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Las tallas de los zapatos de niños: yo no me aclaro...

domingo, 8 de septiembre de 2013


Hace unos días le vi algo del Iron Blogger a Moi de Mis dos monstruitos, pero como andaba en el "extranjurio" (que decimos en mi casa) sin casi cobertura de wifi lo leí deprisa y corriendo y no me enteré de mucho. Pensé que sería otra locura divertida de este chico. Pero resulta que es una idea de Y papá también, que consiste en publicar una entrada por semana y si se falta a este compromiso se donan 5€ a una ONG. Buen plan, ¿verdad? Aquí podéis ver un poco más acerca de esta idea. Y como a mí el hierro me viene bien, que ando siempre al borde de la anemia, decidí unirme. Y vamos ya al tajo.

Nunca nunca nunca, jamás de los jamases, me gustaron los pies: la mayoría son feos, con dedos que no se sabe si tienen vida propia, pelos y huelen mal. Por eso siempre he adorado los calcetines: tan suaves, cariñosos, con colores vivos para alegrar esas tristes extremidades. Incluso en el trabajo llevo calcetines de animalitos y divertidos, porque allí somos un poco... ¿cómo puedo decirlo? ¿Hippies? Aunque una vez un jefe nos dijo que deberíamos de vestir acordes al edificio histórico en el que trabajábamos; a lo que un compañero reflexionó que quizá deberíamos ir a trabajar con levita. Pero esa es otra historia...



Pero al nacer mi hija me entró un amor desorbitado por sus pies: besos, mordiscos, caricias, cosquillas... y a ella le encanta y en cuanto puede me planta el pinrel en la boca. Aún me sigue gustando jugar así a pesar del cacho peana que se gasta la gachí, con sólo 18 meses.

Pero no todo el monte es orégano en el mundo del babypinrel: ¿alguien con más hijos y experiencia puede darme algunas pautas para seguir su crecimiento? Tan pronto están quietecitos sin crecer como les da por alargarse a todo meter. Yo no sé nunca qué esperar.

Y además, ¡señores, no hay manera de comprar un zapato a ciegas!, como se hace con los pantalones o camisetas. Sí, ya sé que un zapato no se debe comprar nunca de oído, pero a veces ves unos ideales y baratos y te quieres lanzar. Y si en un adulto te puede bailar un número el zapato, en un bebé... ¡A mí me ha pasado hasta 3 tallas! No me desesperaba tanto con las tallas desde que sacaron aquel estúpido estudio (que nunca sirvió para nada) acerca de la forma del cuerpo de las mujeres: la mujer pera, la cilíndrica y no recuerdo cuál otra. Algo así como la diábolo. Bien, pues con los zapatos de las niños, que la misma talla de dos tiendas diferentes se parezca es mera casualidad. Total, que cuando hay que comprar zapatos termino cogiendo para probarle desde 2 tallas menos de la que lleva, a 2 más, con la esperanza de que el zapato le dure algo más de tiempo. Porque llevamos estos 3 meses de verano comprando zapatos de manera continua. Y no exagero ni un ápice.



Y para colmo ¡esos precios que se gastan! Hemos vuelto de Francia cargados de zapatos, que costaban entre 7 y 10€, para intentar ahorrar un poco este otoño. Porque con lo que nos hemos gastado en zapatos en España este verano se pueden organizar las Olimpiadas de Madrid 2024.


150 palabras: En el más allá

En el relato de hoy vuelvo a recordar a mi amiga E, que falleció en el accidente de tren de Santiago. Y es que, como dice Marta de Diario de algo especial, el diccionario es caprichoso y ha elegido estas palabras: audaz, peldaño y descarrilar.

Al final de nuestra vida vamos a vivir para siempre a un sitio mejor. Sofía sabía que esto le había ocurrido a la tía E al descarrilar el tren en el que viajaba.

Las personas que van a este paraíso tienen que subir una escalera muy larga, peldaño a peldaño, unos más rápido y otros más despacio, porque hay que sopesar las cosas que se han hecho mal. Algunos llevan una mochila cargada de cosas malas. Y es que todos, absolutamente todos, pueden ir a este lugar paradisíaco: el simpático, el divertido, el audaz; altos y bajos, guapos y feos. Pero incluso los tristes, aburridos y malos, porque todos nos convertimos al final en buenas personas.

Es un sitio con grandes jardines por los que correr y muchas pelotas con las que jugar. Cometas, playas, serpentinas. Chocolate con churros y bocadillos de tortilla. No es tan mal sitio para quedarse.

La maternidad de la A a la Z: K de kiwi

jueves, 5 de septiembre de 2013


Y aquí estamos, recuperando letras, gracias a que Verónica es más maja que las pesetas.

Bueno, esta palabra tiene mucho sentido en la historia de mi maternidad. Y es ahora cuando empiezan las preguntas de porqué...

Lo primero que pensará mucha gente es antojos, ¿verdad? A esta pobre mujer, en las noches en que no encontraba posición para dormir, le entraba una tremenda necesidad de comer kiwis. ¡Y para colmo amarillos! El pobre Papá Mollete se levantaba en busca de una tienda 24h que tuviera kiwis y... ¡¡Nada de eso!! La verdad es que no tuve ni una sola mala noche. Bueno, solo una. Pero no fue ni al tercer mes de embarazo. Y fue mala solo porque me desperté ¡¡del hambre que tenía!! Eso no me había pasado en la vida... Y es que además tampoco tuve ningún antojo. Lo cierto es que tuve un embarazo de lujo. Lo único que cambió es que cada día tenía un poco más de barriga y que algo se movía dentro. ¡Y no era el hambre!, jajaja.

Imagen de http://www.blup.fr

Descartados antojos... ¿qué podrá ser? ¿Se referirá al pajarraco ese que vive en Nueva Zelanda? El apteryx (no confundir con Astérix, que ese es el irreductible galo. ¡Cómo me gustan esos cómics!) es un pájaro del tamaño de una gallina que ni vuela ni tiene casi alas. ¡Pues vaya timo de pájaro! Es originario de Nueva Zelanda, como ya he dicho, y su nombre, la palabra kiwi, viene del maorí, que es el idioma de los indígenas de esas islas, que también se llaman maoríes (a los que, por otra parte, impresiona muchísimo verles bailar la haka -¡señor, cómo me estoy yendo por las ramas en esta entrada!-). Como iba diciendo, kiwi es una onomatopeya del canto de este pájaro. Por las fotos que voy colgando ya muchos sabéis que me fui de viaje después de casarme a Nueva Zelanda (también sabéis lo poco que me gusta llamarlo viaje de novios o luna de miel). Allí habría tenido la oportunidad de ver kiwis... ¡¡y no vi ni uno!! No quise ir a granjas a verlos. Sé que perdí la oportunidad, pero yo y lo de ver animales en cautividad... lo llevo muy mal. Así que el kiwi-apteryx tampoco tiene cabida en esta historia.

Imagen de Catai Tours

Y bueno, veamos a qué se refiere la palabra kiwi...

Desde que nos casamos, e incluso un poco antes, Papá Mollete y yo teníamos muy claro que seríamos padres en cualquier momento, cuando decidiese llegar. Mucha gente dice que necesita vivir un tiempo en pareja, disfrutar de esa nueva etapa... y yo lo respeto y me parece estupendo, pero a los dos nos picaba el gusanillo de la paternidad mucho muchísimo. Además nuestros amigos ya iban teniendo hijos y nos parecía que nos apetecería más participar en sus planes si nosotros también teníamos niños.

No habíamos podido casarnos antes por la enfermedad de mi madre, así que de algún modo llevábamos algo de retraso respecto a lo que nos hubiera gustado hacer en nuestras vidas y por eso no queríamos tampoco posponer más el tema de los hijos. Además me conozco y soy más vaga que la chaqueta de un guardia y plenamente consciente de que cuanta más edad tuviera, menos paciencia tendría con los churumbeles.

Y nada, la verdad es que fue visto y no visto, quiza por esa tranquilidad de que llegara cuando quisiera: la enana vino a la primera de cambio. La cuestión es que cuando decíamos para cuándo nacería la peque, la gente echaba cuentas y nos preguntaba si era kiwi. Para los que lo desconozcáis, a los nativos de Nueva Zelanda se les llama también kiwis (además de neozelandeses). De hecho, para hablar de la fruta, dicen kiwi fruit, porque la primera acepción es para las personas. Así que es aquí donde entra la palabra kiwi en la historia, porque nos hicieron esa pregunta muuuchas muchas veces. 

¿Y la respuesta? Pues la respuesta, para decepción de la audiencia, era que no. Que es una chula de cabo a rabo.

La maternidad de la A a la Z: W de wasabi



Es la semana del retorno, poco a poco. Me doy cuenta de que estoy aún poco profunda, vamos, hecha una frívola superficial, pero es que mientras escribo estas frases estoy aún de vacaciones ¡y no se le pueden pedir peras al olmo!

Entramos en la segunda fase del Diccionario de maternidad ideado por Vero Trimadre a los 30, y que estamos completando y enriqueciendo entre muchos miembros de la blogosfera paternal. Yo vengo con deberes. Madre mía... yo, que en el cole nunca me quedó nada para septiembre, me veo aquí recuperando entradas de La maternidad de la A a la Z, y todo por no caer en la cuenta de que no se podían repetir letras. Ains...

Y sí, ya sé lo que algunos estáis pensando: en la carrera sí llevé alguna que otra para septiembre, morbosos todos.

Me siento frente al ordenador y todo lo que alcanzo a decir de primeras es: Ay, madre. ¡Qué listo fue Moi quitándose de encima las letras más complejas primero! Un crack, pero eso ya lo sabéis todos...

Y como digo, estoy aún sin aterrizar del todo, así que no seáis demasiado exigentes con servidora... iré cogiendo fondo con la palabra wasabi, ya que la decisión de ser padre implica poner un poco de wasabi en tu vida, o lo que es lo mismo, un poco de picante.

Cada día ¡es una aventura! Me vais a decir que no... no importan los planes que tengas, porque pueden venirse abajo por múltiples causas. Nos ha pasado a todos. O simplemente te suceden cosas "diferentes" y divertidas. Y eso que Mollete solo tiene 18 meses. Imagino que los demás tendréis mil anécdotas que contar.

Para picante, esta niña. Que ahora nadie sabe porqué, le ha dado por ir tocando las partes íntimas ajenas. Supongo que porque empieza a descubrir su cuerpo y querrá comprobar que los demás estamos hechos igual, pero hija mía... ¡¡no se le puede ir tocando el culo a la gente por ahí!!

Sin contar, claro, con cuando te mete la mano en el escote porque quiere mimitos y teta... y como ella no entiende de lugares o momentos apropiados o no, lógicamente, te mete mano cuando a ella le parece. En realidad, matizaré, no tengo ningún reparo en darle el pecho a mi hija esté donde esté, o esté con quien esté. Solo que la carcajada suele ser general en el entorno cuando se pone a estrujarme el pecho...

Y pica pica... ¡¡pica pica pollito!! Su canción fetiche. Nosotros no cantamos la versión dulce y vamos a decir popera del Pica pica pollito... es que la aprendimos de oídas y la adaptamos un poco a nuestra manera de ser. Con el tiempo hemos oído la canción original y digamos que la nuestra a su lado queda un poco heavy, como dicen unos amigos nuestros.

Así que, por unas cosas o por otras, tenemos mucho pica-pica en nuestro día a día. Pero en realidad los 3 somos un poco como el grupo de música: sweet wasabi.

150 palabras: respetar el trabajo ajeno. (hilos, abeja, reloj)

domingo, 1 de septiembre de 2013

¡Aquí estamos de vuelta! Tras un mes de agosto sin dar casi señales de vida, relajando cuerpo y mente, volvemos a la actividad de la mejor manera posible: con las 150 palabras de Marta, de Diario de algo especial.

En verano, las agujas del reloj de Sofía se movían más lentamente. Por lo menos a ella el día le cundía mucho más. Aunque la que realmente aprovechaba el tiempo era la abeja, que en un momento construía un panal. Las abejas le caían bien, no como las avispas, porque hacían miel.

Un día descubrió unos panales paseando por el bosque e intentó acercarse a verlos. Se metió entre unas zarzas y se arañó un poco las piernas. Para colmo se enganchó el pantalón y unos cuantos hilos quedaron colgando. Mejor no tiraría de ellos ¡no fuera a volver a casa sin pantalones! Dio media vuelta. Le pediría a mamá que la acompañara otro día.

Su mami le explicó que era mejor no molestar a las abejas mientras trabajan, porque podían enfadarse. Como a Sofía tampoco le gustaba que la molestaran cuando estaba concentrada decidió que respetaría a las abejas.




Aroa, la pequeña luchadora

martes, 6 de agosto de 2013

Os diréis: ¿pero esta no estaba de vacaciones? Bueno, sí. Pero es que por causas importantes yo rompo mi descanso, solo faltaba. Y seguro que cuando lo leáis entedereis la importancia de todo.

¿Os acordais de Aroa? Seguro que sí, porque os he hablado en múltiples ocasiones de ella. Os la presentaba aquí, precisamente el día de mi cumpleaños. Y luego le dediqué una de las historias de las 150 palabras de Diario de algo especial, porque fui a conocerla al hospital y su historia, la peque y su mami, me tocaron el corazón. Siempre me ha parecido injusto que los niños sufran, por enfermedades, guerras, malostratos... ¡no debería estar permitido! Y cuando encima se ve que son tan buena gente, que actúa desde el corazón, duele el triple.


Más adelante mi amiga y fotógrafa Sara Lobla, sorteó una sesión de fotos con ella entre todos los que hicieran un donativo a la familia de Aroa. Su papá vivía en Cartagena, y su hermana Nayara también, mientras Aroa y su mamá, Inma, estaban en el hospital en Madrid. Entre eso, una subasta que se hizo y que su papi por fin encontró trabajo en Madrid, pudieron venirse aquí a vivir.

Ahora Aroa no está ingresada, pero siguen necesitando ayuda porque con un solo sueldo no es suficiente, y dada su situación, tan delicada, hay muchas cosas de las que no pueden prescindir, como un carrito de un modelo determinado que permita a la mamá de Aroa controlar el catéter de la pequeña cuando la saca a pasear. Todo esto mientras esperan a que la pequeña gane peso para poder hacerle un transplante de médula, que es lo que en el futuro la libraría de más enfermedades de las que ya tiene.

Te invito a que conozcas más sobre Aroa, su enfermedad y su familia, bien en su blog o en su facebook; páginas que se han creado para dar transparencia a la historia y que no haya suspicacias.

En estos momentos hay en marcha un sorteo para recaudar dinero para la silla que os comentaba antes: 1€, 1 número de participación. El ganador del sorteo será el que designe el Extra de verano de la ONCE, que se celebra el día 8 de agosto. ¡Aún tienes tiempo para colaborar con Aroa! ¿No te animas? Toda la información, aquí.

EXTRA: Semana mundial de la lactancia materna

jueves, 1 de agosto de 2013

La mayoría de las experiencias de este blog son las de una madre de un bebé, que es lo que tenía hasta hace poco, aunque todavía no pueda decir que es una niña. Muchas de estas experiencias son de los primeros meses, es decir, cuando Mollete era una recién nacida. Pero va creciendo, y aunque por un lado me entristece de algún modo me aporta nuevas experiencias y puntos de vista. 

Diseño Pro crianza con apego de Sarai Llamas