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Mi experiencia con la lactancia

martes, 12 de marzo de 2013

Me animo a escribir esta entrada por si puede ayudar a alguien, aunque sólo sea para infundir ánimos y animar a que se siga con ella. En parte me ha motivado la nueva labor que ha emprendido Mama (contra) corriente, que se va a formar para ser asesora de lactancia.

Mi relación con la lactancia ha ido cambiando desde que me quedé embarazada hasta hoy, e imagino que así seguirá siendo. Cuando toda esta aventura comenzó yo no sabía nada de nada respecto a este tema. Sólo lo que veía a mi alrededor, pero no me había parado a informarme. En aquel momento pensaba en lo cómodo que era el biberón para cuando estabas fuera de casa con el bebé, ya que por aquel entonces me veía incapaz de sacarme la teta si no era en la intimidad.

No he podido compartir con mi madre la experiencia del embarazo y la maternidad, ya que falleció en 2009, pero tengo una tía estupenda, madre de 4 criaturas y enfermera. Ella fue la primera que me habló de los beneficios de la lactancia. Y poco después, una compañera del trabajo me regaló el libro de Un regalo para toda la vida de Carlos González. Como ya comenté en una entrada anterior, no quería leer nada, sino guiarme por el instinto, pero ya que lo tenía en mis manos de vez en cuando le echaba una ojeada, y gracias a eso me hice consciente de la importancia de la lactancia. Hasta el punto de que cuando imaginaba el nacimiento de mi hija lo primero que me venía a la mente era el momento en que ella se enganchara al pecho, transmitiéndome enorme ternura.



Mi sorpresa llegó cuando nació Mollete y fue el momento de ponerla a mamar al llegar del quirófano tras la cesárea. Lo primero que me dijo la matrona fue que con el pezón plano lo tenía muy difícil para dar el pecho y que no me auguraba ningún éxito, y que papá Mollete fuera a comprar unas pezoneras. Pero no sólo ella, sino las enfermeras y auxiliares, alguna de las cuales me contaba su experiencia personal y cómo habían tenido que dejar la lactancia (aunque, afortunadamente, alguna me decía que el bebé ayuda a que salga el pezón, lo que algo me animaba...). A eso se unía que cuando lloraba me saltaban con que se había quedado con hambre porque un cuerpo serrano de 3.800 kg no se podía llenar sólo a base de calostro. Y en ese momento no supe reaccionar. Pecas de novata, supongo. No me hacía ninguna gracia que le enchufaran el biberón, pero pensaba que tendría que ser así. Al fin y al cabo los profesionales eran ellos, y en ellos confiaba. Cierto que no le debieron de dar demasiados biberones, que yo recuerde, porque en cuanto podía yo la ponía al pecho. Y bueno, mal que bien y con pezoneras salimos del hospital tomando teta. Con esto no critico a todos los profesionales de la salud, porque me consta que hay muchos y muy buenos que están concienciados con la importancia del éxito de la lactancia materna.

A los 4 días me subió la leche, y como se me enquistó un viernes por la noche, me fui a urgencias, donde me vinieron con la misma historia. Y a la semana siguiente, cuando fui a revisión, 3/4 partes de lo mismo. Aunque para aquel entonces yo ya había decidido no hacerles caso, y de vez en cuando ponía a Mollete a comer sin pezonera para ver si conseguía agarrarse directamente, pero no había ningún progreso. Me planteaba acudir a algún grupo de apoyo para que nos ayudaran, porque me parecía que con la pezonera tragaba mucho aire, y eso podía ser motivo de fracaso de la lactancia.¡Cuál fue mi sorpresa cuando al mes y medio, y cuando no daba un duro por ello, Mollete se enganchó ella sola a la teta!

Con la lactancia ya establecida lo que no tenía claro era cuánto duraría. Me sentía cómoda,e incluso sin problemas para darle el pecho allá donde estuviéramos, en contra de mis sensaciones iniciales. Pero, por ejemplo, veía muy mayor a un niño de 8 meses que tomara pecho. Al fin y al cabo, la lactancia exclusiva es hasta los 6 meses; ¿por qué seguir después? Pero se aproximaba el día, y Mollete y yo estábamos tan a gusto. Cada vez yo era más consciente de los beneficios de la lactancia tanto para el bebé como para la madre, y no quería dejarlo, a pesar de que cada vez eran más los comentarios sobre qué hacía dándole el pecho a una niña tan mayor. Pero se van cogiendo tablas, y cada vez importan menos esas consideraciones. Y tras haber superado las dificultades iniciales no iba a renunciar a este tesoro por unos simples dimes y diretes.



Así que aquí seguimos, 1 año y 2 semanas después. Animo a todas las mamás que quieran lactar y tengan problemas a que acudan a grupos de apoyo. Es verdad que hay casos especiales en que las cosas no marchan, pero son los menos. Por lo menos que no sea por no intentarlo. Por supuesto, no comparto en absoluto la estigmatización a la que se somete a las madres que no dan el pecho porque no pueden. Y tampoco atacaré a las que no se lo dan por estética, o porque es una lata. No lo comparto en absoluto, aunque sabemos que los niños de biberón crecen también estupendamente. Pero si me preguntan les diré que creo que están equivocadas (¿por qué darles choped si se les puede dar jamón serrano?, como le decían a una amiga), aunque no participaré en los ataques despiadados que se ven hacia ellas en algunas ocasiones.