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La maternidad de la A a la Z: E de empatía

jueves, 12 de septiembre de 2013




Escribo esta entrada el último día de julio, con la tragedia del accidente del tren Alvia aún muy reciente. No hace ni una semana. Lo publico ahora, en septiembre, porque ha habido parón vacacional en el diccionario de la maternidad de Verónica Trimadre a los 30, pero nos va a dar la oportunidad de publicar más de una entrada cada día de carnaval para que todos podamos acabar nuestro propio diccionario, y así poder recuperar si no hemos podido publicar alguna semana o hemos repetido letra (sí, algunas somos así de listas...).

Ya lo sabéis, pero lo recordaré por si hay alguien que se haya perdido algún capítulo: perdí a una buena amiga en el accidente. Por supuesto sentí muchísima pena y lloré por ella (tras pasar el estado de shock de "esto no puede ser; no ha pasado"). Pero lo curioso es que, además del dolor por su pérdida, enseguida pensé en su madre. La empatía se apoderó de mí y no podía dejar de pensar en lo destrozada que estaría y en lo sola que se quedaba.

Todos somos conscientes de que enterrar a un hijo no es natural y de que debe de ser dolorosísimo. Hay personas que nunca se recuperan de semejantes golpes. Cualquiera de estos casos es muy duro. Pero yo pensaba en particular en esa madre que había sido abandonada por el padre de su hija cuando nació, dejándola sola. Esa mujer luchadora que hizo lo divino y lo humano (como cualquier padre normal hubiera hecho) por sacar a su hija adelante y que tuviera una vida feliz y sin carencias. Y esa madre entregada, de pronto, recibe un zarpazo de la vida, que decide que su hija debe irse. Y es tremendo el dolor desgarrador que me invade, el sufrimiento, rabia y desesperación, y lo peor es que soy consciente de que no será ni un 10% de cómo lo tenga que estar pasando ella. Así que eso me hunde aún más.

Fue tremendo ir al funeral... no nos conocíamos de nada, pero le dije quién era y fue ella la que me contaba cosas de mí misma. ¡Cuánto le había hablado E. de mí! Menuda muestra de amor me estaba dando mi amiga, incluso después de fallecida. Pero yo me fijaba en esos ojos que estaban vacíos,  que veían sin mirar, como buscando algo, tal vez un motivo, que no iba - ni va - a encontrar nunca. Me sentí ella, como madre. Nos fundimos en un abrazo, reconfortante para ambas, y con eso quedó todo dicho. 

Desde que somos madres nos ponemos inmediatamente en el lugar de las otras, sabemos por lo que están pasando y lo que necesitan en determinados momentos. Me parece una fuerza de unión maravillosa, aunque a veces lo que remueva sea dolor y llanto. Ahí está en especial nuestro Ohana, expresión extrema de este sentimiento de empatía, y del que me siento más orgullosa cada día de formar parte. ¡Gracias a todos por estar ahí!