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Reivindico mi derecho a tener miedo

jueves, 26 de noviembre de 2015

Reivindico mi derecho a tener miedo.  Pues sí, señores. Yo tengo miedo. Miedo a este mundo de locos, de gobiernos que solucionan sus problemas con guerras, de extremistas que quieren arreglarlo todo matando a los que les molestan y sobran, de la poca empatía que mucha gente muestra con el prójimo, con el que lleva padeciendo meses pero ya se ha convertido en la música de fondo del telediario...

Y estos días, en particular, miedo a la posibilidad -remota- de viajar a Francia o Bélgica. Vamos, que no iría para allá ni de broma, ni jarta vino. Incluso a veces, sin la necesidad de irme tan lejos, tengo miedo y reparo a subirme a diario en un vagón de metro o a pasear por un centro comercial. Lo pienso y sé que, dada la situación, ahora hay más seguridad que hace unas semanas, seguramente. Y quizá sea menos probable que ahora ocurra algo que hace un mes, cuando iba en metro sin miedo y sin ningún pensamiento al respecto. Que quizá no sea muy racional sentirse así, pero no puedo evitarlo y siento miedo. La semana pasada el ver a la Policía Nacional paseando por el centro comercial que suelo frecuentar, en contra de darme la sensación de que la situación estaba controlada, me produjo una inquietud grande al hacerme consciente de nuevo, mientras yo vivía en mi nube de inconsciencia del día a día e inmersa en mi realidad más cercana, de cómo está la situación.

Me divierten todos los que estos días alzan la voz diciendo que no podemos dejar de hacer los planes que ya teníamos, porque justamente eso es lo que quieren los terroristas, instaurar el terror. Y se les hincha el pecho a medida que hablan, diciendo que no podemos tener miedo, cual Juana de Arco en el fragor de la batalla. Yo no sé si pretenden ser cómo Theoden y arengarnos para que nos lancemos a la carga como los rohirrim. Realmente no sé qué es lo que buscan, e, incluso, quizá sea cierto lo que dicen. Pero ¿y qué? Yo me siento como me siento, y tengo miedo. Soy humana y soy libre de sentirlo: las emociones no se controlan. Sé que en unos días se me pasará. Lo iré racionalizando poco a poco, y el miedo dejará paso a la rabia. Y después aceptaré que este es el mundo que nos ha tocado vivir, que yo intento poner mi granito de arena para que cambie, pero que hoy por hoy, hay lo que hay. Y yo hoy tengo miedo. 

Lo que realmente me fastidia (y me duele, no lo voy a negar) son todos estos que hablan con aires de superioridad ante tu condición humana, quitándole importancia a que tú te sientas así, que te miran por encima del hombro: serás débil.... ¡Es que incluso me han abroncado por sentirme así! Ver para creer... Se ve que ellos son de hielo, que ni sienten ni padecen. Yo el viernes 13 dormí abrazada a mis hijas, y sé que eso mismo le pasó a mucha gente. Lo necesitaba. Y veo que no soy la única que sintió miedo. ¿Por qué esa falta de respeto gratuita? ¿Ese menosprecio al que se siente así?

Algunos me dirán, incluso, que no soy el mejor ejemplo para mis hijas. Pero yo, por el contrario, creo que sí lo soy y que de todo esto puede salir un gran aprendizaje. Tienen que ser conscientes de la variedad de emociones que puede sentir una persona; que se presentan sin previo aviso y que, aunque es difícil controlarlas, sí es posible gestionarlas. Que vean que mamá tiene miedo, pero que se recompone y sigue, porque el mejor aprendizaje es mediante el ejemplo. Que es cierto que las emociones no pueden paralizarnos, pero que es normal y legítimo sentirlas; no hay que avergonzarse.

Esta actitud me cabrea, mucho. Me hace sacar lo peor de mí -y esto sí que es un mal ejemplo para mis hijas, lo reconozco-: ya estaré atenta a cuando tu hijo tenga unas décimas por encima de 38 y estés dando el coñazo con que estás preocupada por la fiebre que tiene. Y te diré: pero hija, si total, son solo unas décimas. El cuerpo está actuando, se está defendiendo del invasor. No puedes preocuparte por eso. O cuando suspendas el próximo examen de tu oposición. No sientas rabia, la vida es maravillosa y tienes mil y un caminos. Quizá este no fuera el tuyo. No te enojes. O algo más común, cuando te estreses por el atasco de la mañana: pero hombre, levántate 15 minutos antes y evítalo. Pero deja de quejarte.

Porque en este mundo parece que sí tienes derecho a sentirte preocupado, o enojado, o estresado, por ciertas situaciones. Pero tener miedo está mal visto. Esta maldita sociedad en la que hay que aparentar lo que no se es o lo que no se siente...