Redes

                                                                                                       

La maternidad de la A a la Z: L, de lágrimas

jueves, 16 de mayo de 2013



Las lágrimas... ya las conocemos de antes, unos más que otros. Yo siempre he sido una llorona por excelencia. Quizá porque tiendo a aguantar y cuando ya no puedo más me sale todo de golpe en forma de llantina. Pero al margen de esto, ¿no os visitan más frecuentemente las lágrimas desde que sois padres? Conozco algún caso más de mamás, no de papás, en que es así : ves una noticia dura, y lloras. Ves a un recién nacido agarrando el dedito de su papá, y lloras. Ves un documental en el que dos cachorros de leopardo juegan inocentes, y lloras (bueno, a lo mejor con esto me he pasado, jajaja). Y no vale echarle la culpa a las hormonas. A parte de que me parece fatal usarlas de excusa para todo (que sí, que ya sabemos que son un poco fastidionas), las hormonas se terminan regulando con el tiempo, y sin embargo la lágrima fácil está ahí, esperando el momento adecuado para salir y dejarte en evidencia delante de cualquiera.

Desde luego, mi experiencia personal es que todo me afecta mucho más, sobre todo lo relacionado con otros niños que no conozco de nada: todos estos casos de niños con enfermedades poco frecuentes, que llevan meses hospitalizados y que ni siquiera saben si tienen cura. Estos me afectan especialmente. No sé si es porque inconscientemente me imagino que eso mismo le pueda pasar a mi hija. Pero no creo que los tiros vayan por ahí, porque no solo hay lágrimas en momentos malos. Cualquier demostración de amor, de ternura, o solidaridad, hace que me emocione... Por ejemplo, los abuelitos por la calle, en algunas de sus escenas cotidianas, me conmueven enormemente y me da la llorera... El proceso es el que sigue: primero, los sentimientos se me remueven dentro, suben y bajan, suben y bajan, hasta que empiezan a organizarse para empujar garganta arriba mientras la nariz se me pone roja como un pimiento y cuando ya no pueden empujar más, deciden salir por los ojos en forma de chorros. Papá Mollete ya me conoce y cuando me ve así, me riñe: "¡se te está poniendo la nariz roja!" Y claro, muchas veces me saca de mi runrun interior y se me corta el proceso. Pero esto no sucede siempre. Si estamos viendo las noticias normalmente la gente no se fija en mi cara, y yo ¡hala a llorar!

La verdad es que no me molesta que me ocurra esto, ¡aunque a veces no sepa dónde meterme! Porque la gente se preocupa por mí, y en realidad tampoco me sucede nada grave. Muchas veces me paro a analizarlo para averiguar cuál es el mecanismo, qué me lleva a eso... pero nada, ¡no acierto ni a pensar! porque estoy atorada dedicándome a llorar. Supongo que lo que sucede es que te vuelves más receptiva a todo tipo de sensaciones, buenas y malas.

Seguro que a más de uno le ha pasado a raíz de convertirse en padre. ¿Por qué creéis que es?