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Lejos de Mollete

viernes, 7 de febrero de 2014


Hace una semana a estas horas estaba de camino a casa de vuelta de una semana en El Hierro. En el avión escribí esto que ahora reproduzco:


Yo soy muy dura. ¿No os lo había dicho nunca? No tengo sentimientos.

La maternidad de la A a la Z: U de ubicuidad.

jueves, 6 de febrero de 2014


Venga, va. No me mintáis. En el fondo os gusta esa sensación de estar en todas partes, de ser supermadres. Mola. Es guay. Farda mucho. :D

Es de esas capacidades con las que parece que no nacemos. O mejor dicho, de las que no somos conscientes hasta que somos madres. De pronto un día se despierta dentro de ti. Hasta entonces parecía imposible salir del trabajo y estar a tiempo en la guarde. Pero has llegado on time. A veces parece que vas a casa tarde para duchar a la enana y darle de cenar, pero aún así te da tiempo a pasar por la tienda a comprar yogures y a pasar un rato agradable con ella antes del baño. En realidad es como estar en varios sitios a la vez porque si no, no se explica que te haya dado tiempo a hacer tantas cosas.

150 palabras: te eché de menos, pequeña (reina, lapicero, teatro)

domingo, 2 de febrero de 2014


Creo que Sofía no sabe cuánto la he echado de menos estos días. Mamá ha estado lejos, como en otro mundo. A mí me parecía una función de teatro que veía desde fuera. Pero era real, y estábamos alejadas.

La maternidad de la A a la Z: D de duda.

jueves, 23 de enero de 2014

Llegó el día. Muchos ya conocéis mis desventuras con los viajes a El Hierro; mi relación de amor-odio con esta afortunada isla. Cuando comenzó el proceso volcánico, allá por julio de 2011 –unos 3 meses antes de la erupción de octubre-, yo ya estaba embarazada, con lo que no pude viajar a El Hierro: había mucho trabajo de campo y mucho estrés y mi jefa consideró que era más prudente que me quedara en Madrid para no llevarnos ningún susto. Y a pesar de la ilusión que me hacía vivir el proceso en primera persona desde la isla, agradecí este gesto, que en el fondo consideré también como lo más adecuado.

Estoy de vuelta

martes, 21 de enero de 2014

Pues aquí estoy, sentada en el ordenador con la cabeza totalmente vacía... como con la primera entrada. No, peor. Porque ahora sé que en otra vida fui capaz de escribir cosas. Quizá no buenas. Quizá no interesantes. Pero catárticas para mí. Una cura, señores. A veces me salía hasta solo... pero hoy estoy intentado retomar mi vida bloguera y no sale nada...

150 palabras: Una sonrisa para borrar los problemas... (gorro, colchón, sueños)

domingo, 15 de diciembre de 2013


Sofía sabía que a mamá muchas veces le gustaría meterse en la cama, hundida completamente en el colchón, y olvidarse de todo. Entregarse a los sueños que quisieran venir para poder abandonar por un momento todos los problemas.

Suponía que les pasaba a todos los mayores, que a veces se les amontonaban los disgustos y se les ponía una presión enorme en la cabeza, como un gorro, que no les dejaba casi ni sonreír. En ocasiones eran los propios adultos los que magnificaban sin querer esos contratiempos, que desde fueran no parecían tan graves, o por lo menos parecían tener solución.

Pero Sofía intuía que esa sensación debía de ser difícil de controlar, así que fue hacia mamá y le dio un besito tierno que logró que mamá sonriera y se olvidara de los problemas. Para ella Sofía era la alegría por la que compensaba pasar por lo que fuera.



La maternidad de la A a la Z: G de Gracias

jueves, 5 de diciembre de 2013

Querido papá:

no hablamos mucho. Quizá desde que murió mamá hablamos más. Los dos hemos conseguido abrirnos algo. Puede ser porque nos hayamos dado cuenta de que solo nos tenemos el uno al otro y nos queremos. A los dos nos cuesta mucho expresar lo que sentimos y me da mucha rabia, porque me encantaría sentarme a decirte un millón de cosas bonitas, de lo orgullosa que estoy de ser tu hija, y otras tantas veces yo necesitaría un achuchón y un "no va a pasar nada".

Yo solo sé que te quiero con locura, con todo el alma. Y que el día que me faltes mi corazón recibirá otra puñalada más. Y ya se va a quedar muy maltrecho, aunque tendrá que recomponerse porque está Sofía.

¿Sabes? Recuerdo muchas cosas de cuando era pequeña, de los ratos que pasábamos juntos. Yo sé que tienes una espinita clavada de que trabajaste mucho y nos dedicaste poco tiempo. Yo te quiero decir que no lo siento así y te quiero dar las gracias por ese sacrificio y decirte que aunque no te lo creas tengo muchos momentos felices contigo que me sacan una sonrisa, y que nunca nunca me sentí descuidada.

Me encanta recordar los viajes en metro al Museo del Ferrocarril, cómo iba mirando fíjamente por la ventanilla el túnel negro para que no se me pasara la estación fantasma. Vamos, que para mí se ha llamado así hasta hace unos pocos años, nada de estación de Chamberí. Y cuando monte en el metro con Sofía seguirá siendo la estación fantasma.


¿Y qué me dices de los panqueques con miel? Las tardes que nos metíamos en la cocina para hacerlos eran un fiesta. A mí me parecían una obra de arte, que mi papi hacía una cocina de lo más original. Y aunque al principio no me gustaba la miel, poco a poco me fueron entusiasmando. ¿Por qué no los hacemos de nuevo algún día, papá?

Uno de los momentos más felices del año era cuando llegaba el puente de diciembre y poníamos el belén. Necesitábamos varios días por delante porque hacíamos las montañas de escayola y había que dejar que secara. Yo lo llevaba un poco mal los primeros años, porque lo que me gustaba era colocar los muñequitos y las casas, pero a medida que crecía disfrutaba mucho más de la parte primera: del corcho blanco, el tinte y la escayola. De colocar el musgo estratégicamente, hacer cuevas y echar el serrín. Construir casas propias y crear un pueblo "con profundidad"... han sido momentos magníficos.

De vez en cuando hacíamos velas, ¿recuerdas? Hubo una época en que parecíamos una fábrica. Menos mal que a mamá le gustaban mucho, porque si no habría tirado por la ventana toda nuestra producción.

Y lo mayor que me sentí el día que me trajiste tu mecano y me enseñaste a usarlo, porque pensaba que eso era de niños mayores. ¡Qué subidón de autoestima! Aún tengo colgado en el techo de mi cuarto el avión que hicimos juntos. Como el de El principito, ¿verdad? Esa es otra, recordaré siempre las láminas preciosas con frases del libro, que pusiste en las paredes de mi cuarto. Aunque aún era pequeña para comprenderlo de verdad me encantaban los dibujos. Y fui familiarizándome con los protagonistas de tu historia preferida, esa de la que coleccionas prácticamente todo.

Y a pesar de que no lo recuerde sé que cuando era muy pequeña mamá se tuvo que ir 3 meses a Alemania y que tú me cuidaste mucho. Ahora sé que no te dejaba dormir la siesta porque te abría los ojos, así que no puedo quejarme cuando Sofía no me la deja dormir a mí.


Cada cosa que he aprendido y he experimentado contigo voy a querer hacerla con ella porque forma parte de lo que creo que todo padre debe hacer con sus hijos. Y ojalá sea la mitad de buena como madre como tú lo has sido como padre. Que sepa inculcarle valores y conocimientos. Que deje huella en ella como la que tú estás dejando en mí cada día. Que muchas veces te doy mucho la lata para que te cuides, pero es por puro egoísmo, porque me gusta verte bien y quiero poder disfrutar de muchísimos momentos contigo.

En definitiva, papi, que muchísimas gracias por cada momento. Que te quiero muchísimo, para siempre.