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El nacimiento del pequeño vikingo

domingo, 2 de julio de 2017

Hoy no estoy aquí para contaros el parto soñado. Pero sí para relataros el nacimiento perfecto dentro de las circunstancias que me rodearon. Porque las madres pensamos mucho en el momento del parto, en cómo será, e, inevitablemente, nos creamos unas expectativas. Pero hay que saber adaptarse a lo que nos encontramos en el camino y disfrutar plenamente del nacimiento de nuestro hijo, porque ese hijo tan solo nacerá una vez.

Mi historia venía fuertemente condicionada por dos cesáreas previas: una inne-cesárea con la que nada tuvo que ver el equipo de la Dra. Suárez, y una cesárea necesaria. Tener 2 cesáreas te condena a una tercera en gran parte de los hospitales de este país, a pesar de las recomendaciones de la OMS y la SEGO. Pero la Dra. Suárez es una gran profesional que se sigue formando e informando y atiende a lo que las nuevas evidencias científicas indican. Así que desde el primer momento me apoyó y me animó a intentar ese parto vaginal después de dos cesáreas, si todo seguía un curso dentro de la salud. Del mismo modo opinaban Silvia y Marina, las dos maravillosas matronas del equipo de parto natural One to one. Y este fue el plan hasta un par de días antes del nacimiento del Pequeño Vikingo.

Un cúmulo de circunstancias hizo que lo más sensato fuera realizar una cesárea programada en lugar de intentar el parto vaginal y natural con el que tanto soñaba. Me costó mucho aceptarlo porque no era lo que había estado imaginando... Estaba convencida de que a la tercera iría la vencida. Sin embargo ,me encontraba con tener que decidir de un día para otro si quería una cesárea programada. Silvia fue un apoyo fundamental para ayudarme a encajar el golpe y resetearme para poder disfrutar del nacimiento del peque. Mi hijo no se merecía menos que una madre plena que lo estuviese esperando con los brazos abiertos. Ella era completamente consciente del duelo que necesita pasar toda mujer que busca un parto vaginal tras una o dos cesáreas y que se encuentra súbitamente con este panorama. Y esto ya es de agradecer, pues son bastantes los profesionales que dejan completamente de lado la parte emocional, que para mí es tan importante. En muchos sitios le quitan importancia, porque las cesáreas se hacen todos los días como churros (la OMS ya ha alertado del gran número de inne-cesáreas que se llevan a cabo), e incluso le restan importancia a la forma que tiene tu hijo de nacer, cuando es obvio que nacer por la vía vaginal es lo óptimo en condiciones de salud para la madre y el hijo. Pero no, no deja de ser una cirugía mayor con todos los riesgos que eso implica.

Y yo tenía miedo. Mucho. A pesar de ser la tercera cesárea. O precisamente por ello. Pero el hecho de contar con un equipo de tanta calidad humana hace que la situación cambie, de modo que mi cesárea hasta resultó agradable. El conocer a la doctora Suárez, a Silvia la matrona, Patricia la enfermera y el anestesista (fue el de mi cesárea anterior y además de hacer perfectamente su trabajo fue encantador y considerado) hizo que el ambiente en quirófano fuera muy agradable, a pesar de las circunstancias. El poder contar con la presencia del papá me dio las fuerzas necesarias para dejar atrás el miedo que me quedaba.

La primera dosis de anestesia no me hizo efecto del todo, tal vez por la escoliosis que tengo, que puede dificultar la distribución adecuada el medicamento, y confieso que hubo un momento en que tuve miedo a que tuvieran que ponerme anestesia general y me fuera a perder el nacimiento de mi pequeño. Pero salvo este momento, la operación se desarrolló con total normalidad y sin complicaciones.

El daño colateral fue que al tener doble dosis de anestesia me quedé un ratito más en reanimación, mientras el Pequeño Vikingo hacía piel con piel con papá. Fue poco más de media hora, pero a mí se me hizo eterno. Además el enano no dejaba de llorar desde que nació, mi niño... y junto a mí pudo estar muy poquito tiempo mientras terminaban conmigo. Silvia, que no se separó de nosotros en toda la operación y nos iba contando cómo iba todo dándome tranquilidad y cariño, cogió calostro con una jeringa y se la ofreció mientras tanto para calmarle un poco. Parece ser que lo lograron, pero poco... afortunadamente al ratito me reunía yo con mis chicos y el enano se enganchó al pecho como si no hubiera un mañana.

El trato tan humano a la par que profesional a lo largo de todo el embarazo y, sobre todo, en los últimos días, que fueron los más duros, no tienen precio. Sentirte comprendida, acompañada y bien aconsejada médicamente es algo a lo que toda mujer tendría que tener derecho. Pero no es así. Por eso, contar con la Dra. Suárez, Silvia, Marina y el resto del equipo One to One es un auténtico lujo en estos tiempos que corren. Y sé que mi niño no pudo tener un  nacimiento mejor que el que tuvo porque estuvo acompañado de los mejores y rodeado de amor y respeto.