Redes

                                                                                                       

La maternidad de la A a la Z: Y, de Yonotehepedidoconsejo

jueves, 23 de mayo de 2013



Eres madre primeriza. Asumes que no tienes ni idea del tema. Pero asumes, asimismo, que la naturaleza es sabia, y que hay cosas que se llevan dentro. Lo podré hacer mejor o peor, dudaré muchas veces, pero seguro que soy capaz de sacar esta situación adelante. Al fin y al cabo me he embarcado en esta aventura de la maternidad, junto a Papá Mollete, y estamos seguros de que entre los dos lo sabremos/podremos llevar.

Lógicamente nos rodean muchas personas que ya han pasado antes por esta experiencia: madres, tías, amigas de los padres, amigas nuestras... y pongo el sexo femenino porque, por lo menos a mí, las que siempre me suelen dar consejo son las mujeres. Pero bueno, puede haber un caballero consejero, ¡por qué no! Y de manera general, todos los comentarios y consejos son bien recibidos, hasta que... ¡Hasta que te tocan las narices!

Hoy voy a sacar a la mami guerrera y, por qué no decirlo, protestona que llevo dentro. No son pocas las veces en que las personas que te dan esos consejos lo hacen con un aire de suficiencia que tumbaría al mayor elefante. Prácticamente no te dan opción a contestar para intercambiar impresiones porque, no, te has equivocado: aquello no era un consejo, ¡era una clase magistral! ¿Y te la querías perder, chata?

Soy de las que piensa que de todo se aprende. Incluso aprendes a qué no quieres hacer: puff, pues si has hecho eso, viendo cómo han salido tus criaturas, prefiero abstenerme de probarlo... Por tanto, me gusta escuchar a la gente, aunque sepa que, probablemente, no esté de acuerdo con ella. Pero todo tiene su límite: ¿no se dan cuenta, a la tercera, de que no opinas igual que ellas y que porque insistan de manera tan pesada y desagradable no vas a cambiar de opinión? Por lo menos que no se molesten y te censuren con la mirada cuando comentas que, no solo no vas a probarlo, sino que estás completamente en contra de lo que esa persona te dice.

Uno de los momentos más embarazosos fue en la época en que, dada la edad de Mollete, había que enfrentarse al tema de irse a dormir. Como he dicho varias veces en este blog, al principio no quería leer nada de nada, quería hacerlo todo un poco según me fuera surgiendo. Y cuando por fin definí a grandes rasgos qué tipo de madre quería ser, de hablarlo con mi pareja y decidir cómo queríamos llevar la educación de nuestra hija, fue cuando me puse a leer para completar mis desconocimientos. Tras empaparme de artículos, entradas de otras madres, talleres, etc, decidimos que no queríamos ni oír hablar del método Estivill. Siempre desde el respeto a los padres que decidan aplicarlo. Es una de mis máximas: aconseja sabiamente (de nuevo vuelve a aparecer aquí mi primera palabra, Sofía) y respeta la decisión que los demás tomen. Así pues, podré debatir con quien le apetezca sobre los pros y los contras de este método; diré porqué no quiero usarlo y escucharé encantada porqué otros sí quieren emplearlo. Creceremos como personas y todos tan felices.

Pero ¡ay!, cuando un familiar te viene con el libro de este hombre como regalo... Lo primero, sonrisa. Es un detalle, y hay que ser agradecidos. Luego te explican lo bien que les funcionó a ellos. Tú escuchas, sin interrumpir. Que te den toda la información que ellos crean necesaria. Y a continuación dices que, aunque leerás por supuesto el libro (como así hice) no estás de acuerdo con ese método y no crees que lo vayas a emplear. Entonces ya viene la mala cara. Esa mirada de: ¡pero mira que eres boba! Y una blanda. A los niños hay que llevarles con mano dura desde el principio. Así aprenden a dormir ellos solitos. Tú argumentas que crees que no; que lo que aprenden es a callarse y no protestar, y que tú no quieres que tu hija aprenda esa actitud de sumisión. Y ahí va la segunda mirada reprobatoria. Y te insisten, para que eduques a tu hijo como ellos quieren que sea...

Y es habitual que este tipo de encontronazos no sean momentos aislados. Sino que primero discrepas de un tema, luego, con esa misma persona, de otro. Y de un tercero. Ella debe pensar que eres una mala madre. Pero tú, visita tras visita, demuestras que tu hija no te está saliendo ni tan torcida, ni tan caprichosa como ellos pensaban. Es más, mucha gente incluso te felicita por lo buena que es la niña. Pues ya... a base de amor. Se ve que a veces funciona.

Además, y sobretodo al principio, te quieren aconsejar de toooodo toooodo. Y tú lo que necesitas en ese moemnto es tiempo para conocer al nuevo miembro de la familia, ir evaluando tus dotes como madre; en definitiva, haciéndote a la situación. Y no estar acordándote de todos y cada uno de los consejos que te han soltado en plan metralleta, uno tras otro: ratatatatatatatá. Y ello siguen erre que erre, porque habitualmente los primeros días van a tu casa, y mientras tú estás manos a la obra dando el pecho, cambiando un pañal, o sacándole los moquitos, ellas están ahí, evaluando cada paso y corrigiendo cada fallo. Los inspectores de hacienda a su lado son unos blandos.

Y claro, como los encontronazos y momentazos "consejeros" suelen ser repetidamente con 2 o 3 personas, cuando ya las ves acercarse o sabes que te tocará verles pronto, te invade un sentimiento que no he sabido denominar, salvo como yonotehepedidoconsejo. Por una vez estate callada y déjame seguir tranquilamente a lo mío...

Yo no sé si me pongo tan intransigente porque, al no haber podido compartir con mi madre esta aventura de la maternidad (ya me habría gustado) he tenido que ir lidiando yo sola con cada problema que iba apareciendo y haciéndolo a mi manera. Bueno, sola sola no, que menos mal que tenía a mi lado a mi amiga  del alma, María (juntas desde los 2 años, ¡ahí es na!) y a mi tía Ajo. Pero vamos, el día a día de las primeras semanas ha sido bastante DIY, jajaja.

¿Os ha pasado esto también? ¡Seguro que sí! ¿A que esta vez no he transmitido tanta paz? Jajajaja.