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La maternidad de la A a la Z: A de adaptación.

jueves, 30 de mayo de 2013


A de adaptación. De esa capacidad de adpatación que desarrollamos sin apenas darnos cuenta.

Siempre he sido muy flexible, pero debo reconocer que había momentos sagrados que nadie debía tocarme. Por ejemplo: cada 15 días iba al Bernabéu a ver a mi Real Madrid. Sí, aquí donde me veis soy superfutbolera. Espero que esto no cause desertores, jaja, ni por la afición en sí, ni por el equipo. Me gusta compartir mi afición con gente de cualquier equipo. Sí, incluso del Barça. :D

Pero no me desviaré. Antes llegaba el sábado o el domingo y si había fútbol, ya podían ofrecerme el plan que fuera, que si podía pasarme antes o después del fútbol lo haría. Y si no, pues se sentía mucho, pero... Es cierto que tomé esa decisión cuando llegó esa edad de planes todos los fines de semana y empecé a ir a algunos sí y a algunos no renunciando a algún domingo de fútbol, pero no a todos. Pero eso mosqueó a mucha gente que me interrogaba sobre por qué unos planes sí y otros no, que en qué me basaba para decidir. No me gusta dar explicaciones ni que me las den. Siempre he creído que hay que respetar la decisión del otro de entrada, así que decidí que ante tan absurda e infantil actitud no iba a dar pie a que se repitiera: ya no iría a ningún plan si había partido en el Bernabéu.

Bien, pues ese era uno de mis momentos sagrados. Otro era el de ver una película vagueando después de comer, repanchingada en el sillón. No importaba la calidad de la película. Eso era lo de menos. Lo importante era ese momento de no pensar en nada, destensar los músculos. No todos los días. El sábado era el día propicio para eso. ¡Qué relax, qué desconexión, qué necesidad!

O esos días de quedar un sábado desde primera hora hasta la noche con los amigos para hacer un maratón de películas, o jugar a mil juegos de mesa... sin dar explicaciones a nadie, aislados del mundo (ya hablaban de esto Criando Pekemons en su entrada de la semana pasada).

Y ahora, sin necesidad de pensarlo ni de sentir que estoy renunciando a algo, no voy al fútbol un domingo por la tarde porque me voy con mi peque a dar un paseo y a jugar al campo. O el sábado después de comer no me puedo repanchingar porque Mollete quiere juerga, atención y mimos. Y aunque estoy derrotada me echo al suelo a tirar bolas por rampas como si me fuera la vida en ello, y no me acuerdo de que podría estar estirada en mi sillón con la mantita.

Puedo hacer mis planes ideales de la semana, pero me adapto al horario que va surgiendo: la cena de hoy la haré cuando la peque decida que es un buen momento para entretenerse sola, y si hoy no es el día ya cenaremos lo que podamos. Y si de repente sale el sol y aprovechamos a salir a la calle, pues ya haremos los recados mañana, que ya será otro día.

Me adapto también a que la gente quiera vernos cuando a mí no me apetece, porque quiere estar con Mollete. Pues sin más problema recogemos y vamos para allá, sin darme tiempo si quiera a resignarme a ver a aquellos que no me apetece mucho en ese momento.

Y todo es así.Adpatación tras adaptación. Somos padres camaleones (algunos un poco más guapos ;) , como ya decía Trimadre a los 30 en una de sus primeras entradas del carnaval. Y bueno, menosmal. ¡Porque si no sería para volverse loco! (vale, de esto no nos libranadie, pero ya me habéis entendido).