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La maternidad de la A a la Z: Z de zenit

jueves, 19 de septiembre de 2013

Hoy no puedo comenzar de otra manera que no sea haciendo referencia a Miriam, nuestra anfitriona de esa casita morada que nos acoje siempre con un abrazo. Son unos días duros para ella y desde aquí quiero mandarle un abrazo grande, mullido y cariñoso. ¡Ohana, amiga!

La palabra que he elegido hoy es zenit. En parte porque sigo con mi empeño de quitarme las letras difíciles, pero lo cierto es que siempre me gustó. Estuvo muy presente a lo largo de mi carrera. Yo soy fí­sica y me especialicé primero en astrofísica y luego en geofí­sica (se ve que me daba pereza comenzar a trabajar). Cuando estudiaba las asignaturas de astrofí­sica era muy común hablar del zenit, que la RAE define como (bueno, en realidad te remite a cenit o cénit, pero la primera vez que lo vi escrito fue con Z y me sedujo: ¡una palabra que puedo escribir con z cuando corresponde con c! ¡qué chulo!):

(Del m. or. que acimut, por error de transcripción de los copistas).

1. m. Astr. Intersección de la vertical de un lugar con la esfera celeste, por encima de la cabeza del observador.

2. m. Punto culminante o momento de apogeo de alguien o algo. Está en el cenit de su gloria.

Imagen tomada de www.elcielodelmes.com

Bueno, no puedo afirmar categóricamente que esté en el momento más alto y más importante de toda mi vida, porque espero que me quede mucho por vivir, pero desde luego hasta ahora yo lo siento así. Estoy haciendo lo más maravilloso que una persona puede hacer: educar y criar a su hijo. Y me siento grande, gorda y alta, por el orgullo que me da ser madre de mi hija; por el amor que me da cuando echa sus brazos y me pide que la coja; por la dulzura con la que me acaricia cuando mama. Y por supuesto quiero más, me encantaría tener otro polluelo si a la madre naturaleza le parece bien. Supongo que entonces sentiré que he alcanzado un nuevo techo.

Y muchas veces, en esta materno-tarea, estoy más perdida que un pulpo en un garaje: son ya 18 meses pero sigo siendo novata y primeriza. Cada vez confío más en lo que hago y en mí misma, pero no faltan ocasiones en las que un consejillo es bienvenido. En esos casos suelo recurrir a mis amigas, pero en otras tantas ocasiones me siento y miro hacia arriba (de nuevo el zenit) buscando la mirada de mi madre, un susurro celestial que me dé pistas de por dónde ir. En ocasiones, aunque esté mirando al cielo, tengo la mirada perdida, desenfocada, porque estoy evocando e imaginando cómo se habría enfrentado ella a esa situación. Y normalmente acabo llorando, y paso de mirar al cielo a mirar al suelo (en astronomía el punto opuesto al zenit es el nadir, que es otra palabra que me parece preciosa, y que quiere decir homólogo), como si el mirar hacia abajo fuera a protegerme de las miradas curiosas, cuando en realidad nadie va a verme llorar, porque en estos momentos de búsqueda de inspiración suelo estar sola.


El zenit está relacionado también con la alegría. Hacia arriba me lanzo con los brazos extendidos y dando palmas cuando Mollete hace algo nuevo o cuando corrige algo que hizo mal. Ella se emociona y por supuesto que también se lanza hacia las alturas, imitando a mamá y mostrando que ella también está contenta por su pequeño gran logro. Subo extasiada como si tuviera un cohete en el culo por los avances de mi cachorra, que me parecen de premio Nobel. Supongo que maternidad y objetividad son dos palabras que están un poco reñidas...

Así que ha quedado demostrado: el zenit es un lugar muy importante para una madre. Por supuesto, en cuanto tenga ocasión, esa madre colocará en el zenit, por todo lo alto,  a sus hijos y sus hazañas, porque ellos son los más grandes, los más guapos y los más listos. ¿Que no?