en la terraza de fuera, pero no la han visto pasar. Y llamaría la atención porque iba con pantalones de flores y una falda tutú de hada encima. Alguna ventaja tenía que tener que ella elija su indumentaria... Se ofrecen a quedarse en la puerta del cine mientras busco por el resto de la planta del centro comercial, pues me da miedo que la niña vuelva y no me vea. Mi marido sigue sin aparecer y se ha dejado el móvil en casa. Me pateo toda la planta y no la veo. Y ya sí, el pánico empieza a apoderarse de mí. Intento pensar en que lo normal es que no haya pasado nada y esté en cualquier lado, pero no puedo evitar pensar en la cantidad de puertas que tiene el centro comercial. Si la tiene alguien ya habrá salido. Y empiezo a colapsar. Voy a la taquilla para que den el aviso a seguridad y vuelvo a buscar por la planta. Aparece mi marido y él se lo toma con más calma, menos mal... buscamos entre los dos y aparece un hombre de seguridad con el que hablamos. Dan el aviso por megafonía. Buscamos dentro de los baños, en un pasillo que sale hacia afuera... Durante todo este rato no dejan de pasárseme por la cabeza posibilidades tremendas, dolorosísimas e incluso imágenes que no deberían ocurrir nunca. No puede tocarme a mí, a mi hija no le va a pasar nada, quiero pensar. Pero es INEVITABLE. Y por fin el agente de seguridad recibe por walkie talkie el aviso de que la han llevado al punto de información. Os prometo que si esa llamada tarda 2 minutos más habría tenido una crisis de ansiedad. Yo notaba que mis esfuerzos por ser racional y controlarme estaban llegando al límite... La cara desde luego la tenía desencajada porque varias personas se acercaron a mí mientras la buscaba a preguntarme qué me sucedía.


Y la historia acaba como sigue: Mollete, con toda su inocencia, había decidido ayudar a su padre con los abrigos. Así que ni corta ni perezosa se fue al ascensor y bajó al garaje, con la mala suerte de equivocarse de planta. Si no, probablemente mi marido la habría encontrado pronto. Y ya en el aparcamiento alguien la había encontrado y llevado al punto de información.

Siempre he dicho que es muy independiente y que no tiene miedo a nada. La gente me llama exagerada, pero es la verdad. Quiero quedarme con todo lo bueno que esa actitud le va a traer en la vida, pero ahora es muy pequeña y tiene que comprender que no puede hacer ciertas cosas. Porque además se le suma el hecho de que ya en el aparcamiento se fue con alguien que no conocía. Afortunadamente era alguien que quería ayudar, pero podría no haberlo sido. Y no, no estaba llorando por estar perdida ni con miedo. Estaba tan tranquila.

Cuando la vi no sabía cómo reaccionar. Creí que un broncazo no sería bueno, entre otras cosas porque había pasado bastante tiempo desde que comenzó su aventura (15 minutos desde que la perdí de vista hasta que el aviso por walkie fue recibido) y no iba a saber atar cabos ni comprender qué me pasaba. Tampoco quería echarme a llorar por el mismo motivo. Así que la vi, sentada en la silla detrás del mostrador de información y solo me salió decirle en tono amistoso: ¿Y tú, qué? ¿Qué pasa contigo? Y lo mas alucinante es que me contó tranquilamente lo que había pasado para terminar diciendo: ¿vamos al cine, no?

La saqué de allí, les agradecí a todos como un millón de veces toda la ayuda, y la llevé a un lado para tener una charla. Seria. Quería que comprendiera. Luego nos fuimos al cine, por supuesto.


Creo que a pesar de su cuajo, algo ha aprendido, porque desde luego ayer lo primero que hizo por la mañana y por la tarde fue darme la mano al salir a la calle. Pero hay que trabajarlo mucho. Voy a buscar recursos. Madre Maya me ha recomendado ver juntos Buscando a Nemo, y me parece buena idea. Sé que además hay buenos libros para niños sobre estos temas y sobre el abuso, que creo que ya que me meto en harina, voy a tratarlo. Así que estos días los dedicaré en parte a buscar estos recursos para que Mollete vaya siendo consciente, desde sus 4 años, de que hay cosas que no son buena idea. Si tenéis alguna recomendación os lo agradeceré mucho. Puedo recoger vuestras ideas y juntarlas todas para compartirlas, si os parece bien. Porque creo que ninguno estamos a salvo de la rapidez de los niños.