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La vuelta al mundo en 80 embarazos: El embarazo y parto en Italia

martes, 10 de junio de 2014

Hoy también nos quedamos cerca de nuestras fronteras. Nos vamos a un país mediterráneo, quizá de los más parecidos al nuestro dentro de la Unión Europea. Seguro que ya todos conocéis a 1MadreinItaly. Ella nos cuenta cómo fue su experiencia en Italia, en un pueblo del Piamonte. Pasaos por su blog, donde cuenta todo más en detalle y de una manera más desenfadada.

Imagen de Carlos García

Me quedé embarazada en julio del año 2011 y di a luz en abril del 2012 y el seguimiento de mi embarazo y mi parto tuvieron lugar en un pueblo del Piamonte italiano. En Italia la asistencia prenatal-perinatal es un servicio público y gratuito, al que tienen derecho tanto las ciudadanas italianas como extranjeras (siempre con una debida regularización). En mi caso al no estar trabajando ni estudiando en ese momento en el país me dio algún quebradero de cabeza por la inexistencia de un protocolo claro con los ciudadanos de la comunidad europea, al final solucionable con diversos papeleos. El seguimiento del embarazo se presta desde los ambulatorios llamados "consultorios familiares" en el que la asistencia viene ofrecida de la mano de matronas y ginecólogos. En esos mismos centros se imparten las clases preparto y de apoyo a la lactancia, a los que se acude voluntariamente.

Se da a luz en los hospitales, al igual que en España algunas personas optan por el parto en casa pero seguramente aún sea un pequeño porcentaje. Las pruebas son "obligatorias" en el sentido de las justas y necesarias para llevar controlado el embarazo. Se hacen 3 ecografías de base, (si son necesarias más por algún tipo de problema también son cubiertas por el servicio sanitario público), las pruebas genéticas, test de O´Sullivan, análisis de sangre y orina regulares o la prueba del streptococos.


Los hospitales no están todos modernizados como prometen los protocolos de parto, por ejemplo en mi curso preparto la matrona nos habló de las pelotas, de las cuerdas y demás instrumentos para facilitar el trabajo pero a la hora de la verdad en el hospital en el que di a luz (con una estructura muy antigua) no había muchos de estos accesorios o no los suficientes. La posición es una opción libre para dar a luz, en este sentido no sufrí restricción aunque cada hospital es un mundo.

En mi caso personal no tengo una muy buena experiencia porque se cometieron una serie de negligencias por parte del personal sanitario, como que la ginecóloga no me detectara una infección de caballo cuando en los análisis de sangre salían claramente sin embargo no eran seguidos adecuadamente y tuvieron que llegar a urgencias. Por otro lado parto fue una agonía de 48 horas en los que esperaron que diera a luz naturalmente y finalmente se me diagnosticó "distocia cervical" y se me hizo la cesárea de urgencia. Si os apetece leerlo de una manera "simpática" lo conté a modo catarsis en su día en mi blog :) Podéis leerlo aquí y aquí.



Receta Nocilla casera

miércoles, 4 de junio de 2014

El otro día hice una crema de chocolate y avellanas similar a la Nocilla y a la Nutella, pero casera. La receta no es mía, pero como al comentarlo tanta gente me la pidió, pues allá va. La saqué de Danza de fogones. Os recomiendo que leáis su entrada porque cuenta muchas cosas interesantes. 

El proceso es muy sencillo y no se tarda nada en hacerla. Los ingredientes son:

- 100 g de avellanas tostadas
- 50 g de aceite de oliva 0.4
- 30 g de cacao en polvo o 50 g de chocolate al 70%
- 40 g de azúcar moreno
- 100 ml de leche

Los chicos de Danza de fogones usan aceite de coco, leche de soja y añaden además extracto de vainilla. Yo no he usado aceite de coco por varios motivos. Por un lado el aceite de coco hace la bollería más sabrosa y te sacia, pero la contrapartida es que causa adicción. Está compuesto en un 90% de ácidos grasos saturados, o lo que se conoce como grasas malas, ya que contribuyen a la hipercolesterolemia. Se aconseja mayor consumo de grasas insaturadas, ya que estas ayudan a cuidar el corazón. Esto es lo de siempre: no pasa nada por tomar alguna vez productos con este aceite, pero si soy yo la que lo va a elaborar, tengo claro que prefiero elegir productos lo más sanos posibles.

Como apunte os diré que algo similar ocurre con el aceite de palma (también con un contenido muy alto en grasas saturadas), y que se usa frecuentemente a niveles industriales. Pero en el etiquetado de los productos que compramos normalmente no dicen explícitamente que contengan ninguno de estos aceites, sino que los esconden bajo el concepto de "aceites vegetales". Que lo sepáis.  Muchas de estas cosas me las ha contado Pilar, de Criando a mi cría. Si os interesan este tipo de temas os recomiendo que os paséis por su blog.

La leche que he empleado ha sido de vaca semidestanada, que es la que yo uso en casa. Y he prescindido del extracto de vainilla. Y no porque no me guste, que me encanta, pero no quería que enmascarara el sabor ni del chocolate ni de las avellanas.

El chocolate que he usado ha sido el de postres de Valor, que me encanta. Nestlé también tiene uno, pero particularmente yo no consumo nada de la marca Nestlé si puedo evitarlo, ya que es una marca que explota a los productores de café y cacao. Además hace una promoción de la leche en polvo en países en vías de desarrollo que creo que es muy irresponsable, pues es casi más peligroso el empleo de agua en esos lugares que el hecho de que el bebé tome pecho, por muy desnutrida que esté la madre. Sin descontar lo que muchas familias intentan estirar un bote de leche en polvo debido a su precio, lo que supone desnutrición para el niño. UNICEF afirma que 1.5 millones de niños mueren al año en estos países por el empleo de leche en polvo en estas condiciones.

Bueno, una vez hecho este paréntesis vuelvo al tema:

Antes de decidirme por esta receta en particular anduve mirando otras por la web, y la verdad es que esta fue la que me pareció más equilibrada. Había una que llevaba 150 g de azúcar, 100 g de chocolate negro, 100 g de chocolate blanco, 100 g de chocolate con leche por solo 100 g de avellanas. No la he probado, pero para mi gusto tiene pinta de ser muy empalagoso... pero oye, cada uno puede hacerlo a su gusto.

Con la receta que he usado yo la verdad es que la crema sabe mucho a avellanas, pero es que a mí me encanta el sabor de las avellanas. Y si queréis menos, pues nada: echadle menos. La cosa es ir jugando con las cantidades hasta encontrar vuestra proporción ideal.


La elaboración es muy simple; sota, caballo y rey:

  1. Se pican las avellanas tostadas. Las podéis comprar crudas y tostarlas en casa, es una opción. O comprarlas directamente tostadas. Veréis que al picarlas con la batidora o el robot de cocina empieza a salir el aceite que contienen y se crea una crema, como si fuera mantequilla de cacahuete o algo semejante.
  2. Se añade el aceite, el cacao, el azúcar y la leche. Si queréis extracto de vainilla, añadidlo también. Se bate todo junto hasta que quede una crema suave y homogénea.
  3. Lo ideal es meterla unas 2 horas a la nevera, para que coja más consistencia, si bien es cierto que meter el dedo justo después de haberlo batido es un placer.

Y nada, ya solo queda disfrutarla. ¡Qué ricaaaa!

Leemos juntos: El patito valiente

martes, 3 de junio de 2014

Y esta semana también traemos algo de lectura para los más pequeños. Lectura con valores.

El patito valiente

Una amiga, Paula Lara, ha escrito su primer libro para niños (en edición bilingüe en inglés) y lo publica Lápiz Cero Ediciones. Esperamos que sea el despegue de su carrera como escritora, que es lo que siempre ha anhelado.

Para presentar esta historia ¿qué mejor que unas palabras de la propia autora?



Éstos no son cuentos normales. Si los leéis con detenimiento descubriréis en ellos los valores en los que firmemente creo y defiendo con ardor. Me he fusionado de tal manera con los personajes que han acabado siendo una extensión de mi alma, como un tercer brazo. Patito, el coronel Equino, la muñequita... todos ellos son parte de mi ser y tratan de enseñar al mundo unos valores que parecen perdidos y que hay que recuperar. Basta ya de dibujos insulsos, de estar todo el día absorbidos por los teléfonos móviles y ordenadores, y recuperemos el arte del diálogo, de tomarnos un café y charlar abiertamente de cosas importantes, como la amistad, la generosidad, la gratuidad. 

Creo que debemos abrirnos generosamente a nuestros pequeños y hablarles de todo aquello que consideramos bello o bonito: que digan lo que digan no todo vale, para que lleguen a ser unos adultos de provecho. Y eso es lo que pretendo con este cuento, que espero sea el primero de muchos. 





Si os interesa el libro, poneos en contacto con ella a través de mí.




Maternidad de la A a la Z: tinglado (epílogo)

lunes, 2 de junio de 2014

He tenido la oportunidad de compartir algo más de uno año con mujeres maravillosas y con algún hombre que no se queda atrás. La vida me ha traído la suerte de conocer gente excepcional que siento muy cerca a pesar de todos los kilómetros que nos separan, y que quiero que sepan que estoy aquí como ellas lo han estado para mí, con su empatía, aunque a veces desaparezca de los patios de vecinas, pero como todos sabéis muy bien, los días tienen solo 12 horas... ¿O eran 24? :S

Por otra parte el haber formado parte de este Diccionario de la maternidad ha sido un ejercicio de introspección muy grande y necesario (de esta necesidad me he dado cuenta a posteriori, que no soy tan lista), que me ha permitido escarbar dentro de mí y sacar sentimientos que estaban ahí, arrinconaditos y callados. Yo casi ni me había enterado de su presencia, pero aguardaban agazapados. Solo había que darles un empujoncito para que se decidieran a saludar. Por todo esto la palabra que no puede faltar en esta despedida es gracias. En primer lugar a Verónica porque es el alma máter de este tinglado, palabra que tendría que haber aparecido en mi diccionario, por cierto. Y por supuesto a todos los implicados, porque con su entusiasmo me han dado las ganas para ir cada jueves a leerlos a todos (aunque no siempre pudiera comentar) y las alas para seguir buscando un hueco para escribir aunque estuviera hasta arriba de líos.

Y como nunca es tarde si la dicha es buena, esta va a ser la entrada de tinglado: barullo de gentes o cosas. Porque si hay una palabra estupenda para definir la maternidad es la palabra tinglado. ¿O me vais a negar que esto en lo que nos hemos embarcado, la maternidad, no es un tinglado de tres pares de narices? ¡Madre mía, qué lío! ¡Cuántas novedades!

Sin duda alguna, cuando comienza esta etapa, una trata de adaptarse a las nuevas circunstancias a pesar de ser un mar de dudas con marejadilla y esta nueva fase se presenta ante ti como la gran incógnita. Dudas por todas partes, las que te surgen a ti y las que te plantea la gente y sus bienintencionados consejos. ¡Señora, yaaaa! Que yo no le he pedido consejo, hombreeeee... Ya sabemos que muchos consejos vienen muy bien, pero otros muchos son falsos, inexactos y un gran número van llenos de toda la mala baba del mundo. Se quebranta así uno de los principios básicos de la maternidad: respeto absoluto a la nueva madre y a sus actos. No abra usted la boca si no es para ayudar o afianzar. Y en muchas ocasiones es mejor solo un gesto de apoyo que toda la verborrea teórica del mundo.


Pero en medio de todo este lío una ordena su cabeza, abre el cuaderno de bitácora dispuesta a llevar esta nueva etapa con orden y responsabilidad, y se dispone a enfrentarse a lo que le echen por delante: te vas a jalar el mundo, ya está aquí la mejor mami del universo (o por intentarlo que no quede). Una, que es inocente, se cree eso que le dicen en el trabajo y desde el gobierno de que no va a ser tan difícil porque hay conciliación que permite simultanear la vida laboral con una vida familiar plena. Te ornamentan la realidad y te pintan un mundo lleno de facilidades para las madres trabajadoras. Y lo cierto es que al principio quizá una no se entera una demasiado, porque está con la novedad, la ilusión, flipando con esa cosita pequeña que se mueve y bosteza, con esos quesos pequeñitos que se agarran a tus mofletes cuando los pones sobre ellos. Incluso por unos días se te olvidan los miedos que tenías durante el embarazo, pero cuando empiezas a habituarte a tu nueva vida te das cuenta de que ser madre, además de ser maravilloso, es también duro. Muy duro. A veces las cosas te superan y aumenta la presión hasta que terminas explotando en un mar de lágrimas. Pero sacas armas cuando no sabías que las tuvieras. Con un par de ñapas arreglas un pequeño desastre en casa y en cerocoma has volado de nuevo al trabajo gracias a ese maravilloso don de la ubicuidad, para acabar ese trabajo que tanta urgencia corre para mañana. Pero nada de huir, que las mamis hemos resultado ser más fuertes de lo que pensábamos. Y qué leches, todo es relativo, así que se trata de buscar las cosas buenas de cada situación y tirar adelante. Piensas en tu hija, en Sofía. En la cantidad de cosas que le quedan por vivir y de las que quieres y vas a ser testigo. Y te mueres de ganas de compartirlas con ella. Muchas de esas vivencias te provocan nudos en el estómago, buenos y malos; otras nostalgia pensando en cómo lo hubieran disfrutado los que ya no están y a los que tanto echas de menos.

Y toda la nueva experiencia vital que experimentas y que se te presenta por delante, te hace echar también la vista atrás. ¿Cómo he vivido hasta ahora? ¿He valorado las cosas como debía? ¿Cuál ha sido mi comportamiento hasta la fecha? Te pones unos cuantos visto buenos, porque resulta que no lo has hecho tan mal, pero tu nueva visión de madre te ensaña que algunas veces metiste la pata, así que te pones una X en ciertos comportamientos. Pero esto también es sano, como los kiwis, porque de todo tenemos que sacar una lección aprendida.


Y al final, una tarde que tienes relajada (que sí que las hay, hombre), te sientas en el sillón con un café y piensas: ¡qué leches! Esto de la maternidad está genial; tiene su punto, le da wasabi a tu vida. Me llena de amor por todas partes y me hincha como un globo que sube sube y sube... hasta lo más alto, al zénit, porque ser madre es lo más maravilloso que me ha pasado en la vida. ¿Cuándo repetimos?

En busca de un nuevo embarazo

jueves, 29 de mayo de 2014


No son momentos fáciles. A ver, no los comparo a enfermedades duras o a la pérdida de un ser querido, pero en estos momentos estoy hecha un lío.

Como casi todos sabéis, en junio del año pasado empezamos a buscar un nuevo embarazo, y la verdad que sin comerlo ni beberlo (vamos, sin tomárnoslo demasiado en serio) llegó en septiembre. Pero hubo mala suerte y perdimos a nuestro Garbancito. Una vez superado el tiempo prudente de espera recomendado por los médicos dejamos pasar un par de meses más porque las cosas no estaban muy claras con la salud de mi padre y no me sentía yo con ganas de mucho en esos momentos. Pero en cuanto se aclaró la situación nos abrimos de nuevo a la llegada de un nuevo enano. 

Y lo que está sucediendo es lo que no me pasó en ninguna de las dos veces anteriores: me estoy poniendo ansiosa. Y manda narices, ¿no? Porque a la vejez, viruelas. Si no me ha ocurrido las otras veces, ¿por qué en esta sí?

Pues se juntan varias cosas. Para empezar imagino que el aborto está influyendo negativamente en esta impaciencia. Digamos que ya va a hacer un año desde que empezamos esa búsqueda y no hemos tenido el resultado esperado. Sé que no es como no haberme quedado embarazada por en medio, pero la cabeza lleva su ritmo y sus percepciones son así, muy sui géneris. Ve las cosas como quiere, y por más que la intentas aleccionar de que eso no es como ella lo ve, se empeña y se empeña en sus ideas.


Por otro lado está la duda de si tu cuerpo funciona bien. Lo he hablado con varias mamis que tuvieron un aborto y muchas coinciden en haber pasado por esto. Y la teoría también me la sé: a tu cuerpo no le pasa absolutamente nada. Los abortos son cosas que suceden. De hecho mi ginecóloga, tras el aborto, me dijo: como ves no tienes problemas para quedarte embarazada, así que paciencia que llegará. ¡Y tiene toda la razón del mundo! Pero cuando una tiende a ser Mari Angustias, que es lo que soy yo, todas las razones bien cimentadas no tienen ningún peso en esta cabeza de chorlito. Y de nuevo, venga a decirle a la cabeza que no tiene razón. Pero ella, una vez más, a lo suyo.

Y por otro lado me agobia pensar que el tiempo pasa y voy cumpliendo años. Ya son 34 castañas. Ahora muchas me diréis que no es nada, y es verdad que las mujeres tienen hijos siendo bastante mayores. Pero lo que es cierto es que a cada año que pasa la fertilidad va bajando, disminuye la probabilidad de quedarte embarazada en cada ciclo y aumentan las posibilidades de sufrir abortos y alteraciones genéticas. Y eso está ahí y no deja de rondarme la cabeza. Ya sé que lo normal es que no pase nada, pero las cosas son como son y puede tocarte a ti. Y para un segundo hijo quizá no sea tarde, pero me agobia la idea de ir a por un tercero (que me encantaría) siendo quizá ya demasiado mayor.


Cada una de estas paranoias por sí sola quizá no tendría mucho peso y haciendo un esfuerzo podría controlarlas. Pero se juntan las 3 y cuando una la tienes a raya, una de las otras decide que es su momento para destacar. Y así no hay manera. De modo que me toca aplicarme a fondo para encerrarlas a las 3 en una caja de plomo y tirarlas a la Fosa de las Marianas para que no vuelvan a salir.

Voy a intentar proseguir esta búsqueda sin darle importancia. Llegará, lo sé. Y será cuando tenga que ser. Sin prisas y sin plazos.




La vuelta al mundo en 80 partos: El embarazo y el parto en Alemania

lunes, 19 de mayo de 2014

Seguimos con la vuelta al mundo dando a luz. La primera escala fue en nuestras antípodas, Nueva Zelanda. Si no la has leído y te pica la curiosidad pincha aquí.

Hoy otra buena amiga, que reside en Alemania, nos cuenta su experiencia. Empiezo a ver que por ahí fuera de nuestras fronteras dan muchas más posibilidades para el parto que no sean ponerte en la cama de estribos. Vamos a tener que ir aprendiendo, ¿no os parece?



Antes de comenzar, me gustaría agradecer la oportunidad de escribir en este blog. ¡Me siento muy honrada! 

Este post trata sobre cómo trae la cigüeña los niños al mundo en Alemania. Existen varias modalidades de "aterrizaje":

- En casa (rodeada de matronas)

- En una Geburtshaus, que es una especie de clínica llevada sólo por matronas. Puede o no haber un médico y aunque tienen algunos medios para ayudar en el parto que no están disponibles si te decides a dar a luz en casa, no tienen todo lo que se necesita en caso de que se tuerza.

- En un hospital. Si te decides por un hospital tienes dos opciones: hacerlo de forma ambulante o, digamos, clásica. De forma ambulante supone que te plantas en el hospital, el niño nace y a partir de unas 6 horas tras el parto (creo que son 6) donde comprueban que todo va bien, te dejan marcharte a tu casa. Hacerlo de forma "clásica" es simplemente ir al hospital, dar a luz allí y quedarte, si todo va bien, 3 días tras un parto vaginal (5 si es por cesárea).

Hasta que nace el niño, has ido cada cuatro semanas al ginecólogo hasta la semana 34 y después, cada dos. Tras la fecha calculada, día sí, día no, te presentas o bien en el ginecólogo, o bien en el hospital que has elegido. Una vez que estás en casa después del parto, una matrona viene a veros al niño y a ti durante un mes, hasta la primera revisión pediátrica fuera del hospital. Al principio con más frecuencia y te va ayudando y enseñando a cuidar del niño (por ejemplo, a bañarlo) y además comprueba que con él está todo bien (por ejemplo, el cordón umbilical, el peso) y contigo también (el sangrado, el útero...).

Nosotros decidimos ir a un hospital con todos los perendengues de hospital (incluyendo neonatología, prematuros, uci pediátrica, etc., que no todos los hospitales tienen). Dos de las cosas que al principio me llamaron la atención (comparado con lo que sé de España) son: que aquí no te ponen un enema si no lo pides ex profeso porque es la ilusión de tu vida o algo así (!) y no te hacen episiotomía por sistema, sólo si es necesario. En ese sentido son más respetuosos con el parto y se adaptan más a ti que en España. 


En primer lugar, tienes una entrevista en el hospital que elijas en la semana 30 donde rellenas todo el papeleo, te presentas, explicas tu historia clínica, tu embarazo si ha habido complicaciones... y lo dejas todo listo para que el día D no te tengas que preocupar de nada y estén sobre aviso si tienen que estar pendientes de algo. 

Además, dejas dicho (por escrito, en entrevista con una matrona, que lo anota todo) tu plan de parto, si es que quieres algo en especial (o no quieres). Por ejemplo, qué clase de anestesia, o ninguna anestesia, o parto en la bañera, lo que sea. Esto es, por supuesto, el plan que se sigue si las cosas van bien. Yo dije que quería que me avisaran de la proximidad del momento en el que la epidural ya no se fuera a poder poner, para juzgar yo si me encontraba bien para seguir con las contracciones "a pelo" o si abrazaba el maravilloso mundo de las drogas. Si no lo hubiera dicho, probablemente no me habrían avisado, porque a pesar de ser un hospital, son un tanto hippies (parto "natural", blabla). 

También me dieron el teléfono del ala de partos para llamar directamente si tenía alguna pregunta o para avisar de que íbamos para allá cuando llegase la hora.

Hasta aquí, es lo general. En todos los casos que conozco ha sido así, más o menos. Ahora, mi experiencia particular: 

El nene se empezó a presentar a las 3 de la mañana. Como buenos futuros papás y superemocionados, cronometrábamos la duración de las contracciones y la frecuencia. Cuando nos pareció que "ya era la hora" llamamos al teléfono que me habían dado, les contamos cómo iba y nos dijeron que fuéramos ya. 

Nos adjudicaron una habitación (no hay sala de dilatación y sala de partos, lo haces todo en el mismo sitio) y una matrona (que era una sosaina, pero de eso no tiene nadie la culpa). En la habitación (y esto es así en los dos hospitales que visitamos antes de decidirnos, lo que me hace pensar que es así en todos los sitios) tienes a tu disposición:

- Cama (sin estribos, aunque se puede reconvertir en cama con estribos si es necesario)
- Taburete
- Taburete con agujero para dar a luz
- Cuarto de baño enorme
- Bañera (para relajarte o para dar a luz)

Y para agarrarse o estirarse durante las contracciones:

- Espaldera
- Trapo que cuelga del techo
- Cuerda que cuelga del techo


El proceso fue, bueno, pues el de un parto normal. Las contracciones eran cada vez más intensas a medida que dilataba. Para combatir el dolor había homeopatía (les encanta), velas de colores y cosas así, amén de los ya mencionados artilugios colgantes. La matrona va sugiriéndote posturas, va trayéndote analgésicos (homeopáticos o no, me trajeron incluso paracetamol) y comprueba cómo vas. En un momento y siguiendo mi plan de parto me avisó de que la epidural, o ahora o nunca (dije que "ahora", por si alguien se lo pregunta). Se hicieron un tanto los longuis (unas horitas de nada, que ya he dicho que son un poco hippies, mira, que te tenemos que hacer un análisis, mira, que hay que esperar a los resultados, blabla) pero al final me la pusieron. Venía con un dosificador, para ajustar la dosis al dolor que estaba sintiendo en cada momento. Cuando ya había dilatado lo suficiente no me dejaron apretar más el botoncito para subir la dosis (no sé muy bien por qué, supongo que porque no daba tiempo ya a que hiciera efecto) y la matrona me dijo que me tumbase de lado en la cama. Así pasé las primeras contracciones de la fase de expulsión y he de decir que se empuja fenomenal. Durante todo el tiempo la matrona estuvo dándome masajes en el periné para que no hubiera desgarro (y no lo hubo). Como el nene no terminaba de salir del todo (tenía el cordón enrollado y eso le tiraba desde dentro un poquito), la matrona llamó a la médico que me ayudó empujando la tripa por arriba durante dos contracciones. Para esto, claro, tuve que ponerme boca arriba y no me gustó nada. Mucho mejor de lado. Sin duda. En mi caso, por lo menos. Pero bueno, no había más remedio, contracción, contracción, niño fuera :D  

Otra de las cosas que me gustó (una tontería, pero bueno) fue que no había un foco de luz halógena apuntando inclemente, sino un par de lámparas encendidas en diferentes puntos de la habitación (eran las 10 de la noche, así que no entraba luz por la ventana ya). Por alguna razón me parecía más lógico y agradable estar así (no lo decidí yo lo de no dar más luz, lo decidió la matrona quien argumentó que el niño sale de un lugar oscuro y no le apetece tener un foco en la cara en el primer minuto de vida). Lo cual me parece de lo más lógico.

Durante todo el parto estás con la matrona (o con las matronas, si hay cambio de turno). En mi caso hubo que llamar al médico para "ayudarme" a empujar, pero si no hubiera sido necesario, el médico habría venido sólo al nacer el niño si hubiera hecho falta. Yo creo que conmigo sólo estuvo la ginecóloga, no hubo pediatra, que yo recuerde.



Al minuto de nacer, la matrona hizo las comprobaciones necesarias (supongo) muy rápido y, sin lavar, casi inmediatamente me pusieron el niño al pecho, piel con piel, una sensación maravillosa. Tan pequeñito, tan tierno...  Y eso que con casi 3.8 kg y 54 cm muy pequeñito no era. Igual da. Nos dejaron solos a los tres una media hora. He de decir que desde que llegamos al hospital estuve con mi marido en la habitación (excepto cuando vino la anestesista a poner la epidural). Al cabo de la media hora volvió la matrona para el alumbramiento de la placenta y cogió al nene un momentito para lavarlo un poco, pesarlo y medirlo.

En España creo que hacen muchas más comprobaciones en el momento del nacimiento, ¿puede ser?

Cuando ya estaba lista para volver a la habitación nos dieron la buena noticia de que mi marido se podía quedar a dormir. Habíamos pedido una habitación familiar para estar solos los tres. Es básicamente una habitación normal, pero en la segunda cama en vez de haber otra mamá, dormía él. Esto no lo cubre la seguridad social, claro, lo pagas aparte (le daban de comer también, pensión completa). Estuvo dos días, al tercero tuvo que marcharse porque necesitaban la cama para otra mamá. El niño estaba siempre conmigo, en una cunita de madera monísima que tenía una parte que se podía bajar para pegarla bien a la cama. 

¿Diferencias con España en la estancia hospitalaria post-parto? En general los hospitales son un poco distintos (los alemanes reciben pocas visitas y nunca ningún acompañante se queda a dormir en un sillón). El médico venía por las mañanas, las enfermeras y matronas pasaban a cada rato (o cuando llamabas) para ver qué tal ibas, para ayudarte con el pecho todo el tiempo que hiciera falta, por ejemplo. Y visitas de una "especialista en lactancia" también tuvimos. Por la noche las enfermeras venían y se llevaban un momentito al niño para lavarlo, pesarlo, medirle la temperatura, etc. Podías ir con ellas si estabas despierta. 

Ah, una gran diferencia: la comida, jeje. En un principio te alegras mucho porque puedes elegir entre varios menús y siempre hay algo que te gusta. Pero en el fondo era un horror, no por la comida en sí, que estaba buena, sino porque el desayuno (fantástico) era a las 7, la comida (razonablemente buena) a las 11:30 y la cena (consistente en dos rebanadas de pan y un par de lonchas de queso) la traían a las 5:30 y luego muérete de hambre hasta el día siguiente (o ataca la remesa de jamón ibérico que te han traído de España y que, después de 9 meses sin probarlo, te sabe a gloria bendita).

Los niños molestan: vecinos que destrozan un parque infantil.

martes, 13 de mayo de 2014


Pues hoy me levantaba feliz. Era de esos días en que todo va bien en tu vida, pinta bien la jornada, queda solo un día solo para coger un día de fiesta... y llegas al trabajo y te calientan.

Os voy a explicar: uno de mis compañeros de trabajo es papá de una niña de 2 años, nació solo unos días antes de Mollete. Va a una escuela infantil pública de su barrio, Moratalaz, en Madrid. Esta escuela tiene un espacio que no tenían habilitado para nada en particular y que no está vallado para separarlo de la vía pública. Los padres y la escuela pensaron que sería buena idea habilitarlo con mobiliario infantil de recreo para que los niños pudieran disfrutar de ello durante todo el día.


La idea fue acogida con entusiasmo por todos salvo por algunos vecinos de la zona, alegando que si se hacía esto, esta área sería usada para botellón. Que digo yo: ¿de verdad creen que la gente que va a hacer botellón busca exclusivamente un parque de niños? ¿De verdad creen que no les vale cualquier sitio para plantarse a beber? Es lo que tiene el botellón: es barato y lo puedes hacer en cualquier lado. Da igual si está habilitado para niños o no: si quieren hacer allí un botellón, lo harán igual. Así que ayer por la mañana hubo descusión con los vecinos respecto a esto. No sé cuáles serán las motivaciones reales de estas personas, pero desde luego esos argumentos que daban caían por su propio peso. ¿No será que no quieren escuchar durante todo el día las risas y juegos de los niños? ¿Tal vez les moleste, no vaya a ser que pongan una pizca de alegría en sus amargadas existencias?


Además es un espacio de la escuela del que ellos dispondrán como crean más conveniente y santas pascuas. No hay más que hablar. No van a hacer nada perjudicial para la zona, que no estamos hablando de un vertedero de basura, por favor.

El caso es que ayer por la tarde varios padres empezaron a trabajar para habilitar la zona. Mi compañero hizo un carro en el que los peques pudieran subirse. Otros padres hacían otras cosas. Después de una tarde invertida de la mejor manera posible (¿qué hay mejor que colaborar con que un niño sea feliz?) se fueron a casa a descansar. No sé si esta mañana la habrán empezado tan contentos como yo; lo que sí sé es que al llegar a la escuela el panorama que han visto no les ha gustado nada: los vecinos habían destruido por la noche lo que ellos, con tanta ilusión, había levantado por la tarde.

¿Qué clase de individuos son estos? ¿No se respeta ni siquiera a los niños? ¿No quieren que nadie les pertuber su paz, pero ellos juegan con las ilusiones de los demás?


Espero de verdad que la voluntad de estos padres no decaiga y que consigan habilitar ese parque. No se puede permitir que este tipo de gentuza se salga con la suya.

Cuidemos a los niños. Hagamos que sean felices para formar adultos alegres y comprometidos con la vida y las personas, porque eso es lo que hará que este mundo vaya algo mejor.