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150 palabras: Adiós, mi amor (lluvia, bolsa, hogar)

domingo, 10 de noviembre de 2013

Muchos ya sabéis que no estoy pasando un buen momento con la despedida de Garbancito. Otros pensaréis que qué hago preocupada por el blog, y no es eso. El viernes en urgencias empecé a escribir para evacuar tensiones y angustias, y una vez más el destino quiso que las palabras de las 150 palabras cuadraran con mi vida, como ya ocurrió con el accidente de tren. Así que lo he usado como terapia y como homenaje, porque para mí Garbancito es una parte muy importante de mi vida y le quiero. 

Que me perdone todo aquel que no lo vea adecuado, pero yo necesitaba empezar a sanar mi dolor, y esto me ayuda mucho.

Aprovecho para agradecer todo el apoyo tanto "en directo" como virtual, porque cada palabra y cada experiencia me están ayudando a pasar esto, que aún no ha terminado, de una manera más llevadera. Sois estupendos, todos vosotros. ¡Gracias de todo corazón!

El día está gris; amenaza lluvia constantemente. Sin tiempo para coger la bolsa de juguetes de Sofía, salimos de nuestro hogar camino del hospital porque hay un ligero manchado. Asombrosamente estoy calmada, pero algo triste. No sé qué pasará, pero yo ya le he cogido cariño a Garbancito. En el fondo creo que no pasará nada grave, pero también es cierto que desde el principio del embarazo tengo una sensación extraña. Me encuentro incómoda porque siento que hay algo raro.

Finalmente Garbancito se ha ido. Estoy rota de dolor.  Ya era mi hijo. Ya le echo de menos. Sé que lo voy a querer siempre, que nunca le olvidaré y que tendrá un hueco en nuestras vidas. Compartimos poco tiempo, pero suficiente para dejarnos esta huella tan grande.

Eras uno más de la familia desde que supimos que venías en camino. Te vamos a querer siempre, trocito de mi corazón.

La maternidad de la A a la Z: M de miedo.

jueves, 7 de noviembre de 2013


El miedo aparece de pronto un día en tu vida. Cuando eres pequeña y joven, todo es tan fácil... te sale cualquier cosa que intentes, no hay problemas, la vida es bella... vives sin preocuparte, no hay grandes dificultades en tu día a día y de pronto una mañana te llega el guantazo que te despierta de ese sueño en el que estabas viviendo (Segismundo, ven a mí).

Tu madre enferma y te vuelves loca. ¡Esto no puede estar pasando! ¿Por qué nos ha tenido que tocar a nosotros? La vida es un asco y no merece la pena... te enfadas con el mundo, te vuelves llorona, hipocondríaca y miedosa... en todo ves una potencial amenaza y cada cosa negativa que te imaginas va y se cumple. Parece que no levantas cabeza. Al final tu madre fallece, y después del berrinche, tristeza, rabia, enfado monumental, entras es un período de catarsis, con muchas etapas, todas ellas necesarias. Subes, y caes. Te levantas de nuevo y vuelve el bajón. Es una montaña rusa de emociones y pensamientos. Sigues queriendo acabar con el mundo y tratas de buscar la demostración directa de que tu madre sigue viva en algún sitio. Pero no, nuestras cabezas son limitadas y eso se nos escapa completamente. Te frustra y te vuelves a enfadar...

Terminado el proceso de depuración y reequilibrado vuelves a parecer una persona cabal, aunque has perdido la inocencia. Quizá la palabra no sea inocencia, sino que te has dado cuenta de qué va la vida, de que esto es un juego y hay casillas buenas y casillas malas que pueden tocar y que hay que saber aceptar como buen jugador, aunque pelees con uñas y dientes por no caer en ellas. De oca en oca... Parece que a partir de ahora vas a saber enfrentarte a la vida.

Pero el miedo y la desconfianza se han quedado conmigo, y aunque los tengo más domados, de vez en cuando el miedo encuentra un espacio para lucirse un rato. Y siendo madre, con mucho más motivo. Muchas veces lo aplaco rápido, de golpe: Almu, venga. No seas tonta. Eso no va a pasar. Y ahí se termina el asunto. Pero otras muchas viene para quedarse conmigo.

En mi embarazo sufrí polihydramnios, que es una acumulación de líquido amniótico mayor de lo normal. Puede estar relacionado con problemas fetales aunque en la mayoría de los casos no es así. ¿Pero creeis que esto me tranquilizó? Pues no, porque el pensar que a mi bebé podía pasarle algo me traía por la calle de la amargura. La verdad es que una vez que Mollete vino al mundo me he comportado cabalmente y no me he asustado por nada de lo que le ha pasado. De hecho a veces pienso que vaya mala madre soy (por eso me uní al club de las #malasmadres) porque actúo de la manera totalmente opuesta.

Incluso con enfermedades de mi padre (y graves, las cosas como son) he sido capaz de mantener mi mente a raya, y hay que ver lo bien que me ha ido. Desde luego sé darme cuenta de la gran diferencia que hay entre comportarse de una manera miedica o de una manera racional, de la calidad de vida que ganas. Por eso sigo sin entender qué diantres le pasa a mi cabeza para dejar colarse al miedo de nuevo en mi vida.


Y es lo que me ha pasado estas semanas pasadas: una ecografía transvaginal temprana (fruto de una revisión ginecológica anual) anunciaba que o bien estaba embarazada de menos de lo que pensaba o bien el saco estaba vacío y el embrión no se estaba desarrollando. Este es el ambiente ideal en el que mi miedo se hace fuerte y ve el caldo de cultivo perfecto para crecer e invadirme. Por supuesto que mi cabeza veía muy lógico que el saco estuviera vacío porque tenía muy claras las fechas y no creo que los espermatozoides, por muy machotes que sean, puedan vivir tanto tiempo por mi cuerpo a la espera de cazar un óvulo desprevenido. Habrá casos, pero está claro que no es el mío. ¿Por qué? Pues porque no me da la gana de que sea así. Mi mente está dispuesta a que todo salga de la peor manera posible.

Veo que los miedos me invaden más cuando el tema concierne a mi hija o mis futuros hijos. Supongo que esto lo da el gen de madre, ese que te aparece cuando nace tu primer retoño y que se queda contigo ya de por vida. Aunque sé que el ser madre no es una excusa para volverte una tarada mental y paranoica...

Pero estás aquí a lo tuyo, flagelándote y creándote tus horrorosos problemas, hinflándolos como un balón de playa, cuando viene un compañero tuyo y te dice que a su mujer de 36 años le quitan el tiroides dentro de un par de semanas por un tumor. Y te acuerdas de tu cuñado, que en diciembre pasado, con 31 años, le diagnosticaron un linfoma no Hodgkin. Esos son problemas. Y me darían mucho mucho miedo si me tocaran a mí. Lo sé. Pero lo mío no es para tanto. Si el bebé no ha crecido es una pena, pero lo volveremos a intentar, y ya llegará. Esta tarde tengo una nueva eco, y no sé qué es lo que dirá. Pero creo que después de esto he vuelto a dominar mi miedo y lo he puesto en su sitio: a cada cosa hay que darle la importancia que se merece. Y no preocuparse de las cosas, sino ocuparse. ¡Ay, si esta actitud la hubiera tomado hace un par de semanas! Y si este desahogo lo hubiera escrito antes...

Editado: garbancito está aquí, ha decidido venir y esperemos que sea para quedarse. Vamos a cuidarlo mucho para que así sea   :)

Y una petición: no lo comentéis en Facebook, por favor. Por el momento se podrá enterar el que se pase por el blog. El resto... aaaaaah   ;)

Opinión sobre sillas de paseo en general y sobre MacLaren Quest en particular.

miércoles, 6 de noviembre de 2013

Hace ya tiempo que escribí mi opinión sobre el Bugaboo Cameleon y dije que me gustaría también compartir mi opinión sobre la MacLaren Quest. Quizá no solo sea una reflexión acerca de este modelo en particular sino sobre el uso de las sillas de paseo en general.

Igual que en otros temas de niños investigué más, he de reconocer que en el tema de la silla de paseo me dejé un poco llevar. Yo creo que me dio mucha pereza: la ilusión de los padres primerizos por todos los trastos que huelan a bebé ya había desaparecido a esas alturas de la vida, con Mollete con casi 1 año. Ya solo quería disfrutar de mi hija.

Creo que lo primero que debemos plantearnos es si realmente necesitamos una silla de paseo, si de verdad la vamos a utilizar. La respuesta a esta pregunta no es algo absoluto, claro está. Cada uno tiene unas circunstancias que le marcan el camino.

Lo cierto es que yo disfruto con el porteo. Incluso ahora, que pesa 13 kg, no tengo ningún problema en cargar con ella, y es que para trayectos relativamente cortos me resulta mucho más fácil que andar con la silla para arriba y para abajo. Y a Mollete también le gusta, que es lo importante. También es verdad que comenzó a andar con 1 año y se manejó muy bien desde el principio, por lo que yo aprovechaba a ponerla de pie en cuanto podía, cosa que no habría hecho si fuera con la silla ya que tendería a tenerla sentada por comodidad.

No obstante, decidimos comprar una silla de paseo y adquirimos la MacLaren Quest siguiendo el mismo esquema lógico que cuando compramos el Bugaboo: varios amigos cabales nos hablaban de que era muy cómoda, y como es cierto que con el Cameleon habían acertado, yo no pensé mucho más allá (seguramente por pereza, como os digo). Pero esta vez no fue tan acierto.

Lo primero fue darme cuenta, una vez adquirida, de que para qué quería yo otra silla si el Cameleon es sillita también. Bueno, sí. Sé porqué: como ya os comenté en la opinión del Cameleon, no es que este se caracterice precisamente por ocupar poco espacio cuando está plegado, y yo ya estaba hasta las narices de malgastar mi espacioso maletero con el esqueleto mastodóntico del Cameleon. Y pensé que cualquier sillita se plegaría más que eso. Y bueno, eso es cierto: plegada ocupa menos espacio.


Lo cierto es que no hemos usado demasiado la silla. Como os he dicho siempre que puedo porteo. Sí que es verdad que la he usado cuando he tenido que hacer varios recados por un centro comercial, en plan: compro un pimiento aquí, en la mercería un carrete de hilo, y miro esa zapatería porque tengo la suela del zapato destrozada. Si en esos casos dejo suelta a la niña por el centro comercial, se pira fijo a hacer algo más interesante que soportar los recados. Y además puedo ir colgando las bolsas en los mangos de la silla (porque en la red de debajo no cabe nada...)

Para la compra en grandes superficies preferimos llevarla en su mochila o sentada en el carro, porque sería absurdo ir con la silla de paseo además de con el carro: ni que aquello fueran las 24h de Le Mans.

Es cierto que es indispensable tener una silla de paseo porque a veces se va a hacer cargo de la niña alguien que no tiene porqué querer portear o que no está en condiciones de hacerlo. Así que, ya que se va a quedar alguien con ella, qué menos que ponerle facilidades.

Otro punto en contra de las sillas de paseo es que son un completo incordio en la guardería: no sé en las vuestras pero en la nuestra está limitado el aparcamiento de carritos. A veces no entiendo cómo hay tantos porque la mayoría llega en coche (debido a dónde está situada la escuela), pero lo cierto es que ahí están los indispensables, y sé de buena fe que hay guardes en las que no caben los carros de todos los padres.

Digamos que estos son los pros y los contras que yo veo a las sillas de paseo en general. Tratando este modelo en particular podemos hablar de varios puntos que a mí me han llamado la atención.

Supongo que en general las sillas de paseo giran menos que los cochecitos (o así lo he podido constatar con varios modelos tanto de sillas como de carritos). La pregunta es por qué. Cuál es el pensamiento lógico de los diseñadores de sillas que les ha llevado a decidir que no hace falta que una sillita gire tanto como un cochecito. Esta gira bastante mal en comparación con el Cameleon. De aquello de manejarla con una mano, como el Cameleon, olvídate. Es cierto que no gira mucho peor que otras sillas de paseo. Digamos que es un problema general.

Para muchos será una bobada, pero como ya he comentado, la capacidad de almacenamiento de la red es una miseria, y oye, eso es lo que a mí me hacía más apaño.

Las agarraderas serán de mucho diseño y lo que quieras, pero es precisamente ese diseño el que considero bastante deficiente: tanto relieve hace que del uso se vayan rompiendo a cachitos. Lo cual es además de antiestético bastante incómodo (creo que en el modelo nuevo lo han cambiado, no obstante).

Lo que sí me gusta de este modelo es que tiene varias posiciones para estar tumbado, dependiendo del grado de empanamiento de la criatura, lo cual sí que creo que es práctico. Y el método para inclinarlo es con un mecanismo y no con una cinta como en muchas otras sillas. A mí esas cinchas no me dan ninguna confianza, pero esto es una opinión personal, y si cualquiera de vosotros me dicen que son una maravilla porque las habéis usado, os creeré.

Pero a pesar de estas ventajas yo creo que es una silla que no merece tanto la pena. Es más cara que las demás, aunque quizá no se dispare tanto el precio como lo hace el Cameleon en relación a otros cochecitos. Pero aunque sea a otro nivel, sigue suponiendo mayor inversión de dinero. Y para mí no lo vale. Por lo menos para el uso que le doy. No digo que hubiera comprado cualquier silla con la excusa de que la uso poco, pero creo que hay otras muchas marcas que me habrían hecho perfectamente la función de recoge niños cuando están muy cansados. Hoy por hoy sigo prefiriendo animarles a andar y continuar con el porteo. Que de verdad que la niña no me está saliendo una caprichosa con eso de estar todo el día en brazos. Desterremos mitos absurdos.

¿Cuál es vuestra experiencia con las sillas de paseo? Seguro que son diferentes, ¡¡y de todo se aprende!!

150palabras: mi libro favorito (saco, calabaza, libro)

lunes, 4 de noviembre de 2013

Era su libro favorito. A Sofía le encantaba leer y trasladarse a mundos que no podía visitar de otra manera, ¡y sin pagar por el billete! Cualquier libro le valía, pero aquel… aquel era especial. Era el primero que mamá le había leído. Habían hecho juntas el maravilloso viaje: árboles con hojas plateadas, magia, valientes guerreras y el triunfo final. Por eso quería guardarlo de un amanera especial.

Al principio pensó en meterlo en un saco. Pero aquel no era un lugar decente para él. Luego creyó conveniente envolverlo en un precioso trapo color calabaza, pero aunque la tela era muy bonita no era una buena solución, porque parecía que no quería leerlo nunca más y le relegaba a la jubilación.

Así que al final decidió que, precisamente porque era su libro favorito, debería dejarlo en la estantería para que la gente, y ella misma, pudiera leerlo siempre que quisiera.



150 palabras: Nuestras mañanas (niebla, sombra, instantes)

lunes, 28 de octubre de 2013

Ya está aquí el otoño y se nota, porque muchas mañanas amanecemos con una niebla baja que da al barrio un halo de magia.

Camino del coche Sofía va pisando las hojas, que crujen con cada uno de sus pasos, y aunque no vemos hacia dónde nos dirigimos, poco a poco empieza a vislumbrarse nuestro destino.

La luz de las farolas hace que la sombra de Sofía entre la niebla esté distorsionada. ¡Parece un animal mitológico! Le gusta compartir esos instantes con mamá, que sigue siendo una niña. Para ellas es como estar inmersas en una gran nube de algodón muy puro, sobre el que se podrían tumbar a dormir si no fuera porque por las mañanas hace frío.

La niebla se deposita sobre los cristales de los autos y las pequeñas gotitas les dan los buenos días desde fuera cuando por fin están las dos calentitas dentro del coche.

Imagen de mpancorbo (CC-BY)


Mi bolso es bastante aburrido...

viernes, 25 de octubre de 2013

He querido unirme a otra iniciativa de Terenya ya que me ha parecido muy original. En esta ocasión vamos a ver qué lleva cada una en el bolso con la finalidad de conocernos un poco más. Vaya de antemano que mi bolso es un rollo, pero espero que no os quedéis con la idea de que yo también lo soy. No es nada especial y trato de llevar siempre pocas cosas, porque no soporto cargar con mamotretos. Por tanto esto ha lugar a que no salga nada ni sorprendente ni divertido de él. Me congratularé, por tanto, si alguna termina de leer esta entrada. Me pensaré el daros algún premio...

He seguido la lista de Terenya y se me ha ocurrido un apartado más. Allá va:

1) La sorpresa. Eso que encontramos y nos saca una sonrisa: cualquier cosa que sea de mi hija, pero habitualmente no aparece nada suyo. Si acaso algún chupete, que nunca usa y por tanto desconozco cómo ha acabado ahí, o algún par de calcetines suyos que a veces sí que meto porque considero fundamental llevar los pies calentitos... Por ejemplo, en verano me dan miedo los aires acondicionados. En momentos de crisis la pequeña luce un look total-guiri con sandalias y calcetines. Manías de madre, porque que yo tenga a menudo los pies fríos y lo pase mal no quiere decir que a ella le pase lo mismo. Pero como es una sensación taaaan desagradable ella va a tener que ir tapada con calcetines de cuello vuelto hasta que aprenda a expresarse y emitir sus propias opiniones.

También me sacan una sonrisa mis llaveros de friki: un soldado imperial (manco ya, el pobre), recuerdo de mi curso de verano en Askov (Dinamarca), y Snape, que no tiene cara ya el hombre...


2) Lo útil. Aquello que siempre llevamos "por si acaso": un paquete de pañuelos de papel. No falla que si lo llevas no lo necesitas, y si te lo dejas en casa empiezas a soltar agüilla continuamente, si no es tu niña la que va con dos velas que ya quisiera la Catedral de Santiago para sí.

3) Lo imprescindible. Nunca te puede faltar y necesitas cada día. Si no lo llevas, te mueres: el móvil, porque en realidad no vivo atada a nada. Pero el móvil sí que lo uso cada día y no hablo de la parte meramente social, sino para organizar el día con el padre y el abuelo de la criatura, por si me llaman de la guarde, y esas cosas de primera necesidad. Soy el centro de coordinación. Si hay una catástrofe mundial y me llaman a mí se lo dejo resuelto en dos patadas. Pero me imagino que como os pasa a todas vosotras, ¿o acaso me equivoco? Debo matizar que no muero si no estoy con él: al contrario, disfruto del día a tope. ¡Ojalá no existieran estas ataduras!

4) La chorrada. Siempre lo llevas y nunca lo necesitas: un espejito. ¡Pero si no me maquillo! ¿Para qué demonios lo quiero?, ¿alguien me lo puede explciar? Pues porque es taaaaaan mono. Y quién sabe si en algún momento puede serme útil porque me quede perdida en el monte y necesite hacer una fogata. Entonces sacaría mi espejito y trataría de concentrar los rayos del sol sobre un montón de paja o maderitas para encender un fueguito y sobrevivir hasta que me encuentren. Es buen plan, ¿no? (ya, ya sé que no es el espejo adecuado para ello, pero por intentarlo...)


5) Lo soñado. Suspiras por llevarlo dentro: pues nada, porque como he dicho al principio detesto llevar bolso y llenarlo de cosas. Así que más bien yo diría: lo que suspiras por dejar fuera: ¡¡¡TODO!!!

6) Eso friki, raro, extravagante... una batería de repuesto para el móvil. Idea de Papá Mollete y es una de las mejores cosas que puedo llevar. Ocupa poco y puede sacarte de más de un apuro. Fundamental para sobrevivir en la jungla de asfalto.


7) ... ¿Algo más que he olvidado?,  ¡eso!! lo que siempre o casi siempre olvidamos. Pues si supiera qué es creo que me acordaría de meterlo... así que como se me olvida pues no tengo ni idea de qué es... Pero venga, me voy a esforzar y voy a decir un cacao de labios. Es pequeño, útil y es verdad que muchas veces surge la necesidad de usarlo y no lo llevas... ¡Viva Murphy y la madre que lo trajo al mundo!

Y esta es de mi propia cosecha:

8) Lo que detesto llevar pero lo necesito: la agenda. Es una monada, de El Principito, y me encanta. Pero no el llevarla, porque ocupa mucho espacio. Ahora, el correcto desarrollo de la semana depende de ella, así que no puede faltar. Un petardo, ufffff.



Y esto es todo amigos. No huyan desesperados, por favor...

La maternidad de la A a la Z: P de presión

jueves, 24 de octubre de 2013

Esta misma mañana (por ayer) comentaba que no tenía ánimo para escribir una nueva entrada, quizá por no haber comenzado la semana con muy buen pie. Tampoco me llegaba la inspiración como otras veces, así que estaba abocada al fracaso: sin entrada para el diccionario, a parte de que hace mucho que no escribo de manera libre. Hay algo que me tiene bloqueada.

Pero esta tarde de pronto ¡ZAS!, me vino la inspiración: presión. Tampoco es que porque me haya venido la palabra esté yo muy creativa. Es una breve reflexión, pero aquí la dejo.

¿De qué presión hablamos? ¿Por qué me vino de pronto? Esta semana mis horarios han sido un caos porque he tenido 3 médicos de mi padre y otro mío, y he tenido que estar haciendo encaje de bolillos para cumplir mis horas semanales en el trabajo. Gracias a Dios tengo mucha flexibilidad en ese aspecto y puedo hacer cada día como me convenga cumpliendo sólo un par de condiciones. Pero no tengo muchas posibilidades de dejar a Mollete al cargo de otras personas, así que cuando todos los planes se agotan toca llevarse a Mollete al trabajo, a buscar terremotos por el mundo. Al principio esta idea no me seducía en absoluto porque tenía que concentrarme con una niña terremoto (nunca mejor dicho) dando vueltas a mi alrededor, cogiéndolo todo y pidiendo brazos, justo el día en que tenía que resolver una cosa importante en la que llevaba anclada bastante tiempo. ¡Menuda presión pensar que tenía que sacar adelante mi trabajo a la vez que echar un ojo a la peque! Llevaba toda la mañana atascada en el mismo paso, sin encontrar la salida, y mira tú que es cuando la peque altera mi tranquilidad laboral cuando veo la luz y resuelvo de un plumazo un par de cosillas que tenía pendientes. ¡Bendita presión! A partir de ahora me la voy a traer al trabajo todos los días ;)


A raíz de eso me he dado cuenta de que yo funciono mejor así. Me pasó también el lunes: sola en casa con la niña durante 3 horas. Ella tenía que jugar (y siempre lo quiere hacer conmigo, por ahora aguanta sola muy poco aún), tenía que hacer la cena, mi comida para los dos días siguientes, ducharla y darle de cenar. ¿Pero cómo me va a dar tiempo a todo esto con Mollete pidiendo su ratito? ¡Es imposible! Pero es que tengo que hacer esas comidas y la niña tiene que jugar, no le voy a negar su tiempo conmigo. ¡Qué presión! Pues de nuevo, todo un éxito. Me dio tiempo a todo, de sobra, y la comida hasta quedó rica y todo.

Así que, desde que soy madre, funciono estupendamente bajo presión. Antes más bien me colapsaba, lo veía todo imposible y comenzaba un dolor tan intenso de cabeza que me llevaba a pensar que mi existencia no tenía sentido (sí, así de trágica me quedaba al final de todo). Eso terminaba conmigo metida en la cama si tenía la oportunidad y con el cerebro fundido. ¡Pero he mutado! Lo que no se es si será algo pasajero o perenne... Verde todavía no me he vuelto, ¿no?