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Maternidad de la A a la Z: tinglado (epílogo)

lunes, 2 de junio de 2014

He tenido la oportunidad de compartir algo más de uno año con mujeres maravillosas y con algún hombre que no se queda atrás. La vida me ha traído la suerte de conocer gente excepcional que siento muy cerca a pesar de todos los kilómetros que nos separan, y que quiero que sepan que estoy aquí como ellas lo han estado para mí, con su empatía, aunque a veces desaparezca de los patios de vecinas, pero como todos sabéis muy bien, los días tienen solo 12 horas... ¿O eran 24? :S

Por otra parte el haber formado parte de este Diccionario de la maternidad ha sido un ejercicio de introspección muy grande y necesario (de esta necesidad me he dado cuenta a posteriori, que no soy tan lista), que me ha permitido escarbar dentro de mí y sacar sentimientos que estaban ahí, arrinconaditos y callados. Yo casi ni me había enterado de su presencia, pero aguardaban agazapados. Solo había que darles un empujoncito para que se decidieran a saludar. Por todo esto la palabra que no puede faltar en esta despedida es gracias. En primer lugar a Verónica porque es el alma máter de este tinglado, palabra que tendría que haber aparecido en mi diccionario, por cierto. Y por supuesto a todos los implicados, porque con su entusiasmo me han dado las ganas para ir cada jueves a leerlos a todos (aunque no siempre pudiera comentar) y las alas para seguir buscando un hueco para escribir aunque estuviera hasta arriba de líos.

Y como nunca es tarde si la dicha es buena, esta va a ser la entrada de tinglado: barullo de gentes o cosas. Porque si hay una palabra estupenda para definir la maternidad es la palabra tinglado. ¿O me vais a negar que esto en lo que nos hemos embarcado, la maternidad, no es un tinglado de tres pares de narices? ¡Madre mía, qué lío! ¡Cuántas novedades!

Sin duda alguna, cuando comienza esta etapa, una trata de adaptarse a las nuevas circunstancias a pesar de ser un mar de dudas con marejadilla y esta nueva fase se presenta ante ti como la gran incógnita. Dudas por todas partes, las que te surgen a ti y las que te plantea la gente y sus bienintencionados consejos. ¡Señora, yaaaa! Que yo no le he pedido consejo, hombreeeee... Ya sabemos que muchos consejos vienen muy bien, pero otros muchos son falsos, inexactos y un gran número van llenos de toda la mala baba del mundo. Se quebranta así uno de los principios básicos de la maternidad: respeto absoluto a la nueva madre y a sus actos. No abra usted la boca si no es para ayudar o afianzar. Y en muchas ocasiones es mejor solo un gesto de apoyo que toda la verborrea teórica del mundo.


Pero en medio de todo este lío una ordena su cabeza, abre el cuaderno de bitácora dispuesta a llevar esta nueva etapa con orden y responsabilidad, y se dispone a enfrentarse a lo que le echen por delante: te vas a jalar el mundo, ya está aquí la mejor mami del universo (o por intentarlo que no quede). Una, que es inocente, se cree eso que le dicen en el trabajo y desde el gobierno de que no va a ser tan difícil porque hay conciliación que permite simultanear la vida laboral con una vida familiar plena. Te ornamentan la realidad y te pintan un mundo lleno de facilidades para las madres trabajadoras. Y lo cierto es que al principio quizá una no se entera una demasiado, porque está con la novedad, la ilusión, flipando con esa cosita pequeña que se mueve y bosteza, con esos quesos pequeñitos que se agarran a tus mofletes cuando los pones sobre ellos. Incluso por unos días se te olvidan los miedos que tenías durante el embarazo, pero cuando empiezas a habituarte a tu nueva vida te das cuenta de que ser madre, además de ser maravilloso, es también duro. Muy duro. A veces las cosas te superan y aumenta la presión hasta que terminas explotando en un mar de lágrimas. Pero sacas armas cuando no sabías que las tuvieras. Con un par de ñapas arreglas un pequeño desastre en casa y en cerocoma has volado de nuevo al trabajo gracias a ese maravilloso don de la ubicuidad, para acabar ese trabajo que tanta urgencia corre para mañana. Pero nada de huir, que las mamis hemos resultado ser más fuertes de lo que pensábamos. Y qué leches, todo es relativo, así que se trata de buscar las cosas buenas de cada situación y tirar adelante. Piensas en tu hija, en Sofía. En la cantidad de cosas que le quedan por vivir y de las que quieres y vas a ser testigo. Y te mueres de ganas de compartirlas con ella. Muchas de esas vivencias te provocan nudos en el estómago, buenos y malos; otras nostalgia pensando en cómo lo hubieran disfrutado los que ya no están y a los que tanto echas de menos.

Y toda la nueva experiencia vital que experimentas y que se te presenta por delante, te hace echar también la vista atrás. ¿Cómo he vivido hasta ahora? ¿He valorado las cosas como debía? ¿Cuál ha sido mi comportamiento hasta la fecha? Te pones unos cuantos visto buenos, porque resulta que no lo has hecho tan mal, pero tu nueva visión de madre te ensaña que algunas veces metiste la pata, así que te pones una X en ciertos comportamientos. Pero esto también es sano, como los kiwis, porque de todo tenemos que sacar una lección aprendida.


Y al final, una tarde que tienes relajada (que sí que las hay, hombre), te sientas en el sillón con un café y piensas: ¡qué leches! Esto de la maternidad está genial; tiene su punto, le da wasabi a tu vida. Me llena de amor por todas partes y me hincha como un globo que sube sube y sube... hasta lo más alto, al zénit, porque ser madre es lo más maravilloso que me ha pasado en la vida. ¿Cuándo repetimos?

En busca de un nuevo embarazo

jueves, 29 de mayo de 2014


No son momentos fáciles. A ver, no los comparo a enfermedades duras o a la pérdida de un ser querido, pero en estos momentos estoy hecha un lío.

Como casi todos sabéis, en junio del año pasado empezamos a buscar un nuevo embarazo, y la verdad que sin comerlo ni beberlo (vamos, sin tomárnoslo demasiado en serio) llegó en septiembre. Pero hubo mala suerte y perdimos a nuestro Garbancito. Una vez superado el tiempo prudente de espera recomendado por los médicos dejamos pasar un par de meses más porque las cosas no estaban muy claras con la salud de mi padre y no me sentía yo con ganas de mucho en esos momentos. Pero en cuanto se aclaró la situación nos abrimos de nuevo a la llegada de un nuevo enano. 

Y lo que está sucediendo es lo que no me pasó en ninguna de las dos veces anteriores: me estoy poniendo ansiosa. Y manda narices, ¿no? Porque a la vejez, viruelas. Si no me ha ocurrido las otras veces, ¿por qué en esta sí?

Pues se juntan varias cosas. Para empezar imagino que el aborto está influyendo negativamente en esta impaciencia. Digamos que ya va a hacer un año desde que empezamos esa búsqueda y no hemos tenido el resultado esperado. Sé que no es como no haberme quedado embarazada por en medio, pero la cabeza lleva su ritmo y sus percepciones son así, muy sui géneris. Ve las cosas como quiere, y por más que la intentas aleccionar de que eso no es como ella lo ve, se empeña y se empeña en sus ideas.


Por otro lado está la duda de si tu cuerpo funciona bien. Lo he hablado con varias mamis que tuvieron un aborto y muchas coinciden en haber pasado por esto. Y la teoría también me la sé: a tu cuerpo no le pasa absolutamente nada. Los abortos son cosas que suceden. De hecho mi ginecóloga, tras el aborto, me dijo: como ves no tienes problemas para quedarte embarazada, así que paciencia que llegará. ¡Y tiene toda la razón del mundo! Pero cuando una tiende a ser Mari Angustias, que es lo que soy yo, todas las razones bien cimentadas no tienen ningún peso en esta cabeza de chorlito. Y de nuevo, venga a decirle a la cabeza que no tiene razón. Pero ella, una vez más, a lo suyo.

Y por otro lado me agobia pensar que el tiempo pasa y voy cumpliendo años. Ya son 34 castañas. Ahora muchas me diréis que no es nada, y es verdad que las mujeres tienen hijos siendo bastante mayores. Pero lo que es cierto es que a cada año que pasa la fertilidad va bajando, disminuye la probabilidad de quedarte embarazada en cada ciclo y aumentan las posibilidades de sufrir abortos y alteraciones genéticas. Y eso está ahí y no deja de rondarme la cabeza. Ya sé que lo normal es que no pase nada, pero las cosas son como son y puede tocarte a ti. Y para un segundo hijo quizá no sea tarde, pero me agobia la idea de ir a por un tercero (que me encantaría) siendo quizá ya demasiado mayor.


Cada una de estas paranoias por sí sola quizá no tendría mucho peso y haciendo un esfuerzo podría controlarlas. Pero se juntan las 3 y cuando una la tienes a raya, una de las otras decide que es su momento para destacar. Y así no hay manera. De modo que me toca aplicarme a fondo para encerrarlas a las 3 en una caja de plomo y tirarlas a la Fosa de las Marianas para que no vuelvan a salir.

Voy a intentar proseguir esta búsqueda sin darle importancia. Llegará, lo sé. Y será cuando tenga que ser. Sin prisas y sin plazos.




La vuelta al mundo en 80 partos: El embarazo y el parto en Alemania

lunes, 19 de mayo de 2014

Seguimos con la vuelta al mundo dando a luz. La primera escala fue en nuestras antípodas, Nueva Zelanda. Si no la has leído y te pica la curiosidad pincha aquí.

Hoy otra buena amiga, que reside en Alemania, nos cuenta su experiencia. Empiezo a ver que por ahí fuera de nuestras fronteras dan muchas más posibilidades para el parto que no sean ponerte en la cama de estribos. Vamos a tener que ir aprendiendo, ¿no os parece?



Antes de comenzar, me gustaría agradecer la oportunidad de escribir en este blog. ¡Me siento muy honrada! 

Este post trata sobre cómo trae la cigüeña los niños al mundo en Alemania. Existen varias modalidades de "aterrizaje":

- En casa (rodeada de matronas)

- En una Geburtshaus, que es una especie de clínica llevada sólo por matronas. Puede o no haber un médico y aunque tienen algunos medios para ayudar en el parto que no están disponibles si te decides a dar a luz en casa, no tienen todo lo que se necesita en caso de que se tuerza.

- En un hospital. Si te decides por un hospital tienes dos opciones: hacerlo de forma ambulante o, digamos, clásica. De forma ambulante supone que te plantas en el hospital, el niño nace y a partir de unas 6 horas tras el parto (creo que son 6) donde comprueban que todo va bien, te dejan marcharte a tu casa. Hacerlo de forma "clásica" es simplemente ir al hospital, dar a luz allí y quedarte, si todo va bien, 3 días tras un parto vaginal (5 si es por cesárea).

Hasta que nace el niño, has ido cada cuatro semanas al ginecólogo hasta la semana 34 y después, cada dos. Tras la fecha calculada, día sí, día no, te presentas o bien en el ginecólogo, o bien en el hospital que has elegido. Una vez que estás en casa después del parto, una matrona viene a veros al niño y a ti durante un mes, hasta la primera revisión pediátrica fuera del hospital. Al principio con más frecuencia y te va ayudando y enseñando a cuidar del niño (por ejemplo, a bañarlo) y además comprueba que con él está todo bien (por ejemplo, el cordón umbilical, el peso) y contigo también (el sangrado, el útero...).

Nosotros decidimos ir a un hospital con todos los perendengues de hospital (incluyendo neonatología, prematuros, uci pediátrica, etc., que no todos los hospitales tienen). Dos de las cosas que al principio me llamaron la atención (comparado con lo que sé de España) son: que aquí no te ponen un enema si no lo pides ex profeso porque es la ilusión de tu vida o algo así (!) y no te hacen episiotomía por sistema, sólo si es necesario. En ese sentido son más respetuosos con el parto y se adaptan más a ti que en España. 


En primer lugar, tienes una entrevista en el hospital que elijas en la semana 30 donde rellenas todo el papeleo, te presentas, explicas tu historia clínica, tu embarazo si ha habido complicaciones... y lo dejas todo listo para que el día D no te tengas que preocupar de nada y estén sobre aviso si tienen que estar pendientes de algo. 

Además, dejas dicho (por escrito, en entrevista con una matrona, que lo anota todo) tu plan de parto, si es que quieres algo en especial (o no quieres). Por ejemplo, qué clase de anestesia, o ninguna anestesia, o parto en la bañera, lo que sea. Esto es, por supuesto, el plan que se sigue si las cosas van bien. Yo dije que quería que me avisaran de la proximidad del momento en el que la epidural ya no se fuera a poder poner, para juzgar yo si me encontraba bien para seguir con las contracciones "a pelo" o si abrazaba el maravilloso mundo de las drogas. Si no lo hubiera dicho, probablemente no me habrían avisado, porque a pesar de ser un hospital, son un tanto hippies (parto "natural", blabla). 

También me dieron el teléfono del ala de partos para llamar directamente si tenía alguna pregunta o para avisar de que íbamos para allá cuando llegase la hora.

Hasta aquí, es lo general. En todos los casos que conozco ha sido así, más o menos. Ahora, mi experiencia particular: 

El nene se empezó a presentar a las 3 de la mañana. Como buenos futuros papás y superemocionados, cronometrábamos la duración de las contracciones y la frecuencia. Cuando nos pareció que "ya era la hora" llamamos al teléfono que me habían dado, les contamos cómo iba y nos dijeron que fuéramos ya. 

Nos adjudicaron una habitación (no hay sala de dilatación y sala de partos, lo haces todo en el mismo sitio) y una matrona (que era una sosaina, pero de eso no tiene nadie la culpa). En la habitación (y esto es así en los dos hospitales que visitamos antes de decidirnos, lo que me hace pensar que es así en todos los sitios) tienes a tu disposición:

- Cama (sin estribos, aunque se puede reconvertir en cama con estribos si es necesario)
- Taburete
- Taburete con agujero para dar a luz
- Cuarto de baño enorme
- Bañera (para relajarte o para dar a luz)

Y para agarrarse o estirarse durante las contracciones:

- Espaldera
- Trapo que cuelga del techo
- Cuerda que cuelga del techo


El proceso fue, bueno, pues el de un parto normal. Las contracciones eran cada vez más intensas a medida que dilataba. Para combatir el dolor había homeopatía (les encanta), velas de colores y cosas así, amén de los ya mencionados artilugios colgantes. La matrona va sugiriéndote posturas, va trayéndote analgésicos (homeopáticos o no, me trajeron incluso paracetamol) y comprueba cómo vas. En un momento y siguiendo mi plan de parto me avisó de que la epidural, o ahora o nunca (dije que "ahora", por si alguien se lo pregunta). Se hicieron un tanto los longuis (unas horitas de nada, que ya he dicho que son un poco hippies, mira, que te tenemos que hacer un análisis, mira, que hay que esperar a los resultados, blabla) pero al final me la pusieron. Venía con un dosificador, para ajustar la dosis al dolor que estaba sintiendo en cada momento. Cuando ya había dilatado lo suficiente no me dejaron apretar más el botoncito para subir la dosis (no sé muy bien por qué, supongo que porque no daba tiempo ya a que hiciera efecto) y la matrona me dijo que me tumbase de lado en la cama. Así pasé las primeras contracciones de la fase de expulsión y he de decir que se empuja fenomenal. Durante todo el tiempo la matrona estuvo dándome masajes en el periné para que no hubiera desgarro (y no lo hubo). Como el nene no terminaba de salir del todo (tenía el cordón enrollado y eso le tiraba desde dentro un poquito), la matrona llamó a la médico que me ayudó empujando la tripa por arriba durante dos contracciones. Para esto, claro, tuve que ponerme boca arriba y no me gustó nada. Mucho mejor de lado. Sin duda. En mi caso, por lo menos. Pero bueno, no había más remedio, contracción, contracción, niño fuera :D  

Otra de las cosas que me gustó (una tontería, pero bueno) fue que no había un foco de luz halógena apuntando inclemente, sino un par de lámparas encendidas en diferentes puntos de la habitación (eran las 10 de la noche, así que no entraba luz por la ventana ya). Por alguna razón me parecía más lógico y agradable estar así (no lo decidí yo lo de no dar más luz, lo decidió la matrona quien argumentó que el niño sale de un lugar oscuro y no le apetece tener un foco en la cara en el primer minuto de vida). Lo cual me parece de lo más lógico.

Durante todo el parto estás con la matrona (o con las matronas, si hay cambio de turno). En mi caso hubo que llamar al médico para "ayudarme" a empujar, pero si no hubiera sido necesario, el médico habría venido sólo al nacer el niño si hubiera hecho falta. Yo creo que conmigo sólo estuvo la ginecóloga, no hubo pediatra, que yo recuerde.



Al minuto de nacer, la matrona hizo las comprobaciones necesarias (supongo) muy rápido y, sin lavar, casi inmediatamente me pusieron el niño al pecho, piel con piel, una sensación maravillosa. Tan pequeñito, tan tierno...  Y eso que con casi 3.8 kg y 54 cm muy pequeñito no era. Igual da. Nos dejaron solos a los tres una media hora. He de decir que desde que llegamos al hospital estuve con mi marido en la habitación (excepto cuando vino la anestesista a poner la epidural). Al cabo de la media hora volvió la matrona para el alumbramiento de la placenta y cogió al nene un momentito para lavarlo un poco, pesarlo y medirlo.

En España creo que hacen muchas más comprobaciones en el momento del nacimiento, ¿puede ser?

Cuando ya estaba lista para volver a la habitación nos dieron la buena noticia de que mi marido se podía quedar a dormir. Habíamos pedido una habitación familiar para estar solos los tres. Es básicamente una habitación normal, pero en la segunda cama en vez de haber otra mamá, dormía él. Esto no lo cubre la seguridad social, claro, lo pagas aparte (le daban de comer también, pensión completa). Estuvo dos días, al tercero tuvo que marcharse porque necesitaban la cama para otra mamá. El niño estaba siempre conmigo, en una cunita de madera monísima que tenía una parte que se podía bajar para pegarla bien a la cama. 

¿Diferencias con España en la estancia hospitalaria post-parto? En general los hospitales son un poco distintos (los alemanes reciben pocas visitas y nunca ningún acompañante se queda a dormir en un sillón). El médico venía por las mañanas, las enfermeras y matronas pasaban a cada rato (o cuando llamabas) para ver qué tal ibas, para ayudarte con el pecho todo el tiempo que hiciera falta, por ejemplo. Y visitas de una "especialista en lactancia" también tuvimos. Por la noche las enfermeras venían y se llevaban un momentito al niño para lavarlo, pesarlo, medirle la temperatura, etc. Podías ir con ellas si estabas despierta. 

Ah, una gran diferencia: la comida, jeje. En un principio te alegras mucho porque puedes elegir entre varios menús y siempre hay algo que te gusta. Pero en el fondo era un horror, no por la comida en sí, que estaba buena, sino porque el desayuno (fantástico) era a las 7, la comida (razonablemente buena) a las 11:30 y la cena (consistente en dos rebanadas de pan y un par de lonchas de queso) la traían a las 5:30 y luego muérete de hambre hasta el día siguiente (o ataca la remesa de jamón ibérico que te han traído de España y que, después de 9 meses sin probarlo, te sabe a gloria bendita).

Los niños molestan: vecinos que destrozan un parque infantil.

martes, 13 de mayo de 2014


Pues hoy me levantaba feliz. Era de esos días en que todo va bien en tu vida, pinta bien la jornada, queda solo un día solo para coger un día de fiesta... y llegas al trabajo y te calientan.

Os voy a explicar: uno de mis compañeros de trabajo es papá de una niña de 2 años, nació solo unos días antes de Mollete. Va a una escuela infantil pública de su barrio, Moratalaz, en Madrid. Esta escuela tiene un espacio que no tenían habilitado para nada en particular y que no está vallado para separarlo de la vía pública. Los padres y la escuela pensaron que sería buena idea habilitarlo con mobiliario infantil de recreo para que los niños pudieran disfrutar de ello durante todo el día.


La idea fue acogida con entusiasmo por todos salvo por algunos vecinos de la zona, alegando que si se hacía esto, esta área sería usada para botellón. Que digo yo: ¿de verdad creen que la gente que va a hacer botellón busca exclusivamente un parque de niños? ¿De verdad creen que no les vale cualquier sitio para plantarse a beber? Es lo que tiene el botellón: es barato y lo puedes hacer en cualquier lado. Da igual si está habilitado para niños o no: si quieren hacer allí un botellón, lo harán igual. Así que ayer por la mañana hubo descusión con los vecinos respecto a esto. No sé cuáles serán las motivaciones reales de estas personas, pero desde luego esos argumentos que daban caían por su propio peso. ¿No será que no quieren escuchar durante todo el día las risas y juegos de los niños? ¿Tal vez les moleste, no vaya a ser que pongan una pizca de alegría en sus amargadas existencias?


Además es un espacio de la escuela del que ellos dispondrán como crean más conveniente y santas pascuas. No hay más que hablar. No van a hacer nada perjudicial para la zona, que no estamos hablando de un vertedero de basura, por favor.

El caso es que ayer por la tarde varios padres empezaron a trabajar para habilitar la zona. Mi compañero hizo un carro en el que los peques pudieran subirse. Otros padres hacían otras cosas. Después de una tarde invertida de la mejor manera posible (¿qué hay mejor que colaborar con que un niño sea feliz?) se fueron a casa a descansar. No sé si esta mañana la habrán empezado tan contentos como yo; lo que sí sé es que al llegar a la escuela el panorama que han visto no les ha gustado nada: los vecinos habían destruido por la noche lo que ellos, con tanta ilusión, había levantado por la tarde.

¿Qué clase de individuos son estos? ¿No se respeta ni siquiera a los niños? ¿No quieren que nadie les pertuber su paz, pero ellos juegan con las ilusiones de los demás?


Espero de verdad que la voluntad de estos padres no decaiga y que consigan habilitar ese parque. No se puede permitir que este tipo de gentuza se salga con la suya.

Cuidemos a los niños. Hagamos que sean felices para formar adultos alegres y comprometidos con la vida y las personas, porque eso es lo que hará que este mundo vaya algo mejor.


La vuelta al mundo en 80 partos: El embarazo y el parto en Nueva Zelanda

lunes, 12 de mayo de 2014

Varias amigas mías se han ido a vivir fuera de España, desde a sitios más cercanos como Alemania a sitios más lejanos, como Nueva Zelanda. Y resulta que se han ido quedando embarazadas. Esto me ha permitido conocer cómo entienden el embarazo y el parto en otros países y desde luego me he llevado sorpresas muy gratas, aunque bueno, es verdad que con otras me he quedado un poco ojiplática.

Una de mis mejores amigas, que vive en Nueva Zelanda, ha accedido a compartir con todos nosotros su experiencia. Sí, Nueva Zelanda, nuestras antípodas. Las antípodas de Madrid caen muy cerca de donde ella vive (si queréis ver cuáles son vuestras antípodas consultad esta web, que está muy chula). Desde luego yo me quedo con la sensación de que allí se respetan sobre manera tanto el embarazo como el parto. Me alegro de que haya podido elegir entre tantas opciones para poder tener el parto deseado y sabiendo siempre que ahí está el médico en caso de necesidad. Os invito a leerlo, merece la pena.

Además mi amiga nos recomienda leer este enlace en el que Mayim Bialik (actriz y doctora en neurociencia) da su opinión sobre la crianza, pues cree que es un magnífico resumen de cómo lo entienden en Nueva Zelanda


Lo primero a tener en cuenta es cómo funciona el sistema sanitario en Nueva Zelanda. Básicamente, todo va a través del médico de cabecera, que te refiere a un especialista en caso necesario, aunque hacen todo lo posible por evitar referirte a un especialista, pues las listas de espera son bien largas. Posiblemente no por la gran cantidad de población (4 millones en todo el país) sino más bien por la baja cantidad de médicos para atender a cada paciente.


En cualquier caso, mi experiencia es que los médicos aquí dejan mucho que desear. Parecen sólo atender bien las cosas básicas. Para lo complicado, o se dan por vencidos muy pronto, diciendo al paciente que no saben lo que tienen y allí te quedas (cosa que le ha sucedido a más de un conocido mío, una de ellas tardó meses en descubrir, por su cuenta, que era celiaca, ¡y da miedo pensar que tras tantas pruebas no supieron identificar el problema!) o se obsesionan con las enfermedades más raras de la historia. Al padre de una amiga, con problemas de corazón, no le han identificado la causa ¡y le han dicho que simplemente es viejo!, ¡ahí queda eso! No parece haber término medio. Lo curioso es que un médico de fuera lo tiene muy difícil para ejercer aquí, pues el examen que deben pasar es, al parecer, tremendamente difícil, y más de un médico de fuera ha tenido que volverse a su país tras fracasar en pasar dicho examen.

Así que dada la situación, uno podría pensar que con las embarazadas es más o menos lo mismo. Nada más allá de la realidad. Yo me he sorprendido muy gratamente en este sentido. Es un país muy amigo de los niños, y de alguna forma esto se nota en la forma en que tratan a las embarazadas y a los bebés.

Cuando te quedas embarazada, tienes básicamente dos opciones de seguimiento:
  • Seguimiento de un médico obstetra durante todo el embarazo, que te ve una vez al mes, prescribe todas las pruebas y es el que te atenderá en el parto. Esto cuesta unos 2000€ al cambio por todo el seguimiento, incluido el parto.
  • Seguimiento de una matrona durante todo el embarazo, que te ve una vez al mes, prescribe todas las pruebas y es la que te atenderá en el parto. Esta opción es gratuita.
En ambos casos, cualquier cosa relacionada con el embarazo (análisis de sangre, visitas al médico de cabecera, visitas a la matrona, y la mayoría de las ecografías, además de la estancia en el hospital, de máximo 3 días en un parto sin cesárea y hasta 5 en una cesárea) es totalmente gratis. Y en ambos casos dejas de ver al médico de cabecera durante el embarazo, salvo que lo necesites por algo que no pueda resolver el obstetra o la matrona.

Decidí coger la segunda opción, tratando de informarme de una buena matrona. Tuve la suerte de dar con una mujer asombrosa, con la que me he entendido de maravilla y que se ha convertido en casi una amiga. Es maravilloso pensar que durante todo tu embarazo ves a este persona, que te acaba conociendo, sabiendo cuáles son tus preferencias y que actuará de tu abogado-defensor durante el parto, pues sabe bien lo que quieres y lo que no.

Y es que las cosas en Nueva Zelanda son muy abiertas: hace unos años crearon este sistema de matronas y decidieron dar el poder de decisión a la madre y a la matrona. Y menuda maravilla es eso! Básicamente, puedes elegirlo todo: qué tests de embarazo hacerte, cómo quieres que sea el parto, los tests que hacerle al bebé cuando nazca…

Me sorprendió especialmente la libertad de elegir lo que quieres en el parto: puedes elegir dar a luz en casa o en el hospital. Si eliges el hospital, si todo va bien estarás en la sala de parto sólo con tu matrona y con quien quieres que esté contigo (familiares, amigos, etc.) pero sin ver a un médico. Si algo va mal, o necesitas epidural, o cesárea, etc., entonces te atenderá en médico obstetra que esté en el hospital en ese momento. Vamos, que los médicos están a mano, pero sólo si la matrona o las circunstancias lo requieren. Si no, la matrona es más que suficiente. Lo que hace tonto el pagar por que te atienda un médico. Sí, te ve una vez al mes durante el embarazo y luego aparece cuando esté el niño coronando, pero mientras tanto estás con las matronas del hospital, a las que no conoces (vamos, como en España). Si pides ir con matrona, la ventaja es que te atiende alguien a quien conoces y que vendrá el médico si hace falta. Si no, no aparecen. Otra cosa preciosa es que las matronas van escribiendo un librito con todo de lo que habláis en vuestras visitas, y otro sobre el parto., lo que va pasando a cada hora, etc. Al terminar de verte (a las 4-6 semanas de nacer el bebé) te dan una copia de ese librito, ¡que es un recuerdo precioso para toda la vida!


En cuanto a cómo dar a luz, puedes elegir también si quieres que sea tumbada en la cama, en la postura que te dé la gana, en el agua, etc. suelen tener bolas suizas en el hospital también, si las quieres. Si eliges que sea en el agua, puedes usar la bañera que las salas de parto tienen (tipo jacuzzi en general) o las matronas suelen tener piscinas hinchables que traen consigo. Para dar a luz en casa, también puedes alquilar una piscina, o que la matrona traiga la suya.

Cosas curiosas y bien distintas a Europa:
  • Aquí son muy propensos a recomendarte dar a luz ayudándote de la gravedad. Me han explicado en varias ocasiones cómo dar a luz tumbada es la peor postura tanto para la madre como para el bebé, que tiene que hacer el doble de esfuerzo para pasar la pelvis y doblar delante de la rabadilla, y cómo ésta se puede mover y dejar espacio para el bebé si estás de pie o agachada o en cualquier postura salvo tumbada. Saber esto me puso de muy mal humor, sabiendo cómo en Europa (estoy familiarizada con los sistemas en España, Suiza, Italia y Alemania) básicamente te tumban en la cama y a empujar, poniéndote en la peor postura y sufriendo, y claro, luego te ofrecen la epidural para que no grites! ¿Por qué no ofrecen más opciones, me pregunto? Así que aquí recomiendan sobre todo estar agachada (en cuclillas), que es la postura que adoptaban las mujeres del antiguo Egipto. Tanta tecnología y hemos olvidado los conocimientos del pasado! De esta forma das mucho más espacio al bebé para salir. Y estar andando para ayudar con la gravedad se recomienda mucho también. La postura a cuatro patas también es poco dolorosa para la madre, y se recomienda también.

  • Son bastante reacios a utilizar cesárea, salvo en casos necesarios, hecho con el que estoy totalmente de acuerdo. Cuántas clínicas privadas españolas abusan de cesárea, dándote incluso cita para dar a luz meses antes de salir de cuentas!

  • También son bastante contrarios a utilizar paliativos para el dolor. Bueno, eso no está tan bien, pues es una decisión de la madre. Por supuesto, siempre lo puedes pedir tú, pero lo que no me gusta es que la matrona o el médico no te van a decir: “Si quieres epidural, ahora es el momento”. En general no lo dicen, y lo debes decidir tú, y puede que para cuando lo pidas ya se haya pasado el momento por ser demasiado tarde. Si estás segura de que quieres epidural, tienes que dejárselo muy claro a tu médico o matrona. Por supuesto, si al final te tienen que inducir el parto, es otro tema. Ahí ponen menos pegas a que pidas la epidural. No estoy segura de la razón. Creo que en parte es porque evitan cualquier tipo de intervención, primero por motivos económicos, pues el país no es muy rico, pero segundo por cómo son los neozelandeses: en un país tan lejos de todo acostumbrados a valerse por sí mismos, esta gente es muy sana y no abusan de medicamentos ni van mucho al médico. Hacen muchas cosas “a pelo”, que a un europeo puede no gustarle nada. Pero también puede abrirnos los ojos a otras formas de ver el embarazo y el parto, sin tanta intervención, inyección, cesáreas ni historias. Si coges a una buena matrona, ésta puede ayudarte a que tengas un buen parto sin necesidad de médicos, paliativos para el dolor, inducción, etc. Hacerlo lo más natural posible y tratar de ayudar a que no sea muy doloroso. Y además, la filosofía aquí es que, una vez tienen una intervención médica durante el parto, van todas seguidas: inducción indicaría necesidad de epidural, no puedes dar a luz en el agua…

  • Tests durante el embarazo: todo es absolutamente voluntario: todas las ecografías, pruebas, análisis de sangre, etc. Te dan la información para que tú tomes la decisión de si quieres hacerlo o no. Afirman que las ecografías son invasivas, y que la mujer tiene derecho a no querer hacerlas, por ejemplo, y ésa es una idea nueva en Europa. Esto tiene grandes desventajas también, pues a menudo no sabes bien cuán importante puede ser una prueba, ¡y te toca informarte por otro lado, preguntando en Europa, básicamente!

En resumen, mi experiencia durante el embarazo y el parto en Nueva Zelanda ha sido muy positiva y enriquecedora, y me ha hecho ver otras formas de ver las cosas, y, sobre todo, el descubrir que, al fin y al cabo, es un derecho de la mujer el decidir cómo desea tener un hijo, y nadie más debería intervenir en esa decisión.

Wellington, mayo 2014

Una mañana en el Mercado de Motores

viernes, 25 de abril de 2014

Esta entrada lleva un par de semanas en el tintero porque están siendo tiempos intensos, pero no quiero dejarla esperando más porque va a llegar la siguiente convocatoria del Mercado de motores y no os voy a a haber contado mi experiencia en la pasada.

¿Y en qué consiste esto? Lo aclaro porque el otro día a la salida me crucé con dos chavalas que comentaban que vaya, que no se vendían motores... conclusión a la que no es muy difícil llegar considerando que es un mercado con éxito. No creo que lo fuera si lo que vendiera fueran motores, ¿no?

Ya sabemos qué no es... pero ¿qué es lo que sí es? Pues es un mercado con todo tipo de tiendas (desde alimentación a decoración, pasando por ropa, telas, juguetes) y con cafés y restaurantes. Tienen música en vivo e incluso creo que hay una nave habilitada para dar conciertos. Lo que a mí más me gusta es que está alojado en el Museo del Ferrocarril de Madrid. Es uno de los sitios más emblemáticos de mi infancia: allí me llevaba mi padre cuando era pequeña, y por supuesto íbamos en metro. Esos viajes me encantaban porque pasábamos por "la estación fantasma" que es la antigua estación de Chamberí. Ahora Metro de Madrid la ha acondicionado para ser visitada. La ha llamado Anden 0 y es un centro de interpretación acerca de la historia del metro de Madrid. Pero cuando yo iba con mi padre en metro estaba completamente abandonada y tenía ese aire fantasmagórico que nos alucina cuando somos enanos. Así que para mí era un aventura.


Pero retomando el tema, el Mercado de Motores es un mercado que tiene un aire especial, situado en un entorno maravilloso, a mi entender. Además de hacer alguna compra puedes ver los trenes, si bien es cierto que si eres amante de los mismos es mejor que vayas cualquier otro día en que no haya mercado.

El Mercado de motores tiene lugar los segundos fines de semana de cada mes. La pasada edición fue el 12 y 13 de abril, y la siguiente será el 10 y 11 de mayo. Los fines de semana de invierno es de 11 de la mañana a 10 de la noche, pero en verano alarga la apertura hasta las 00:00. La entrada es gratuita. Lo único es que hay que madrugar si no quieres morir engullido por la multitud y no poder moverte, sobre todo en los meses primaverales. Puede llegar a ser verdaderamente agobiante.


Nosotros fuimos Mollete, papá Mollete, abuelo Mollete y servidora. Estuvo la mar de agradable, porque hizo un día extraordinario. En la zona exterior de los andenes también hay puestos, cafés, restaurantes e incluso tumbonas, de modo que los días de sol es muy agradable (salvo que sea de esos días tórridos madrileños que no hay santo que los aguante). Mollete tiene 2 años y disfrutó viendo los trenes y paseándose por los andenes. Es verdad que cuando empieza a haber demasiada gente puede ser muy desagradable sobre todo para los niños menores. Pero también han pensado en los enanos y tienen actividades para ellos: una sala de actividades y un pequeño tren de vapor en el que se pueden subir incluso los padres. ¡No os quedéis con las ganas!


Se diferencian dos partes diferentes de ventas. Por un lado la parte de la gente que, digamos, es comerciante y se dedica a ello. Y por otra parte la de particulares que quieren vender cosas de 2ª mano.

De la parte de comerciantes me encantó ver que había muchos puestos de alimentación, con productos que realmente tenían una pinta estupenda. Me ha servido para conocer a productores de la zona y les cogí tarjetas para poder probar sus productos. Ese día no era el más adecuado para ponerme a hacer la compra porque lo que quería era dar una vuelta y respirar el ambiente, no ir cargada como una mula mientras perseguía a un bichillo de 2 años.


Disfruté especialmente de la banda de jazz que había tocado por la entrada de la estación. Le daba una atmósfera especial, y entre el edificio del s.XIX típico de la arquitectura del hierro, los trenes y la música era como estar en otro sitio; desde luego el ambiente ideal para evadirse de los problemas cotidianos.


Y sin duda una de las sorpresas de la jornada fue encontrarme con las chicas de ¡¡¡LA RETALERA!!! Venden telas preciosas por internet y yo llevaba un tiempo pensando en ir a verlas a algún lado para poder ver en vivo las telas, porque creo que sobre todo los colores se aprecian mejor en directo que en la pantalla del ordenador. Ellas son simpatiquísimas y yo me llevé dos retales para hacer dos vestidos veraniegos a Sofía y otra para hacerme yo una bolsa. Así que me fui tan contenta de vuelta a casa.

Así que ya tenéis plan para la próxima convocatoria: un día de mercadillo en un ambiente ferroviario maravilloso y con la posibilidad de volver cargaditos de telas y cosas ricas (nota: los croissants del puesto nada más entrar en la estación a mano derecha tenían una pinta estupenda, ¡y yo soy muy exigente con los croissants! Me lo apunto para la próxima).

Control de esfínteres (I)

jueves, 3 de abril de 2014

Hace unas 3 semanas comenzamos a trabajar el control de esfínteres. Por lo que nos comentó las profe de Mollete, es algo que agobia a muchos padres. La verdad es que no era nuestro caso, que desde que nació la peque nos lo tomamos todo con mucha calma. A veces me pregunto si será demasiado...

Mollete ya se sentía atraída por el orinal desde octubre, pero quizá más como juego que como otra cosa, ya que veía a los mayores de la clase de al lado cómo se sentaban. En ese momento la profe prefirió esperar un poco, a que al menos cumpliera 2 años, y así lo hicimos. Y un día surgió todo de manera natural y sin que lo hubiésemos pensado mucho: de un día para otro estábamos con el orinal en casa.

Como norma, los niños comienzan a controlar el pis entre los 2 y 3 años, pero no es hasta los 5, aproximadamente, cuando se da también el control nocturno. Como todo lo que rodea a los niños, esto no es una ciencia exacta, y cada uno llevará su ritmo. Así que nada de agobiarse, que eso no ayudará en absoluto al niño.

Queremos compartir con vosotros este proceso paso a paso, por si le sirve a alguien y por si alguien nos puede aportar cosas positivas, que eso siempre es así.

Nosotros estamos ahora en la primera parte, la de aprender a controlar a hacer pis y caca cuando queramos, durante el día. Cuando no estamos en el orinal, seguimos con el pañal puesto. En la guarde lo plantean del siguiente modo: se pone al niño en el orina cada hora y media, aproximadamente. Si hace pis, bien. Y si no, también. Tiene que aprender a que no siempre se tienen ganas y que no pasa nada. De todas maneras lo registran en un papel donde pegan puntitos de color azul si han hecho pis y rojo si no lo han hecho. No creo que lo del rojo sea para asociar a que está mal, porque como he comentado no es esa la filosofía, sino porque son los 2 colores que más controlan. Por lo menos Mollete, o lo mismo es casualidad... El resto de compañeros están con ellos cuando usan el orinal y parece que así se animan unos a otros.


En casa procedemos de la misma manera, y hemos hecho una lista con los días de la semana para que Mollete pegue allí también sus pegatinas. La dibujamos con ceras de colores que eligió ella y la forramos con plástico, de modo que cada semana podemos quitar las pegatinas anteriores y reutilizar la hoja. La hemos puesto en la pared del cuarto de baño junto a su orinal.


Desde luego hay que dedicarle tiempo, no hay prisa, aunque no conviene estar esperando más de 10 minutos, porque, como hemos dicho antes, si no se hace pis no pasa absoutamente nada. Nos han dicho que podemos poner también a veces una muñeca al lado que también se siente en el orinal para hacer pis. La verdad es que Mollete por ahora va bien, a su ritmo, a veces hace pis y a veces no, pero no nos hemos visto en la necesidad de poner la muñeca. Cuando empiece a controlarlo mejor pasaremos al momento de quitar el pañal y por tanto llevar 3 o 4 mudas de ropa a la guarde. Por lo que vemos, cuando hace pis lo hace inmediatamente después de sentarse. Las veces que esperamos más tiempo al final no lo hace.

Parece que por ahora vamos por el buen camino, pero si Mollete se “atascara” en este avance no habría que preocuparse. Simplemente un poco de paciencia, que terminará controlando sin ningún problema. Vamos a ver cómo sigue, porque por ahora solo hace pis en el orinal, pero nada de caca. Todo llega en esta vida.

¿Cómo lo habéis planteado vosotros? Si los lleváis a la escuela infantil ¿se implican también el proceso de manera activa?