Todos sabemos que un árbol de Navidad es un atractor natural para los más pequeños de la casa. Con esos colores, esas luces... ¡¡lama tanto la atención!! Que cómo vamos a evitar que metan mano y lo redecoren todo o se lo lleven a la boca los más pequeños.
Cuando nació Mollete, como no había pensado en eso (tengo que reconocerlo), compré deprisa y corriendo cuatro cosas que no se rompían, de plasticucho y bastante feas, las cosas como son. Al año siguiente me pillaron las prenavidades recuperándome en casa del aborto de mi querido Garbancito. En esos momentos necesitaba estar entretenida en algo y comencé a hacer adornos ligeros, irrompibles y que a mí me parecían bonitos, de modo que pudiera ir sustituyendo poco a poco los horribles adornos de plástico por estos otros: bolas de corcho blanco recubiertas de telas de colores. Sobre las bolas de corcho dibujé a lápiz una serie de líneas que conformaban un diseño geométrico. En realidad se puede hacer el dibujo que más te guste, pero una tiene una mente muy cuadriculada y tendía a hacer motivos geométricos y simétricos. Una vez pintados, sobre esas líneas pintadas se hacen con un cúter unas rajas que van a servir de soporte a la tela. En cada fragmento de la bola se coloca una tela que la recubra, quedando ésta sujeta dentro de las rajas que han sido hechas previamente. Es una manualidad muy fácil y se puede hacer incluso con los niños. Os enseño alguno de los modelos que he hice en sus momento: