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Los médicos en el segundo embarazo

jueves, 18 de septiembre de 2014

Editado: esta entrada estaba escrita en parte antes de sufrir el aborto en noviembre de 2013. He decidido publicarla porque no he dejado de estar de acuerdo con ello y al fin y al cabo es una reflexión que he tenido.

Ya he comentado alguna vez que en el embarazo anterior decidí no leer nada, porque quería que todo este nuevo camino fuera surgiendo de manera natural. Por un lado me alegré de ir descubriendo la maternidad por mí misma, porque estamos preparados para ello y nunca pensé que fuera a ser un problema. Pero es cierto que en ese camino perdí mucha información que a día de hoy sí que tengo y que me hace enfocar este nuevo embarazo de una manera totalmente diferente.

Ya cuando nació Mollete decidí que para la próxima me gustaría que me llevaran el embarazo en la Seguridad Social. Con el primero no fue así por una serie de circunstancias que me hicieron visitar varios médicos hasta encontrar uno que me atendiera (los otros no era por falta de ganas, sino por otro tipo de problemas), así que cuando por fin encontré uno me agarré a él como una garrapata. Resultó un chico encantador que me trató genial, me explicaba todo, siempre amablemente, a pesar de mis reticencias iniciales por ser hombre porque yo pensaba que quién me iba a entender mejor que una mujer... Bueno, pues salí tan encantada que decidí pasarme a verle en este embarazo.

Leemos juntos: leer es jugar

miércoles, 10 de septiembre de 2014

¡Vuelta a las rutinas! ¿Y qué mejor para alegrarnos los días que un poco de lectura? ¡NO HAY QUE PERDER LAS BUENAS COSTUMBRES! Y si además leyendo podemos jugar, mejor que mejor. Boolino trae nuevas ideas la mar de interesantes. Échale un vistazo.

Una de las mejores estrategias para lograr que los más pequeños comprendan el placer de la lectura para que así decidan incorporarla de un modo permanente a su rutina es convertirla en un juego. Si la lectura es un entretenimiento divertido los niños esperarán con ansias la hora de leer. Por eso desde Boolino os recomendamos hoy lecturas en forma de juego:

Si yo fuera un león es un libro ilustrado editado en cartón y en gran formato para hacer disfrutar a los más pequeños con divertidas sorpresas. Los niños, a partir de un año disfrutarán pudiendo verse como un feroz león o bien ladrando de felicidad o croando para hacerse escuchar. Un libro para aprender el sonido de los animales de un modo ameno y participativo en el que la presencia de los padres se hace indispensable. Una buena manera, pues, de fomentar la lectura en familia.


David A. Carter ha creado Veo veo , un libro con pop-up ciertamente impresionante. Con unos desplegables de tamaño considerable, el artista nos invita a encontrar distintas formas, números y letras entre las estructuras que encontramos página a página. A veces reglado por la combinación de colores, otras bajo conceptos como el yin y el yang, Carter nos fascina con sorprendentes enlaces, aparentemente sin motivo lógico, de recortes que no dejan de ser una imagen visual fascinante. Conceptualmente complejo, David A. Carter presenta un desplegable distinto y que rompe el estereotipo de libro-juego para bebés. Los mayores también podemos disfrutar con los pop-up.


Y con juegos para aprender vocabulario y poner en práctica lo que los niños aprenden en la escuela, los adultos también encontrarán en Nuevas palabras un juguete divertido ya sea como calendario o como pizarra en la que escribir mensajes. Un excelente regalo que Susaeta ha ideado para incorporar la diversión en la rutina escolar.


Tres posibles juegos relacionados con las palabras, la lengua y la lectura para hacer de la hora de leer un juego divertido con el que aprender infinidad de cosas.


¿Embarazo + lactancia = aborto?

miércoles, 3 de septiembre de 2014

Antes de estar embarazada, antes si quiera de plantearme si era el momento o no de tener hijos, ya había oído que no se podía dar el pecho durante el embarazo porque producía abortos. En ese momento no me preocupé en preguntar más porque era algo que no me incumbía y lo dejé en lo más profundo de mi cabeza, como un vago recuerdo.

No fue hasta cuando decidí quedarme embarazada por segunda vez que rememoré aquella frase. Yo estaba contenta con la lactancia. Y lo que era más importante: mi hija también lo estaba. Después de que no apostaran por nosotras y nuestra lactancia, nos habíamos plantado en los 18 meses satisfactoriamente, y no quería dejarla a no ser que fuera imprescindible.

Así que decidí informarme preguntando a mi ginecóloga y buscando por internet en webs serias (hago esta puntualización porque hay que saber buscar: el hecho de que algo esté publicado en internet no quiere decir que sea cierto) y llegué a la conclusión de que no había ninguna contraindicación. De hecho, la web de e-lactancia (si no la conocéis os la recomiendo. Es una web muy seria hecha por pediatras que da información sobre los medicamentos y sustancias que pueden interferir en la lactancia) recoge una entrada para embarazo y se puede leer que no hay contraindicación alguna. Podéis verlo aquí. En la web de la Asociación Española de Pediatría tampoco desaconsejan la lactancia en el embarazo salvo en situaciones de riesgo.

Una cenita en vacaciones: restaurante El Cazurro (Cantabria)

martes, 12 de agosto de 2014

Esta entrada nada tiene que ver con la maternidad, pero creo que merece la pena dar a conocer este sitio porque es estupendo. Y como aún quedan días de vacaciones por delante, quizá alguien pueda aprovecharlo.

Yo, como auténtica Reina de las Nieves que soy, no puedo con el calor, y siempre que puedo me escapo al norte en verano. Tengo predilección por Cantabria porque pasé allí los veranos enteros durante casi 20 años de mi vida y de alguna manera puedo decir que me he criado allí. Me encantan las temperaturas, la comida y las playas. Es otro concepto de playa, quizá, porque recuerdo ir incluso los días de lluvia, y me lo pasaba igual de bien.

Ya por aquellos tiempos había un sitio al que íbamos a menudo a cenar que se llamaba El Cazurro. Por aquel entonces era un sitio bastante humilde, sin pretensiones, pero que hacía una comida para chuparse los dedos. Además estaba en un pequeño acantilado con una playa al lado, de modo que o bien podías ir a comer después de una mañana de playa, o bien ir a cenar para disfrutar de la maravillosa puesta de sol. Recuerdo comer muy ricos bocartes, bonito, maganos y pescados a la plancha. De postre siempre un calipo de lima-limón, y bueno, de cola cuando llegó la novedad. Ahí descubrí también las maquinitas del juego ese de explotar unas bolas que iban botando y había que reventarlas, el Pang. Para mí aquello era tecnología punta y cosa de mayores. Ya veis, así es la mirada de un niño... ¡Y después de cenar jugaba al Quién es quién con la hija del dueño!


Hubo un tiempo en que dejamos de ir a Santander por cuestiones laborales, pero el año pasado regresamos y decidimos volver a cenar a El Cazurro, con mucho miedo de lo que podríamos encontrarnos, entre otras cosas porque con el tiempo tendemos a idealizar las cosas buenas. Lo cierto es que ya no lo llevaba el hombre que lo regentaba cuando era niña. Ahora el local está mucho más cuidado, muy bonito puesto. Lo lleva un grupo de gente joven. No sé de qué se conocen, pero desde luego desde fuera parecen un grupo de amigos que han decidido embarcarse en esta aventura de llevar un negocio. Son todos gente muy simpática y los cocineros que tienen son muy buenos profesionales.


Han creado un ambiente cuidado y tranquilo, muy muy agradable. Ideal para ir en familia o también para una cena romántica. Predomina el color blanco, que personalmente me encantan, porque me da paz, que es lo que busco cuando estoy de vacaciones. Puedes entrar también a tomarte simplemente un café con tarta sentado en las sillas de mimbre junto a los ventanales mirando al mar, olvidándote de todo por un rato.


La carta no es muy amplia, pero las cosas que tienen están deliciosas: almejas, croquetas de chipirón en su tinta, langostinos a la plancha, pulpo, quesos del país, maganos encebollados, rabas... y suelen tener pescado fuera de carta, que suelen ser bonito, jargo o lubina, por lo menos las veces que yo he ido. Ya no puedo tomar un calipo de postre, pero hacen unas tartas riquísimas (a destacar la de zanahoria) y un arroz con leche para chuparse los dedos.

Desde el comedor, si tienes suerte, puedes disfrutar de unas vistas maravillosas. Es conveniente reservar, porque se llena. Y si reservas de los primeros te ponen las mejores mesas. Los jueves tienen música en directo, lo que es un punto más a su favor. Para saber quién toca cada semana se puede visitar su cuenta de Facebook, aquí.


No está lejos de El Sardinero de Santander, a unos 15-20 minutos. De verdad que si estáis por la zona os recomiendo que no os perdáis este sitio y disfrutéis de una agradable cena con comida bien rica y vistas maravillosas.




Adaptarse al entorno o morir: baño relajante con patitos.

martes, 15 de julio de 2014

Ya está aquí el verano... ¡¡y lo detesto!! Pues sí. Reconozco que el frío del invierno no es el mejor aliado para salir a la calle para jugar con los niños, pero a mí me gusta. Más el otoño, es cierto. La primavera no me gusta, pero como norma es un tiempo agradable para salir a la calle. Pero el verano... no. El calor me sienta mal, no hay más. Y hoy era de esos días en que yo era un despojillo humano. Además en el trabajo estamos con vibraciones en el edificio por las simulaciones que el CEDEX está haciendo del AVE Medina - La Meca. Sí, en pleno centro de Madrid, ¿a que es un sitio estupendo? Desde luego los que decidieron poner este simulador en El Retiro en una zona rodeada de viviendas, oficinas y un colegio, se cubrieron de gloria. El caso es que me mareo con las vibraciones y me duele la cabeza, y como no superan los límites de la normativa, pues ajo y agua, así que entre unas cosas y otras una llega a casa que da pena.

Con todo esto, hoy decidí darme un bañito. Hace una semana probé por primera vez una bomba de baño de Lush que me habían regalado. Como nunca me baño, pues no la había probado. Pero ¡¡vaya descubrimiento!! El aroma era magnífico contribuyendo a una mini sesión de aromaterapia. Los aceites que llevaba dejaban el agua muy agradable y la piel acababa bien hidratada. Así que después de esa maravillosa experiencia pasé por la tienda y me compré un par más, por si surgía de nuevo la oportunidad de un bañito relajante. Y surgió. Porque además de todo esto,  ayer (por la noche del domingo al lunes) dormí poco ya que me quedé a ver la final del Mundial, que una es muy futbolera. Y vaya truño de partido... pero ese es otro tema.

Total, que me he arrastrado al baño y he empezado a llenar la bañera, toda feliz de la vida, pensando en qué bañito más agradable me iba a dar. Mollete, que está en todo, la tía, lo ha visto y ha decidido ayudarme. Ella, que es una chica muy pero que muy lista, ha pensado: ¿qué mejor baño relajante que uno acompañado por patitos, cuentos y cañas de pescar? Y me ha llenado la bañera de trastos. He de reconocer que los patitos de goma que tiene Mollete tienen su punto. Se los ha traído su tío y padrino de Hamburgo. Parece ser que allí venden muchos de diferentes tipos. ¿Por qué? Bueno, parece ser que en Alemania es bastante célebre la carrera de patitos de goma y no sé si irán por ahí los tiros. Pero la verdad, no tengo ni idea... ¿alguien puede aportar algún dato esclarecedor sobre este tema?


Y nada, que Mollete no se iba hasta ver cómo me metía en la bañera. La jodía lo que quería era lavarme la cabeza en venganza a cuando se la lavamos nosotros, jajaja, así que no se ha ido del baño hasta que la ha cumplido. Para colmo no me ha dejado sacar nada del agua, total que ahí que me he zambullido con todo el personal plástico. Y luego ya me ha dado pereza sacarlos, la verdad...


En otras circunstancias, cuando decidía darme un baño relajante, solía poner música agradable para relajarme completamente, pero hoy estaba taaaaaan cansada que he pasado de todo. Me he recostado y hala, a pensar en otras cosas, rodeada de patitos, pulpos y cuentos. Como ya os digo, el verano me sienta fatal y raro es el día que paso el 10/6 de tensión. Y claro, con el calorcito de la bañera me he empezado a marear y le he pedido a Papá Mollete que me abriera la puerta para ventilar un poco. Y aquí la segunda maravilla del mundo moderno: se oía todo lo que hacía Mollete, que estaba escuchando los Cantajuegos. Pues oye, jamás hubiera pensado yo que sería capaz de relajarme rodeada de patitos de goma con la banda sonora de Señooooora vacaaaaaa, señoooora vacaaaaa, le doy las gracias por todo lo que nos da y con los peces radiactivos de la cortinilla de ducha de IKEA mirándome fijamente. Pero ¿quién necesita una baño pintado de colores suaves, luz tenue y música chill out para relajarse, pudiendo tener Señora vaca de fondo?

Porque oigan, los peces de la cortinilla de IKEA se las traen. Es verdad que los hay con cara de simpaticones, pero alguno tiene cara de mala leche, por no hablar del pez tolai que parece que está totalmente colgado.


El caso es que, a pesar de todas las extrañas circunstancias, me he relajado. He distendido los músculos, he liberado la mente y he salido del baño infinitamente mejor de lo que había entrado. Y es que la necesidad agudiza el ingenio, ¿no? Y te obliga a adaptarte a lo que hay. Y palabra que hacía tiempo que no tenía un bañito tan relajante como el de hoy.



Control de esfínteres (III)

viernes, 4 de julio de 2014

El tiempo ha ido avanzando mientras nosotros convivíamos con el pañal y la visita cada hora y media al orinal. Mollete casi dominaba el asunto en la guardería, a pesar del paso atrás que dimos hace aproximadamente un mes, cuando no quería ni que le mentáramos la palabra orinal. Pero en casa… la historia era otra: era mucho más rebelde. Y como tampoco queríamos obligarla a sentarse en el orinal para que no pasase a tener una relación de odio con el mimo, pero tampoco daba el paso de regularizarse a lo largo de todo el día, su profe de la guarde nos sugirió que pasáramos a quitarle el pañal a pesar de que los primeros días quizá tuviésemos abundantes perdidas. Y así lo hicimos.

Y claramente es el empujoncito que le faltaba. Por supuesto que no lo ha dominado todo de golpe y algún pis que otro se ha escapado, pero lo hace bastante bien y es ella misma quien de vez en cuando dice: ¡pis! Y esto que aparentemente es tan práctico, a veces trae confusiones. Ayer íbamos en el coche y le oigo decir “pis, piiiiis” muy insistentemente. Y yo en plan: “aguanta cariño, que ya llegamos”, (porque estábamos muy cerca en realidad), en plan Carlos Sainz en pleno rally pero sin un Luis Moya de apoyo, esquivando coches torpes y lentos, con mil ojos para no llevarme a ningún peatón por delante, mientras se me venía a la mente la imagen de su padre cabreadísimo porque la niña se había hecho pis y no le había puesto en la silla el empapador a pesar de que el pobre no hace más que recordármelo. Y cuando por fin llegamos a casa (todo el trayecto diciendo “piiiis, piiiiis”) le oigo decir claramente: “Luiiiiis, Luiiiiiis”, que es un amigo suyo al que quiere ir a ver. Bueno… por lo menos habíamos llegado a casa antes de lo esperado, que yo tenía mucha hambre… =)


Lo que aún no domina es el tema de la caca. Poco a poco. A ver cuando la recoja dentro de un rato qué avances tenemos para hoy.

Como conclusión, pues he aprendido que a veces lo que necesitan es que les lancemos sin red debajo (que se me entienda, ¿eeeeeh?) para terminar de coger confianza. Aunque confianza a esta niña no le suele faltar…

¿Y para cuándo el bebé?

jueves, 3 de julio de 2014

Después de casarme no tuve que soportar durante demasiado tiempo las típicas preguntas de ¿y para cuándo el bebé? porque me quedé embarazada en seguida. Con lo cual, eso que me evité. Pero después de nacer Mollete… ay, amigo, la cosa ha cambiado. Es muy frecuente que la gente me pregunte que para cuando el hermanito. Y esto me genera sentimientos encontrados.

Por un lado entiendo que la gente más cercana quiera saber si nos apetecería tener otro niños y en tal caso si vamos a esperar o no. Supongo que es una pregunta como otra cualquiera, como que si hemos empezado a mirar colegios para la peque. Pero después de tener el aborto y de ver amigas a las que les está costando quedarse embarazadas incluso teniendo que recurrir a técnicas de reproducción asistida, me doy cuenta de que a veces no reparamos en que esa inocente pregunta puede hacer daño.

A unos porque les esté costando mucho. Mucha gente se angustia, lo pasa mal hasta llegar a obsesionarse. Dejemos al margen si es mejor no obsesionarse, que eso ya lo sabemos todos y la típica frase que te dicen de conozco a una amiga que se quedó justo cuando dejó de pensarlo es tan cierta como inútil. Pero las personas en esa situación pueden estar pasándolo mal y que alguien venga a preguntarles esto puede que solo agrave el malestar.


Así se ponen algunos cuando les hacen esta pregunta.

Otras veces no sabemos si esa pareja lo lleva intentando un tiempo y ha tenido la desgraciada experiencia de tener un aborto por en medio, porque mi experiencia reciente es que estas cosas no se comentan con la naturalidad que debería. Por un lado, si se hablara más de este tema se ayudaría a las mujeres que están pasando por ello. Y por otro, nos enteraríamos de cómo se siente esa persona y quizá evitáramos hacer preguntas que puedan doler. Yo la verdad es que no me corto un pelo. Conté lo del aborto sin problemas con la esperanza de que a algunas mujeres les pudiera servir mi experiencia, pero es cierto que no todo el mundo lo sabe porque no lo anuncié en el Hola. Así que cuando alguien viene y me pregunta, les digo tranquilamente que tuvimos un aborto y que ya llegará cuando deba ser. La gente se suele quedar un poco cortada ante esta respuesta, pero me da igual, porque espero que eso les sirva para darse cuenta de que esta inocente pregunta a veces puede herir.

Y luego hay gente que simplemente no quiere tener que soportar esa pregunta una y otra vez porque el hecho de estar casado o tener pareja estable no implica que se desee tener descendencia. Y todos sabemos que cuando la gente se pone pesadita con algo puede llegar a quemar a cualquiera, incluso aunque quieran ser amables a la hora de contestar. Todo tiene un límite.

Yo ya he optado por no preguntar. Vamos, si se está metido en una conversación de esa temática quizá sí, claro. Entiendo que ahí puede ser una pregunta natural. Pero no pregunto del modo en que muchos te lo espetan en plan: ¡Hola! ¿Cómo estás? ¡Cuánto tiempo! ¿Y aún no habéis ido a por el segundo?

Así que intento tomármelo con paciencia y contestar amablemente aunque les diga la verdad. Pero es cierto que muchas veces la pregunta se hace pesada y revuelve sensaciones que no apetece tener en ese momento. Creo, definitivamente, que deberíamos de andar todos con un poco más de tacto, por si las moscas… Por lo menos ser conscientes de que esa pregunta puede sentar mal si desconocemos la situación de la otra persona.