Esta semana seré un
poco monotemática, pero todo se debe a que se celebra la Semana
mundial de la lactancia materna. El lema de este año es AMAMANTAR Y
TRABAJAR: ¡LOGREMOS QUE SEA POSIBLE!
Pero sobre eso
hablaré otro día.
Hoy quería
reflexionar un poco acerca del derecho de los niños a ser
amamantados. Y ya aviso, de entrada, que esto no es un ataque a las
familias que dan biberón, que ya nos conocemos, y en seguida la
gente se empieza a dar por aludida cuando nadie se está refiriendo a
ella. Simplemente hablo de que lo natural es dar el pecho, de que la
naturaleza así lo ha pensado. Hablar de lo que es mejor, resaltar su
lado bueno, no es un ataque implícito aunque muchos quieran verlo
así.
Somos mamíferos.
Hasta ahí estamos todos de acuerdo. Y por mucho que razonemos, y por
mucho que nos creamos superiores, no dejamos de ser animales.
Animales muy bien pensados, por otra parte. Animales capaces de
alimentar mediante nuestro cuerpo a nuestras crías, porque la
naturaleza, que es muy sabia, pensó en cómo garantizarle el
alimento a nuestros cachorros mientras no fueran capaces de conseguirlo por sus propios medios. Y a las hembras de cada especie de mamífero nos
dotó de glándulas mamarias capaces de producir todo y el mejor
alimento que nuestras crías podían necesitar.
Dudar de esto es una
bobada. A día de hoy nadie me ha demostrado ser más inteligente que
la naturaleza. Nadie. Y soy física. Con esto quiero decir que creo en la
ciencia y en sus avances. Los valoro y sé que sin muchos de ellos no
habríamos logrado llegar a lo que somos hoy. Pero nunca, jamás,
podremos adelantar a la madre naturaleza y alcanzar su perfección. Desde mi punto de vista creerlo así es algo egocéntrico y desde luego muy peligroso.

Y todo esto sin mencionar, claro está, que el pecho no es solo alimento, que también es calor, amor y consuelo. Que muchas veces ellos simplemente lo que
necesitan es estar cerca de sus madres, sentirlas piel con piel, su calor, su presencia. Y sé que me vais a decir que
quien da un biberón también está presente y que lo da con todo el amor del mundo, que no se es
peor madre por dar un biberón. Y yo pregunto, ¿quién ha dicho eso? Pero resulta que
la naturaleza es como es, ¡vaya caprichosa! Y los bebés en esos momentos de su vida están en una fase del desarrollo que se llama fase oral: conocen el mundo a través de la
exploración con su boca, y es por ello que al agarrarse al pecho
encuentran una cercanía y un amor que no encuentran de otra manera
porque, simple y llanamente, es la manera que ellos tienen de conocer
el mundo. Esta fase dura desde que el niño nace hasta los 12 o 18
meses. ¿Y cuánto vienen durando de media las lactancias? ¿3, 4 meses? ¡Qué pronto les estamos privando de la máxima experiencia a
través del mejor de sus sentidos!

Por otro lado me da mucha pena escuchar a muchas mujeres escudarse en estos mitos porque tienen miedo a admitir que simplemente no quieren dar el pecho porque no están cómodas, porque no descansan lo que querrían o porque no les apetece. No todos los que apoyamos la lactancia materna somos unos terroristas que queramos acabar “con el contrario”, es más, la mayoría no lo somos. Pero como siempre hace más ruido y se habla más de lo malo. Y está claro que una actitud destructiva hacia esas familias no ayuda en absoluto a una normalización de la lactancia materna (¡qué triste hablar de normalización cuando debería ser lo normal desde el inicio de los tiempos!), ya que se tiende a vernos como unos locos extremistas.
En resumidas
cuentas y para finalizar, siempre apoyaré a toda mujer que informadamente decida
no dar el pecho, estaré a su lado si así lo necesita. Pero seguiré
defendiendo la lactancia materna como el mejor de los alimentos y de
las experiencias para el bebé, al que creo que no hay que privarle
de este derecho.