Redes

                                                                                                       

El derecho de los niños a ser amamantados

lunes, 5 de octubre de 2015

Esta semana seré un poco monotemática, pero todo se debe a que se celebra la Semana mundial de la lactancia materna. El lema de este año es AMAMANTAR Y TRABAJAR: ¡LOGREMOS QUE SEA POSIBLE!

Pero sobre eso hablaré otro día.

Hoy quería reflexionar un poco acerca del derecho de los niños a ser amamantados. Y ya aviso, de entrada, que esto no es un ataque a las familias que dan biberón, que ya nos conocemos, y en seguida la gente se empieza a dar por aludida cuando nadie se está refiriendo a ella. Simplemente hablo de que lo natural es dar el pecho, de que la naturaleza así lo ha pensado. Hablar de lo que es mejor, resaltar su lado bueno, no es un ataque implícito aunque muchos quieran verlo así.

Somos mamíferos. Hasta ahí estamos todos de acuerdo. Y por mucho que razonemos, y por mucho que nos creamos superiores, no dejamos de ser animales. Animales muy bien pensados, por otra parte. Animales capaces de alimentar mediante nuestro cuerpo a nuestras crías, porque la naturaleza, que es muy sabia, pensó en cómo garantizarle el alimento a nuestros cachorros mientras no fueran capaces de conseguirlo por sus propios medios. Y a las hembras de cada especie de mamífero nos dotó de glándulas mamarias capaces de producir todo y el mejor alimento que nuestras crías podían necesitar.

Dudar de esto es una bobada. A día de hoy nadie me ha demostrado ser más inteligente que la naturaleza. Nadie. Y soy física. Con esto quiero decir que creo en la ciencia y en sus avances. Los valoro y sé que sin muchos de ellos no habríamos logrado llegar a lo que somos hoy. Pero nunca, jamás, podremos adelantar a la madre naturaleza y alcanzar su perfección. Desde mi punto de vista creerlo así es algo egocéntrico y desde luego muy peligroso.

El pecho es un complejo sistema de alveolos, conductos, que produce el mejor de los alimentos, la leche. Y nuestras crías, como animales que son, están preparadas para tomar este alimento. Es el que mejor van a recibir, el que mejor les va a sentar, el que mejor les va a nutrir. Forman la pareja de baile perfecta: la cría y el alimento diseñado para ella. Cualquier otro tipo de alimentación, por muy estudiada que esté, por mucho tiempo que lleven desarrollándola a día de hoy, por buena que sea y, por supuesto, por mucho que les funcione, no es la leche materna, la leche perfecta y adecuada para ellos. ¿Por qué nos permitimos el lujo de privar a nuestros hijos de ello? A veces somos muy ligeros a la hora de tomar decisiones por nuestros hijos: “alguien lo tiene que decidir, ellos no son capaces”, dicen. Y eso es cierto. Pero esta toma de decisiones por ellos se suele basar bastante a menudo en lo que es mejor para el que toma la decisión y no para el bebé. De hecho, si la leche de fórmula fuera tan perfecta, muchos bebés que desarrollan la alergia a la proteína a la leche de vaca por meter un biberón en sus vidas en el hospital y continuar con lactancia materna después, no la desarrollarían. Pero el cuerpo detecta esas proteínas que vienen de un animal que no es de su especie como un enemigo al que hay que combatir. Él es un humano, ¿por qué no recibe la leche que ha sido diseñada por la mejor diseñadora para ellos? También podemos hablar de las unidades de neonatos. Si la leche materna no fuera el alimento perfecto ¿creéis que se molestarían en crear un banco de leche para poder alimentar a esos pequeños con leche humana, con el gasto que supone dotar de material a esas madres donantes y el procesamiento de la leche antes de administrarla?

Y todo esto sin mencionar, claro está, que el pecho no es solo alimento, que también es calor, amor y consuelo. Que muchas veces ellos simplemente lo que necesitan es estar cerca de sus madres, sentirlas piel con piel, su calor, su presencia. Y sé que me vais a decir que quien da un biberón también está presente y que lo da con todo el amor del mundo, que no se es peor madre por dar un biberón. Y yo pregunto, ¿quién ha dicho eso? Pero resulta que la naturaleza es como es, ¡vaya caprichosa! Y los bebés en esos momentos de su vida están en una fase del desarrollo que se llama fase oral: conocen el mundo a través de la exploración con su boca, y es por ello que al agarrarse al pecho encuentran una cercanía y un amor que no encuentran de otra manera porque, simple y llanamente, es la manera que ellos tienen de conocer el mundo. Esta fase dura desde que el niño nace hasta los 12 o 18 meses. ¿Y cuánto vienen durando de media las lactancias? ¿3, 4 meses? ¡Qué pronto les estamos privando de la máxima experiencia a través del mejor de sus sentidos!

Lo que más me enciende, sin duda alguna, es la desinformación y los mitos que prevalecen durante años, que incitan a las mujeres a abandonar su lactancia haciéndolas creer que no tienen leche, o que no les alimenta ya a sus bebés. O que las avocan al más absoluto fracaso queriendo organizar su lactancia en base a unos horarios estrictos y duraciones de tomas, sin darnos cuenta de que lo normal es comer cuando se tiene hambre, y que comer con ciertos horarios es simplemente una manera forzosa de organizarse que hemos adoptado los adultos y que no podemos exigir a un bebé, sobre todo a un bebé recién nacido. Por todo ello es tan importante una red de apoyo a la lactancia, de mujeres que se asistan unas a otras. Para que queden atrás estos mitos y todas las mujeres sepan cómo dar el pecho y decir no a todos los bienintencionados pero desafortunados consejos. Que toda mujer que lo necesite sepa a quién recurrir para preguntar, y no solo que sepa a dónde dirigirse, sino que lo tenga a su alcance.

Por otro lado me da mucha pena escuchar a muchas mujeres escudarse en estos mitos porque tienen miedo a admitir que simplemente no quieren dar el pecho porque no están cómodas, porque no descansan lo que querrían o porque no les apetece. No todos los que apoyamos la lactancia materna somos unos terroristas que queramos acabar “con el contrario”, es más, la mayoría no lo somos. Pero como siempre hace más ruido y se habla más de lo malo. Y está claro que una actitud destructiva hacia esas familias no ayuda en absoluto a una normalización de la lactancia materna (¡qué triste hablar de normalización cuando debería ser lo normal desde el inicio de los tiempos!), ya que se tiende a vernos como unos locos extremistas.

En resumidas cuentas y para finalizar, siempre apoyaré a toda mujer que informadamente decida no dar el pecho, estaré a su lado si así lo necesita. Pero seguiré defendiendo la lactancia materna como el mejor de los alimentos y de las experiencias para el bebé, al que creo que no hay que privarle de este derecho.